Es verdad que la crisis económica
existe. Y grande. Pero tampoco es menos cierto que uno
percibe perfectamente el disfrute con que muchos políticos y
periodistas hablan del problema. Y es que cuando lo hacen,
que es continuamente, se les nota que tratan de infundir más
que miedo terror entre la gente.
Llevamos varios meses siendo asaetados por lo que podría
titularse un deseo permanente de asustar al personal a fin
de que se le encoja el ánimo y deje de comprar. Como si los
ciudadanos, habrá muchas excepciones, no supieran que el
momento de vacas flacas exige frenar la alegría consumista,
acorde con la situación laboral de cada cual en todos los
aspectos.
No hace falta ser un lince para ponerse en guardia al
respecto de la mala situación económica que vivimos cuando
nos enteramos de que el vecino del quinto ha perdido su
empleo en la fábrica de coches y con él cientos de sus
compañeros. Ello lleva consigo -aunque sea por aquello de
que cuando las barbas de tu vecino... – un ramalazo de
inquietud y aviva el interés por reducir gastos y ahorrar en
la medida posible.
Al pánico que los ya citados periodistas y políticos cunden
cada día, a veces con el regodeo que les conduce a la
morbosidad, se suman, en bastantes ocasiones, las imágenes
televisadas de quienes buscan en barrios más pudientes
restos de alimentos en los contenedores de la basura.
Metáfora destinada a indicarnos que España está ya tan
metida de lleno en la sima del desastre que pronto veremos
largas colas, como antaño, en centros benéficos donde sirvan
la sopa boba.
Tampoco los que pueden escatiman oportunidades para
alertarnos de que los españoles no quieren emplearse en
según qué trabajos. Es decir, que casi todos los españoles
que están en el paro lo son porque piensan como aquellos
hijosdalgos que detestaban los trabajos manuales. Y los
acusan, cómo no, de delegar en la mano de obra extranjera.
Declaración vejatoria contra los propios, generalizada ya y
que a mí me llena de indignación.
Mas pocas veces, más bien ninguna, quienes auguran la
hecatombe económica son incapaces de referirse al pánico de
los parados. Del pánico de los parados llevo yo escribiendo
hace ya la tira de años. Y lo vengo haciendo porque he
pasado por ese trance y sé que es un calvario no deseado por
nadie. Describir el desasosiego psicólogico del parado es
tan difícil cual incomprensible para quienes no han sufrido
semejante situación. Puesto que al margen de la inquietud
material, que es de una importancia vital, aparece en escena
la angustia de quien se siente inválido. Surge el malhumor y
uno comienza a dudar de sí mismo y de si le será posible
encontrar un trabajo adecuado a sus conocimientos. O bien
otro donde aprender a marcha forzada su mecánica para no
generar dudas entre quienes pueden creer que en tales
circunstancias te muestras exigente a la hora de elegir.
Todo lo escrito se me ha venido a la memoria mientras leía
la buena nueva de los Planes de Empleo de este año: que
1.350 personas comenzarán a trabajar el lunes en esta
tierra. Sí, ya sé que los contratos son de corta duración.
Pero también me consta que los cambios aplicados por el
delegado del Gobierno, José Fernández Chacón, en este
Plan de Empleo, de 2008, han sido exitosos. Ya que
disfrutarán de él más personas.
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