Salvador de la Encina, días
atrás, se mostró muy amable conmigo. Y no tuvo el menor
empacho en decirme que jamás se ha molestado por las
críticas que yo haya podido hacerle. En realidad, nunca tuve
motivos para zurrarle la badana. Pero es cierto que aprecié
en él, en algún momento, una tirantez que a mí me parecía
estar fuera de lugar. Y así se lo hice saber a Carlos
Bringa cuando éste se encontraba en disposición de
hablar con el diputado y presidente de la Comisión Delegada
de la Federal del PSOE en Ceuta. Y hasta creo que escribí
algo sobre ese asunto.
Aclarado el malentendido, carente además de importancia,
nuestra conversación fue amena e interesante. Y salió a
relucir el nombre de Antonia María Palomo. A quien se
echaba de menos en el salón donde compartíamos un rato de
ocio, en un ambiente extraordinario y aderezado con ambrosía.
Se echa de menos, dijo De la Encina, a una compañera que
supo sacrificarse en su día para dar ejemplo. Y no dudó en
referirnos a los presentes el comportamiento de una mujer
tan capacitada políticamente como capaz de darse cuenta de
que tenía que tomar una decisión que nadie le exigía. Nadie:
desde Madrid a Ceuta. Mientras se encendía de satisfacción
el rostro de Beatriz Palomo.
Pero hubo más comentarios. El sujeto del siguiente fue
Juan Vivas. De quien el diputado hizo la loa justa y
medida. Los socialistas sabemos que va a resultar muy
difícil ganarle la partida al PP en Ceuta, por no decir
imposible, mientras Vivas quiera seguir siendo presidente de
la Ciudad. Aunque nunca nos daremos por vencidos en ningún
aspecto.
El éxito político de Vivas lo aprecian mucho más quienes
llegan de afuera a pasar unos días que quienes residimos
aquí. Y es que para percibir bien un fenómeno así es
necesario distanciarse de él, aunque sean unas semanas o
arribar a esta ciudad para permanecer en ella unas fechas.
Las que necesitaron todas las personas que acompañaron al
presidente de Andalucía, Manuel Chaves, para
percatarse de que en Ceuta prima por encima de todo una fe
inquebrantable en el presidente de la Ciudad. Le oí decir a
un empresario foráneo que Vivas lleva camino de convertirse
más que en ídolo local, que ya lo es, en mito.
Dicen que para tener éxito hay que tener amigos; pero para
tener mucho éxito hay que tener enemigos. Al menos así lo
creía Frank Sinatra.
Los enemigos de Juan Vivas son pocos. Insisto: esos pocos
están dentro de su partido. Pero son tan hipócritas que para
disimular que le odian terminan festejando aun sus peores
discursos. Que son cuando se empeña en hacer uso y abuso de
la repetición: figura que repite, de intento, unas o varias
palabras al principio de la frase. Lo cual está muy bien
algunas veces, pero no todos los días.
Espero que el presidente no crea que yo trato de enmendarle
la plana. Pues lejos de mí esa intención. Entre otras
razones porque sería absurdo insistir en algo tan sumamente
complicado como es tratar de que alguien cambie su estilo
escrito como oral. Pero los éxitos se acrecientan cuando el
actuante se va imponiendo al miedo de enfrentarse a un nuevo
reto. De lo contrario estará siempre presente la acechadora
presencia de la rutina. Y día llegará en que la gente recite
de memoria lo que va decirnos. Oído al parche.
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