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OPINIÓN - JUEVES, 11 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN / BREVE HISTORIA DE MARRUECOS

36. La ofensiva Fatimí

Por José Luis Navazo


Ya en el siglo IX de la Era Común, el Califato Abasida de Bagdad se vio sacudido por movimientos político-religiosos abiertamente insurgentes: los “Zany”, antiguos esclavos negros traídos desde Zanzíbar y brutalmente tratados, se rebelaron (869 a 883) en las tierras al sur de Irak e Irán, mientras el shiísmo alentaba las tendencias igualitarias de los rebeldes Qármatas (quizás apoyados por supervivientes “zanys”) alrededor de Kufa, controlando hacia 895 buena parte de la actual costa de Bahrein, zonas de Siria, Yemen y alcanzando el Maghreb; en 930 incursionan en La Meca apropiándose de la famosa Piedra Negra, allanando el terreno (política e ideológicamente) para el desarrollo del Ismailismo Shií (Alamut). Los orígenes del Califato Fatimí (de ideología shií) arrancan de este contexto: el sirio Ubayd Allah es proclamado califa en el año 910, convirtiéndose El Cairo en capital del nuevo imperio (973 EC) dentro de un Islam disgregado, que duraría hasta ser conquistado en 1171 por el kurdo Saladino (el vencedor de los Cruzados, incluyendo a tropas templarias y hospitalarias, el 3 de julio de 1187 en los Cuernos de Hittim, mar de Galilea), tras el cual vería la luz el régimen de los ayyubíes.

En el Maghreb los bereberes sanhaga (dinastía Zirí, 971-1152) son dejados como aliados por los fatimíes tras abandonar Ifrikiya, gobernando en el actual Túnez y la región de Constantina (Argelia); debelan el emirato de Tihert, atacan Sijilmasa y se estrellan ante las defensas de Ceuta intentando someter el “limes” omeya-andalusí en el Maghreb.

En Túnez la ascendencia shií solo dura del 971 al 1016 bajo Buluggin, Abu Al-Mansur y Badis, mientras que Al-Mu´izz tras tomar el poder en el 1016, se acerca al malikismo (una de las cuatro escuelas jurídicas sunníes), extermina a los shiís de Kairuán y, en 1041, rompe relaciones con el Califato fatimí (shií) de El Cairo reconociendo la soberanía del Califato Abasí (sunní) de Bagdad. Como reacción, desde El Cairo alientan desde Egipto y el Sáhara la emigración en oleadas de las tribus de los Beni Hilal, que se abaten sobre el Maghreb “cual plagas de langosta”, en palabras de Ibn Khaldún; las invasiones hilalíes, como veremos, arruinan la economía arrasando poblaciones enteras, dejando por todos lados una huella de sangre y destrucción.

En la zona del actual Marruecos, los fatimíes lanzan al menos cinco expediciones (arrasan el emirato del Nekor (917), reconquistado más tarde con apoyo “andalusí”, derrotan al rey Idrisi Yahya IV (920) y toman por asalto Sijilmasa, intentando siempre superar un fuerte rechazo por parte de los bereberes zenata, tanto en 928-929 como en 944, además de colisionar de frente con el primer califa omeya de Córdoba, Abderrahmán III (912-961), quien da un paso adelante pasando a la ofensiva (así, acogió en Córdoba a los descendientes del último emir del Nekor, Said Ibn Salih); también siguió con preocupación en la España musulmana (Al-Andalus) la insumisión del rebelde Ibn Hafsun, quién según Levy-Provenzal) había decidido sumarse al shiísmo ordenando que la “jutba” (el sermón de los viernes) en las mezquitas bajo su control se impartiera en nombre del soberano fatimí. Como anécdota en la historia del Islam, digamos que llegan a coexistir tres califatos enfrentados: el Fatimí shií de El Cairo, flanqueado por el Califato Abasí de Bagdad y el Omeya-Andalusí de Córdoba, ambos sunníes.
 

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