PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - MARTES, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN / TERRORISMO EN EL NORTE DE ÁFRICA

Al Qaeda en el Magreb Islámico: extensión y límites
de la amenaza terrorista en el norte de África (I)

Por David Alvarado


Pocos son los que a estas alturas albergan dudas al respecto de que el terrorismo islamista es uno de los mayores peligros que acecha a la región magrebí y, por proximidad y animosidad, a Europa. Durante los últimos meses hemos asistido a una acusada intensificación de las acciones terroristas, fundamentalmente en Argelia, bajo los auspicios del otrora Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). Esta organización, haciendo alarde de su lealtad a Oussama Ben Laden y como colofón a los llamamientos del egipcio Ayman Al-Zawahiri, número dos de Al Qaeda, a Abdelmalek Droubkel, principal emir del GSPC, cambió oficialmente su nomenclatura el 25 de enero de 2007, convirtiéndose en Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Se consumaba el viejo anhelo de los yihadistas de establecer un mando unificado para coordinar la acción terrorista en el norte de África, desde Libia hasta los confines mauritanos.

Esta refundación coincide con un recrudecimiento e intensificación de los atentados, que a partir de ahora toman un marcado carácter transnacional, dirigiéndose de forma más acentuada contra los regímenes políticos en liza – por su pretendida connivencia con Occidente y con el “Gran Satán”, en alusión a los Estados Unidos – y contra los intereses extranjeros presentes en Dar al Islam (“la casa del Islam”, literalmente). De este modo, inscribiéndose en el movimiento yihadista internacional, el antiguo GSPC expresa, sobre todo por una nueva selección de objetivos y prioridades, pero también por la introducción de cambios en su modus operandi, una voluntad de desestabilizar al régimen argelino y de operar, al mismo tiempo, fuera de sus fronteras, ya sea en el Magreb o en territorio europeo.

A priori, ambas organizaciones, Al Qaeda y el GSPC, parecen haber salido reforzadas con esta asociación. Por una parte, el GSPC, en plena crisis, hostigado por las fuerzas de seguridad argelinas, adquiere una cobertura internacional que facilita su acceso a nuevos recursos económicos y humanos, saliéndose de una lógica puramente argelina e inscribiéndose en la dinámica yihadista global. Por su lado, Al Qaeda dispone desde ahora de una plataforma para introducirse en el Magreb y en Europa, aprovechando las redes del GSPC en el viejo continente. A la inversa, esta franquicia magrebí podrá aportar nuevos combatientes para la primera línea del combate yihadista que actualmente se libra en frentes como el de Iraq o Afganistán.

Implantación, densificación y coordinación de redes terroristas de AQMI

Según se apunta desde la inteligencia occidental, fue precisamente Al-Zawahiri quien, en noviembre de 2006, dio instrucciones precisas para el advenimiento de AQMI. Las labores de coordinación de este nuevo ente comprenden, entre otros componentes, al Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), al Grupo Islamista Combatiente Libio y a toda una pléyade de grupúsculos presentes en Túnez, entre los que cabría destacar al Grupo Yihadista Tunecino. Además, se ponen las bases para el refuerzo de una suerte de antena – ya existente, aunque en estado embrionario y bastante rudimentaria – del propio GSPC en Mauritania, quien se ha abrogado la autoría de varios ataques durante los últimos meses y que recientemente, coincidiendo con el golpe de Estado militar que derrocó al presidente, democráticamente electo, Sidi Ould Cheikh Abdallahi, lanzó un llamamiento a la juventud mauritana a emprender la Yihad (“guerra santa”) contra un régimen calificado de “apóstata” e “impío” en orden a restablecer el califato en la región.

Ya desde el principio, AQMI se pone manos a la obra, como deja de manifiesto la dinámica de los hechos en esta época. En diciembre de 2006, un grupo terrorista es desmantelado en los suburbios de Túnez capital. Una treintena de salafistas de diferentes nacionalidades magrebíes de los cuales por lo menos seis habían recibido entrenamiento en los campos del GSPC en Tébessa, al este de Argelia, son arrestados por las autoridades. El 8 de enero de 2007, tres mauritanos pertenecientes al GSPC son detenidos en Nouakchott, a pocos días de la llegada del contingente que acompaña al rally Lisboa-Dakar, contra el que tenían pensado atentar. Una semana después, también en la capital de Mauritania, un imán y cinco mujeres son arrestados por formar parte de una célula de reclutamiento de la propia organización terrorista argelina.

Durante esta misma época, una polémica enfrenta a Trípoli y Argel a causa del restablecimiento del sistema de visado para los ciudadanos argelinos que quieran entrar en Libia. El motivo, la detención de un comando del GSPC en la frontera entre ambos países portando armas y materiales para la fabricación de explosivos, coincidiendo además con toda una serie de amenazas vertidas en Internet de parte de la organizaciones de la nebulosa de Al Qaeda contra la Jamahiriya, el singular régimen del coronel Muammar Gadafi. La rigidez y ausencia de libertad de expresión hacen que el islamismo se configure como un vector de contestación privilegiado entre la oposición interna al “líder supremo de la Revolución”. En este sentido es Benghazi, la segunda ciudad del país, la que se conforma como el mayor – y principal – reducto islamista. En la mente de todos, los disturbios en esta localidad tras la publicación de unas caricaturas del Profeta Mahoma por un rotativo europeo que fueron consideradas como ofensivas por los musulmanes.

La actividad exportadora de terrorismo por parte del antiguo GSPC en los países magrebíes es también patente en Túnez, donde la amenaza terrorista ha puesto en estado de alerta extrema a las autoridades. Desde que el 11 de abril de 2002, cuando un atentado reivindicado por Al Qaeda causó 22 muertos en una sinagoga de la isla de Djerba, el régimen de Ben Alí desató una dinámica de represión contra el islamismo. Esto no parece haber sido suficiente para contrarrestar su influencia. Un enfrentamiento que tuvo lugar el 24 de diciembre de 2006 en el barrio de Hamman Chott de la capital se saldó con dos muertos. Otro choque entre fuerzas del orden y terroristas tiene lugar días después, el 31 de diciembre, en el centro de Túnez, en el barrio de Bab Sadoun. Tras guardar silencio sobre lo ocurrido, finalmente las autoridades del país magrebí hicieron público un comunicado, el 4 de enero de 2007, en el que se reconocía la muerte de doce “peligrosos criminales” y el arresto de otros quince.

Fuentes sobre el terreno revelaron posteriormente detalles como el uso de fusiles de asalto y lanzagranadas, en un dramático episodio más propio del Bagdad post-Saddam que de una tranquila capital magrebí. El 9 de enero, el rotativo argelino Echourouk identifica a estos islamistas radicales como miembros de un grupo salafista bajo las órdenes de Lassad Sassi, antiguo miembro de los cuerpos de seguridad tunecinos que recibió entrenamiento en los campos de Al Qaeda en Afganistán y en Argelia. Nuevos datos sacaron a la luz que este comando había entrado a través de la frontera argelina tras haber sido entrenado en los campos del GSPC en Argelia. Ocultos en la región boscosa de Hammam Lif, 45 kilómetros al sur de Túnez capital, se preparaban para llevar a cabo atentados terroristas con vistas a desestabilizar al régimen tunecino.

Por lo que respecta a Marruecos, de las trece células terroristas desarticuladas por los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado en 2007 sólo una, Ansar Al Mahdi, no constituía un producto genuinamente marroquí, a pesar de su pretendida – y sorprendente, al menos en este contexto, donde la abrumadora mayoría de fieles musulmanes son sunís de rito malekí – orientación chií. Lo autóctono de estas redes no debe, sin embargo, llamarnos a engaño, ya que la Salafiya Yihadiya, como corriente islamista internacional, junto con la propia Al Qaeda, se encuentran en el origen del GICM, matriz de toda la actividad terrorista en el Reino Alauí. Junto con esta relación “genética”, esta suerte de pecado original que vincula desde su partida a las huestes marroquíes con el proyecto de Ben Laden, no hay que olvidar las carencias financieras del yihadismo en Marruecos, que hacen que este sea excesivamente dependiente de aportes financieros foráneos, haciendo prácticamente inexorable su relación con el salafismo argelino, que aportaría no sólo ayuda económica y logística, sino también armas, explosivos y, cómo no, entrenamiento en sus campos del este y sur argelino, y del Sahel.

Una grabación de video difundida a finales de junio de 2007 a través del canal satélite qatarí Al Jazeera demuestra, por vez primera, a mouyahidines (combatientes) marroquíes y argelinos juntos bajo la bandera de AQMI. Estos son reconocidos por los servicios de seguridad de Rabat por emplear su propio darija (dialecto del árabe), afirmando en la grabación que su objetivo es el de acometer “inminentes atentados” en diferentes puntos del territorio del Reino de Marruecos. El terrorismo parece haber triunfado allí donde la política no ha conseguido llegar. Mientras se consuma el proyecto de los violentos a escala magrebí, la Unión del Magreb Árabe se mantiene estancada debido a las diferencias entre sus líderes políticos y, principalmente, a causa del diferendo entre Argelia y Marruecos sobre el dossier del Sahara Occidental.

Días después de las amenazas señaladas, el 11 de julio, un kamikaze asesina a diez militares en un atentado contra un cuartel del ejército argelino en Lakhdaria, decretándose simultáneamente en Marruecos y en Argelia es estado de máxima alerta terrorista. Reunidos en Túnez, los ministros de Interior magrebíes convienen en intensificar las medidas en la lucha contra el terrorismo en la región, incluyendo entre estas la acentuación de la cooperación entre cuerpos y fuerzas de seguridad de los diferentes países. Como colofón, en una carta dirigida al presidente argelino, Abdelaziz Bouteflika, Mohamed VI no duda en afirmar que “la paz y la estabilidad de la vecina Argelia forman parte de la propia seguridad de Marruecos”. Es oficial, la amenaza de AQMI es real y la respuesta, por tanto, debe ser obligatoriamente conjunta

La nueva estrategia de AQMI

Si existe un actor ponderado en el marco de AQMI este es, sin duda, el otrora GSPC. Es precisamente en Argelia, bajo la mano de esta organización, donde los nuevos modos del terrorismo se van a poner de relieve de una forma más acentuada. El 11 de diciembre de 2006, el GSPC reivindica un ataque en Bouchaoui contra un autobús de transporte de empleados de una sociedad de hidrocarburos argelo-norteamericana, que provoca un muerto y nueve heridos. Este atentado, aunque “modesto”, puede considerarse como el punto de inflexión de la acción terrorista bajo la égida de AQMI, ya que se trata de golpear a intereses extranjeros e infligir daño, al mismo tiempo, a un sector clave de la economía argelina.

El 13 de febrero de 2007, ya bajo la nueva etiqueta, la organización yihadista argelina se atribuye una serie de atentados, casi simultáneos, contra varios edificios de los servicios de seguridad en Tizi Ouzou y en Boumerdes, en la región de Cabilia. El balance de estas acciones es controvertido. Mientras las autoridades argelinas hablan de seis muertos, AQMI contabiliza 140, a través de un comunicado difundo por Al Jazeera en el que, además, se anuncia una feroz campaña de atentados contra “los estados de los ladrones, de los esclavos, de los judíos y de los cristianos, hijos de Francia que los descendientes de Tariq Ibn Zyad y de la juventud del Islam en el Magreb islámico han decidido finalmente exterminar para liberar a las tierras del Islam de todo cruzado, apóstata y elemento colaboracionista”.

Diversos ataques, entre los que cabe destacar el perpetrado, a principios de marzo de 2007, contra un autobús de transporte de una sociedad rusa en el que mueren cuatro personas, preceden al que es considerado como el auténtico “bautismo de sangre” de AQMI. El 11 de abril, un doble atentado en Argel contra el céntrico Palacio de Gobierno y contra una comisaría del barrio popular de Bab Ezzouar, no lejos del aeropuerto internacional Houari Boumediene de la capital, causa treinta muertos y cientos de heridos. Se pone manifiesto la evolución del grupo y su capacidad para cometer actos terroristas de gran calado incluso en el corazón de una gran ciudad donde las medidas de seguridad son extremas. El GSPC, convertido en AQMI, que hasta ese momento se creía acorralado en la zona sahelo-sahariana y reducido a varias decenas de hombres escondidos en las montañas del este del país, presuntamente hostigados por el ejército argelino, recupera toda su fuerza de ataque y su capacidad para reconstituir nuevamente sur redes.

Todo, al tiempo que se opta por una nueva estrategia terrorista bien definida. Contrariamente a los precedentes atentados, las explosiones del 11 de abril en Argel conocieron un gran impacto mediático, siendo reivindicados a través del canal clásico de la organización de Ben Laden, es decir, Al Jazeera, pero también a través del portal Web islamista Al-Hesbah. A nivel de contenido, ya a partir de este comunicado, AQMI se apoya sobre un doble referencial, interno e internacional. Desde un punto de vista propiamente circunscrito a Argelia, la reivindicación del ataque se inscribe en la trayectoria de los mouyahidines que lucharon por la independencia del país contra los franceses, obtenida en 1962, blandiendo a su vez una doble vertiente, a saber, el Islam y el nacionalismo argelino. A nivel internacional, el atentado se inscribe en el movimiento yihadista mundial. Efectivamente, la organización privilegia las acciones espectaculares dirigidas contra símbolos del poder en Argelia, mostrando las acciones precedentes que los intereses y ciudadanos extranjeros originarios de países occidentales también constituían el objeto de sus ataques.

Ya se lleven a cabo estos en Argelia o en otro país de la región, los atentados llevan, cada vez más, la impronta de Al Qaeda. Coches bomba, atentados sincrónicos, operaciones suicidas concordadas, elección simbólica de fechas y objetivos, además de una mayor sofisticación en los dispositivos empleados, haciendo uso principalmente de la detonación a distancia de los explosivos a través de teléfonos móviles. Al tiempo que se incrementa la capacidad operacional y de ataque, el grupo parece haber integrado en su estrategia los métodos de propaganda yihadista, lo cual no hace sino multiplicar los efectos de sus acciones. AQMI recupera su fuerza de impacto, reducida durante algún tiempo por las redadas y operaciones militares infligidas por el poder y los por efectos de la política de reconciliación de Argel, que ofrecía una amnistía a todo aquel islamista que, no contando con delitos de sangre en su haber, quisiera deponer las armas y abandonar la lucha.

Por lo que respecta a la organización de la dirección, el mando está hoy dominado por antiguos combatientes en Afganistán, que han aprehendido los métodos de combate propios de Al Qaeda y que desean darle una mayor visibilidad a sus acciones. Abdelmalek Droubkal, alias Abou Moussab Abdelwadoud, emir del GSPC, pretendería, por tanto, reconstruir nuevamente las redes sobre las que poder apoyarse para desestabilizar al régimen argelino. Su estrategia consistiría en federar a los comandos de las diferentes zonas de forma que se consume de facto una unión de fuerzas yihadistas regionales. En el marco de esta reorganización estructural, el grupo terrorista argelino bajo la batuta de Droubkal se transforma, ante todo, en una estructura con vocación regional, pero también internacional. El Sahel, una zona de nadie a caballo entre varios estados y cuyo corazón es el desierto del Sahara, se conforma como la retaguardia donde puedan converger los terroristas de la región, una suerte de “reserva de yihadistas” susceptibles de operar también fuera del Magreb, con la mirada puesta principalmente en Europa.

Otro elemento que pone de relieve la adscripción de AQMI al movimiento yihadista internacional es la naturaleza de muchas de las células desarticuladas durante estos últimos tiempos, tanto en Marruecos como en Argelia. Buena parte de estas se dedicaban al reclutamiento y transferencia de voluntarios, ya no sólo hacia los campos de entrenamientos del Sahel, sino también para integrar la resistencia iraquí, en el que hoy es el epicentro del terrorismo global y escenario de las más cruentas batallas. En este orden de cosas, por lo que respecta a Marruecos, el centro de esta actividad se sitúa al norte del país, no lejos de Ceuta, en Tánger y en Tetuán, en barrios como los de Beni Makada o Mezwak, tristemente conocidos porque de aquí salieron también algunos de los kamikazes del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Es aquí, entre empinadas cuestas y anárquicas y estrechísimas calles, donde la basura se acumula en las esquinas, entre chabolas e inmuebles ruinosos, donde Al Qaeda ha encontrado una más que prolífica cantera para la Yihad global.

** Politólogo y corresponsal de prensa en el Magreb
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto