La historia de este artista ceutí está empapada de
anécdotas, recuerdos y nostalgias desde la infancia. Una
vida que ha manifiestado a través de sus pinturas, sus
cuadros, sus mosaicos, y con las obras describe la
percepción sensorial de cada etapa.
El pintor José Ortega Martín nació en Estepona donde
permaneció a lo largo de su infancia junto a sus cuadernos
de dibujo y las acuarelas comenzando a experimentar su
pasión por las bellas artes. “Llevo pintando toda mi vida;
cuando era pequeño aprovechaba las vacaciones de Navidad,
Semana Santa o verano y cogía mi cuaderno y mi estuche de
acuarelas. Cuando pasé a bachillerato, saqué sobresaliente
en dibujo y a partir de ahí, mi padre me animó para que
estudiase Bellas Artes”, explicó el artista.
Una vez pasada la adolescencia y superadas las pruebas de
acceso a la universidad, José Ortega Martín, conocido por
sus familiares y amigos como Pepe, se trasladó a Sevilla
para cursar sus estudios en la Facultad de Bellas Artes.
“Saqué tres matrículas de honor, que se dice pronto. Cuando
entré en la facultad sólo bastaba el bachiller pero para
obtener la titulación completa, es decir, la licenciatura,
luego tuve que hacer COU”, sintetizó.
En estos primeros pasos hacia el mundo del arte, el ceutí se
decantó por el dibujo figurativo, “porque es el más cómodo
para el artista. Pintaba los lienzos con óleo, que me
costaba mucho dinero. Pero mi propósito era vender las obras
para poder adentrarme y conocer otras técnicas. En este
momento ya padecía mi enfermedad que comenzó con la
sordera”, confesó. Tras concluir la carrera de Bellas Artes,
Pepe dedicó toda su atención al dibujo, comenzado así su
primera etapa artística y la búsqueda de un método personal
que no fuera igual al del resto de compositores del momento.
“En este primer momento mis pinceladas hablaban sobre temas
marinos con caracolas y moluscos. Y más tarde, figuras,
bodegones y paisajes naturales. Un día, realizando un
bodegón sobre una mesa imaginaria, saqué una pieza de varias
vigas, unas ensambladas con otras. E iba dejando unas líneas
en blanco dentro del lienzo con el propósito de rellenarlo
luego con otro color pero me gustó más dejarlo tal y como
estaba. De ahí viene todo el estilo de mis obras, que
consiste en dejar esas rayas blancas dentro del lienzo; un
estilo que considero personal”, comentó el artista. Tras sus
primeras obras, en las que quedó patente la metodología que
seguiría Pepe a lo largo de los años, llegó un nuevo
desplazamiento, esta vez hacia el país vecino de Ceuta,
Marruecos.
Primera exposición
“Pasé muchos años en el continente africano y tras encontrar
mi técnica personal y original, fui aplicando colores puros
de la marca Titán. A veces los mezclaba pero siempre buscaba
colores limpios, de ahí la fuerza de mis cuadros. En mis
lienzos predominaron los motivos marroquíes con sentimientos
muy fuertes en el terreno del amor de un padre hacia su hijo
o entre un hombre y una mujer. En la primera exposición que
hice, sobre 1975-1976, vendí todos los cuadros. Logramos que
el director de arte del museo de Madrid viese mis obras y
reconoció que le había gustado muchísimo. Las calificó como
fabulosas y tras su opinión, decidí subir los precios”,
concretó. A partir de estas fechas, el artista comienza a
padecer los fuertes síntomas de una enfermedad que aglutinó
la pérdida de visión completa en un ojo. Ya en 1988,
abandonaría la pintura y pasaría a su tercera etapa, marcada
por los mosaicos y desarrollada en Ceuta. “El estar mirando
fijamente, era imposible. Así que de memoria recordaba que
junto a mi estaban los materiales y recipientes e iba
pintando sin dejar de mirar al frente, ya que a los 33 años
perdí la visión y me quedé ciego”. Concluyendo, con gesto
amable: “Me siento realizado, creo que es suficiente todo lo
que he hecho. Y ahora, a través del braille, sigo estudiando
ciencias o informática con las revistas editadas por la
ONCE”.
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