La singular Concepción Arenal,
pionera en reivindicar la igualdad en todas las esferas
sociales para la mujer, también fue célebre como pensadora.
Uno de esos pensamientos, invencible a toda época y momento,
es éste: “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”. Eran
tiempos en los que la escuela era acogida como auténtica
portadora de bienestar. Quizás nos convenga meditarlo ahora
que se inicia un nuevo curso escolar y todos comenzamos con
fuerzas renovadas. La ministra ha vociferado a los cuatro
vientos que tenemos más alumnos, más profesores y más
financiación pública. Más alumnos a los que hay que motivar
e integrar, ya que la continuada incorporación de alumnado
procedente del extranjero va en aumento. Más profesores,
ojalá sean todos maestros con la autoridad que eso conlleva.
Y publíquese, más pronto que tarde y de una vez por todas,
un Estatuto Docente que reconozca el trabajo en el aula y
motive al profesorado. Más financiación, que también lo sea
más allá que de boquilla.
Todo el mundo dice lo mismo. En educación hacen falta
cambios. La inestabilidad de un sistema educativo, a merced
del político de turno y según en la autonomía que se
enclave, no beneficia en absoluto a la enseñanza. Más de un
docente no sabe qué ha de enseñar, ni cómo ha de enseñarlo,
para que los alumnos sigan acudiendo a clase después de los
primeros días. Largo es el camino de la enseñanza – dijo en
otro tiempo Séneca- por medio de teorías; breve y eficaz por
medio de ejemplos. Por muchos Planes de Refuerzo y de
Orientación y Apoyo (PROA) que tengamos, a veces lo que
falla es educar de corazón a corazón.
El naufragio de un sistema educativo que se resquebraja y
nadie lo sostiene, sólo la clase política gestante, se
extiende por todo el país. A los hechos me remito: ¿Habrá
mayor frustración que España sea el único país de la Unión
Europea donde crece el abandono escolar? ¿Será decepcionante
que España tenga el doble de fracaso escolar que la media
europea? Si se observa el status profesional de los padres
se pone de manifiesto que los fracasos y abandonos los
tienen más los hijos de los excluidos del sistema
productivo, que suelen repetir los esquemas de sus
progenitores. Frente a esto, cabe preguntarse: ¿Dónde está
esa integración educativa?
A mi juicio, para más desesperación de las familias, el
nuevo curso escolar llega cargado de improvisación y
adoctrinamiento, en medio de una crisis galopante que pasará
su factura aunque nos digan lo contrario, con un ideario más
político que instructor de libertades, puesto que impide
llevar a buen término la primera regla de toda educación:
formar a personas libres para gobernarse a sí mismos y no
para se gobernados por partidismos y doctrinas subjetivas.
Sin ir más lejos, Educación para la Ciudadanía mina
sustancialmente el derecho de los padres a elegir la
formación que desean para sus hijos.
Cuando Concepción Arenal apuesta por abrir escuelas lo hace
pensando en la formación del ser humano en su totalidad, en
todas sus fortalezas y capacidades con el fin de que sea lo
que debe ser, una persona cualificada y humanizada, por eso
concluye que así se cerrarán cárceles. Pues resulta que
somos los peor preparados y la deshumanización salta a la
vista. La violencia escolar es un claro ejemplo de la
situación que soportan nuestros centros educativos.
La necesaria educación de los que son el mañana, conlleva
pactos y entendimientos, lejos de cualquier signo de
confrontación y división; si esto está sucediendo es señal
de que algo no marcha bien. Yo creo que la crisis de la
educación, arrastrada desde hace tiempo, tiene su cáncer en
un cúmulo de despropósitos a los que nadie pone remedio. Y,
en esto, si hace falta un pacto de Estado. Por muchos
programas de cualificación profesional inicial que se
ofrezcan a los jóvenes que abandonaron el sistema educativo
sin completar la Educación Secundaria Obligatoria, sino se
reconsideran los motivos y las causas que le han hecho
abandonar los estudios de poco va a servir el esfuerzo.
No pocos padres piensan que nos encontramos ante una
verdadera contrariedad educativa que no entienden. Es
necesario que se garantice el pluralismo escolar y la
autonomía de los centros para tener su propio ideario y que
los padres puedan hacer efectivo su derecho, como ha de ser
la elección de centro educativo, si realmente queremos
avanzar en la equidad e igualdad de oportunidades. Abramos
todas las escuelas posibles, por supuesto dentro del respeto
a los principios constitucionales, y demos libertad a los
padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y
moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. No
pretendamos adoctrinar desde ninguna institución pública,
que ya tiene bastante con su función de garantizar el
derecho de todos a una educación que oriente y no
desoriente, que se haga valor y valer socialmente.
Por la educación se cierran prisiones, es cierto, porque se
asciende a la libertad, pero también tenemos que saber que
por la ignorancia se desciende a la sumisión. ¡Cuánta
injusta servidumbre ha generado, y viene generándolo, el
analfabetismo! Financiar actuaciones orientadas a la
modificación del horario escolar, el calendario o la
duración de la jornada en educación obligatoria pensando en
la obtención de mejores resultados por parte de los alumnos,
me parece otra estupidez más. La familia sigue siendo el
lugar primordial de la educación. El Estado no la puede
sustituir. La educación hay que entenderla de otra manera a
como hoy se entiende, ahí radica el problema, pienso que ha
de concebirse como búsqueda y desarrollo de la persona, como
maduración y capacidad para el discernimiento. Reprender al
que yerra no basta si no se le enseña el camino recto.
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