No creo que haya sido acertada la decisión del presidente
francés, Chirac, y su comité de sabios de prohibir a las
chicas musulmanas el uso del velo en las escuelas
(prohibición de los símbolos religiosos ostensibles, se dice
en el proyecto de ley, aunque para todos está muy claro que
básicamente se refiere al velo islámico). Explicaré por qué.
Pero para ello quiero establecer, de entrada, una distinción
entre lo que es la opinión que nos merezca el velo islámico
y lo que es la actuación que debamos tener ante las mujeres
que lo llevan. Comenzaré señalando qué opinión tengo sobre
el velo.
Se ha dicho que el velo es un símbolo religioso, y creo que
efectivamente lo es, aunque es algo más; es un símbolo
cultural que abarca más razones que las religiosas, pero,
sin duda, éstas son muy importantes. Y es, además, un
símbolo religioso que obliga sólo a las mujeres,
estableciendo una distinción sobre la que debemos indagar si
incluye o no una situación de discriminación de las mujeres
respecto a los hombres. El velo tiene que ver con muchas
cosas, pero algunas nos hablan claramente de la
discriminación de las mujeres. Está originalmente
relacionado con la tradición que impedía a las chicas elegir
por sí mismas la pareja para el matrimonio; su
invisibilidad, cubriéndose lo más posible, estaba en
consonancia con el hecho de que no debían atraer la atención
de ningún chico, porque era la familia la que se encargaría
de emparejarlas. Aún hoy, y aquí, los padres más interesados
en que sus hijas lleven el velo son los que siguen pensando
en que serán ellos los que las elegirán el marido.
Cuando se trata de mujeres ya casadas, el uso del velo tiene
también algo que ver con la sumisión a los maridos. Lo que
me han explicado algunos amigos marroquíes es que hay
hombres que necesitan que sus mujeres vistan el velo porque
de otra forma se sienten menospreciados ante los demás
hombres de la comunidad musulmana. Para ellos, el tener a
sus mujeres vestidas como ordena la tradición es una
cuestión de prestigio y valoración. Esto explica, en parte,
que haya en España mujeres de origen marroquí que durante la
primera etapa de su matrimonio no vestían el velo y haya
llegado un momento en el que han comenzado a usarlo; no hay
duda de que en muchos casos esta decisión la habrán adoptado
por la presión que han sufrido de parte de sus maridos.
Así, pues, creo que el uso del velo simboliza, en cierto
modo, la discriminación de la mujer; aunque también otras
cosas: para muchas mujeres representa la defensa de una
identidad que aquí ven minusvalorada por la xenofobia y la
islamofobia, y también hay mujeres que están utilizando el
velo en su lucha contra la discriminación de género, como
luego comentaremos. Pero vamos a centrarnos en lo que el
velo tiene de símbolo de la discriminación de la mujer; aquí
surgen las preguntas a las que hemos de dar respuesta: ¿se
corrige la discriminación prohibiendo el velo? ¿Se ataca a
la discriminación eliminando aquello que sólo es un símbolo
externo de la misma?
Estas preguntas nos obligan a reflexionar un poco sobre los
efectos que puede tener la prohibición. En el caso francés
ya se ha dicho que el efecto más importante que puede tener
su prohibición en las escuelas públicas es que proliferarán
las escuelas privadas musulmanas, en las que las chicas ya
no tendrán ni siquiera la posibilidad de decidir por sí
mismas quitarse el velo, porque allí no se lo permitirán. El
efecto inmediato de la prohibición es que se refuerza el
simbolismo identitario del velo, y su uso se convierte en
una reivindicación que tenderá a implicar a todos los
musulmanes.
La prohibición puede tener también efectos negativos para
aquellos colectivos de mujeres musulmanas que más están
luchando contra la discriminación. Es conocido (los estudios
de Gema Martín Muñoz lo explican claramente) que muchas
mujeres musulmanas, en Europa y en los países árabes, han
adoptado el uso del velo en su lucha por la equiparación de
derechos y por la ocupación igualitaria del espacio público
respecto a los hombres, porque han considerado que tal uso
les facilitaba su lucha y sus objetivos.
Con la prohibición lo que se hace es devolver a los hombres
la posición prominente, porque en el centro del debate se ha
colocado un asunto en el que no habrá discrepancia entre
hombres y mujeres y los primeros podrán seguir representando
al conjunto. O, dicho de otra forma, en lugar de llevar el
debate al terreno de la discriminación de la mujer, se lo ha
llevado al terreno de la defensa de la identidad religiosa,
en el que la delantera la seguirán llevando los hombres.
En lugar de prohibición, ¿qué otra cosa podían haber hecho
los dirigentes franceses? ¿Qué otra cosa debemos hacer en
España? Primero definamos cuáles son los objetivos
pretendidos. Creo que éstos son dos, y muy claros: el
primero es integrar a los musulmanes en un sistema laico en
el que las prácticas religiosas se realicen con plena
libertad, pero en el terreno de lo privado; y el segundo es
eliminar toda forma de discriminación de las mujeres. Ambos
objetivos sólo se logran con un trabajo a medio plazo que ha
de desarrollarse tanto en el terreno de la enseñanza como en
el de la integración social.
Es decir, esos objetivos se logran, primero, educando para
la igualdad; dando instrumentos educativos a los chicos y
chicas, para que aquellas chicas que ahora visten velo (que
en España sólo son una pequeña minoría entre las musulmanas
que hay en nuestras escuelas) puedan quitárselo en el
momento en el que ellas tomen tal decisión.
Se logran también dedicando recursos para la integración
social de la población inmigrada. Cuando las familias
inmigradas están mejor integradas, es decir, cuando sus
derechos, el trato que reciben, sus oportunidades para el
trabajo, sus cauces de participación ciudadana, etcétera,
están equiparados con el resto de la sociedad, los vínculos
identitarios con su comunidad de origen se debilitan, y es
así como aquellas personas más imbuidas de tradiciones poco
laicas o poco igualitarias podrán relativizarlas y sumarse a
las posturas mayoritarias de su propio colectivo (insisto en
que la postura mayoritaria de los musulmanes en España no la
representan aquellos que obligan a sus hijas a ir con velo a
la escuela).
Y se logran con mediación. La mediación es el instrumento
que han de utilizar los enseñantes, educadores sociales y
responsables públicos para ir resolviendo los casos
concretos que se vayan presentando. En un asunto como éste,
que afecta a sentimientos identitarios profundos, está claro
que la mediación es mucho más eficaz que la prohibición.
Es así, con medidas educativas e integradoras, como daremos
apoyo a la lucha que muchas mujeres musulmanas, aquí, en
Francia y en los países de origen, están desarrollando
contra la discriminación de género. Que no es la lucha sobre
si velo sí o velo no, porque la discriminación existe con
independencia del velo (y si no, que se lo pregunten al
resto de las mujeres que jamás han vestido velo). Si lo que
queremos es luchar en pro de la laicidad y de la igualdad de
género, es así como se lucha; ahora bien, si lo que queremos
es sentirnos muy satisfechos de nuestra laicidad y nuestro
igualitarismo, eliminando los signos visibles (externos) de
lo contrario, la prohibición ya nos sirve.
En el caso francés hubiese sido mucho más adecuado que el
presidente Chirac hubiese hecho una clara afirmación a favor
del laicismo y la igualdad de género, incluyendo una postura
favorable a que las mujeres musulmanas eliminen el uso del
velo en las escuelas (y la gente de otras religiones el uso
de sus propios símbolos), en lugar de decantarse por
proponer la prohibición. Es decir, que hubiese emplazado a
toda la sociedad francesa a trabajar, con recursos
educativos, de mediación, etcétera, por esos objetivos,
incluida la eliminación de los símbolos religiosos
ostensibles, y no tratar de resolver el asunto de un plumazo
con la prohibición.
En nuestro caso, además, hemos de tener bien presente que en
España no son los musulmanes los que están dañando nuestra
laicidad. Nuestro problema no son las chicas musulmanas que
llevan velo en las escuelas. Aquí el ataque en toda regla
contra la laicidad nos viene de parte de los obispos y del
Gobierno del Partido Popular.
El contenido, recientemente aprobado por este Gobierno, de
la asignatura de religión católica sí es un disparo en la
línea de flotación de la laicidad de la escuela pública.
Podemos y debemos hablar del velo de las musulmanas, como lo
hacemos en este artículo, pero sin dejar de tener presente
que nuestros principales problemas respecto a la laicidad y
la igualdad de género no nos vienen por ahí.
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