Cuando los servicios públicos se encuentran muy
deteriorados, no se puede ya mejorar la calidad de los
mismos, siendo preciso reinventarlos, crearlos prácticamente
de nuevo.
Este concepto, sobre el que ya nos hemos referido en alguna
ocasión, cuando es de aplicación en algún lugar, da buena
prueba de la dejadez en relación con determinados servicios
esenciales y Ceuta, ha sido durante años un auténtico banco
de pruebas para políticos sin escrúpulos que se manifestaron
incapaces de gobernar y que dejaron determinados servicio a
la altura de Haití.
Hablemos, aunque sea brevemente, del agua, del agua
corriente, la que llega a nuestras casas y que es, tal vez,
el más esencial de todos los servicios que nos debe prestar
la institución local y, además, hagamos un poco de memoria
sin que para ello debamos remontarnos a la época de la II
República, sino a hace una década, simplemente una década.
La una del mediodía era la hora fatídica, porque en muchas
viviendas de Ceuta se acababa el suministro de agua y con
ello se acababa un mínimo de nivel de vida y nos
trasladábamos a aquella España de la posguerra, en la que
todo estaba por hacer. Pero Ceuta tenía Ayuntamiento y tenía
Gobierno, tan incapaz como ramplón en la defensa de sus
propias funciones, tan rapaz como pueblerino, integrado
sucesivamente por una legión de políticos aviesos y
medradores, con la que tuvo que acabar el fenómeno del GIL,
que sirvió para poco, pero que, cuando menos, limpió de
parlanchines el panorama político ceutí.
Aquellos políticos de misa y pelotazo, de procesión y
rapiña, habían encontrado en la escasez de agua la mejor
manera de hacer negocio: venga barcos y más barcos que
transportaran agua de la península hacia Ceuta, como en un
estado de sitio, como si la Ciudad estuviese en permanente
cuarentena o estuviese saliendo de una catástrofe. Pero
ellos, lucrándose con la miseria, hubieran deseado la
continuidad de esa situación hasta la eternidad.
Por eso el GIL los fulminó a todos, aunque luego resultó tan
o peor que ellos en la defensa de los intereses de los
ceutíes.
La renovación del Partido Popular de Ceuta, coincidente en
el tiempo con la aparición del GIL, propició la llegada de
una nueva generación de políticos, dirigidos por un nuevo
Presidente: Juan Vivas, alejados de intereses comerciales o
empresariales y a los que les repugnaba una manera de hacer
política de rancio estilo y escasos resultados y lo primero
que Vivas planteó fue la necesidad, no ya de mejorar
determinados servicios, sino de reinventarlos, como el caso
del abastecimiento de agua, abandonado de modo secular por
los predecesores.
Y ¿cómo es posible que en un plazo muy corto, un gobierno
recién llegado pudiese solucionar un problema crónico y con
el que parecía que todos se estrellaban?. ¿Por qué nadie lo
había hecho antes?. ¿Por qué los anteriores sometieron a la
tiranía del desabastecimiento de agua durante décadas a una
población como Ceuta?.
Ahora, después de unos pocos años, parece inimaginable que
abramos nuestros grifos a cualquier hora y que no haya agua,
pero hasta hace muy poco ese gesto lo sufría una gran parte
de la población y este avance colosal en la calidad de vida
de todos los ceutíes tiene un protagonista: El Presidente
Vivas, que tuvo la responsabilidad de reinventar un servicio
tan básico como este.
En estos momentos y tras las actuaciones realizadas en
materia de política de agua, la Ciudad tiene garantizado un
suministro permanente de agua potable en los hogares
ceutíes, complementándose estas actuaciones con otras muchas
en materia de saneamiento de aguas, de recogida de aguas
pluviales, culminándose todo con la construcción de la
Estación Depuradora de Aguas Residuales, con cuya
terminación y puesta en marcha, Ceuta se habrá igualado en
la gestión del ciclo integral del agua, a cualquier otra
ciudad española o europea.
Si tenemos en cuenta el punto de partida, se han dado en
pocos años pasos de gigante en la convergencia con el resto
de compatriotas en la prestación de este servicio tan
esencial para el desarrollo de los seres humanos y que hoy
en día, se considera parámetro fundamental a la hora de
medir índices de calidad de vida.
Tal vez alguien pueda pensar que con este ejercicio de
memoria nada se consigue, porque es cierto que agua pasada
no mueve molinos, pero también es cierto que sería lógico
pensar que a quien lideró un cambio de este calibre, se le
pueden seguir ocurriendo iniciativas que sigan modernizando
la Ciudad y por ello puede y debe seguir gozando de nuestra
confianza, porque el agua más pasada todavía, que parece
querer teñir con su hedor todo últimamente, venía en barcos,
algunos escorados, era de mala calidad y carísima. Y sólo
hasta el mediodía. Que nadie lo olvide.
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