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OPINIÓN - VIERNES, 12 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Energía protónica
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Catalunya celebra la Diada mientras me dedico a repasar la prensa del día.

No voy a narrar lo que es la Diada porque cabrearía a más de un ceutí y, para evitar disgustos políticos, escribiré sobre la energía derivada de los protones que muchos más disgustos dará.

Disgustos que comenzarán por la Iglesia al ser una teoría que se conoce como la partícula de Dios, porque si se confirma su existencia –lo que trata de hacer el acelerador de partículas puesto en marcha por el CERN- la teoría del Big Bang, la explosión que dio origen al Universo, recibirá un espaldarazo definitivo.

La teoría de Higgs (Newcastle, 1929) en la que incluye el descubrimiento de la partícula subatómica, ya fue narrada por el escritor Dan Brown en su libro “Ángeles y Demonios” con increíble exactitud por lo que nos hace dudar de que fuera una fantasía del escritor.

Los datos del libro son idénticos a los que tiene una de las factorías del CERN en Suiza, lo que implica que el escritor se habrá valido del espionaje industrial para escribir su obra.

La creación de ese acelerador de protones conlleva la aparición de otras partículas altamente peligrosas y que los científicos de la CERN buscan continuamente para concretar la reproducción de cómo se realizó la creación del Universo. El problema estará cuando se muestre incontrolable y de lugar a la aparición de la antimateria. En otras palabras, que como los millones de colisiones que provocan el cruce de protones a la velocidad de la luz, aparecen cada segundo un centenar de sucesos extraños y de paso crean agujeros negros, aunque pequeños y de cortísima duración, a la larga pueden engullir todo lo que encuentre a su alrededor… un fortísimo escape produciría la desaparición del mundo.

De conseguir descubrir todo ello la Iglesia recibirá un duro golpe sobre las creencias impartidas acerca de Dios y la creación del Mundo, más aún si se cumplen las palabras del director del CERN, que dijo “Es un día histórico para la Humanidad que quiere saber de dónde viene”

Una cosa es segura, según afirman, el descubrimiento del Dios de la Ciencia hundirá irremisiblemente la teoría de la fe sobre el Dios conocido.

Entretanto científicos chinos siguen el nacimiento de tres cerditos clonados con un gen resistente al virus de la peste porcina que causa estragos en el ganado porcino de aquel país.

No solo de cerdos se han ocupado los científicos chinos sino que han clonado, reproducidos en tubos de ensayos, siete macacos aficionados a comer cangrejos.

El gran reto de estos científicos chinos es perfeccionar la técnica de reproducción “in Vitro” de los monos y crear primates genéticamente modificados para utilizarlos en investigaciones médicas.

A un paso de ser Dios, creo yo, es lo que intentan hacer todos los científicos de rama superior. No me extrañaría que hubieran clonado humanos, dado el secretismo con que trabajan, con genes específicos que anulen enfermedades o que los transformen en formidables guerreros… mientras científicos madrileños desarrollan un sistema para automatizar y robotizar algunos procesos en el sector de la construcción.

El sistema energético mundial se está abriendo paso al igual que el sistema de la robótica y no tardaremos, nosotros los humanos, en estar sin hacer nada y sin cobrar del paro. Un nuevo mundo comenzó a andar el año 1998, cuando se comenzó a construir la mastodóntica y compleja máquina llamada Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) en el Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN), y ello contrae una serie de preguntas que se hace el ser humano en su anhelo por saber quién es y de donde viene.

Como escribía más arriba, el peligro de este paso científico es totalmente grave. Un fallo de todo el sistema crearía una masa de antimateria que se transformaría en un inmenso agujero negro donde desaparecería hasta la más pequeña molécula… mientras la Iglesia sólo se dedica a orar.

No tengamos en cuenta esos 4.000 millones de euros que han invertido en el proceso de aceleración de protones, no sea que se les acelere el pulso, en vez de invertirlos en un mundo mejor.
 

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