El titular, debidamente
entrecomillado, no es mío. Lo tomé prestado de Ignacio
Ramonet, quien lo publica en primera plana de la última
edición (nº 155, septiembre de este año) de “Le Monde
Diplomatique”. Hacía tiempo que no leía críticas tan duras
al régimen marroquí y al propio rey, Mohamed VI, en persona.
Si el otro día cambiaba impresiones con los responsables de
la web “Minuto Digital” sobre la línea editorial de la
misma, referente a Marruecos, mira por donde la publicación
izquierdista “Le Monde Diplomatique” (en español) coincide
en la misma opinión que la citada publicación digital,
católica y de derechas. ¿Casualidad…?
Ramonet es particularmente bronco con el “Makhzén”. ¿Tiene
razón…? Sí y no. Desde luego el sangrante caso de la
estudiante Zahra Budkur, encarcelada en la “siniestra
comisaría” (sic) de la popular y turística Plaza Jamaâ El
Fna de Marrakech, actualmente en coma por mantener una
huelga después de que “Los guardias la obligaran a
permanecer desnuda, mientras tenía sus menstruaciones,
durante días, delante de sus camaradas”, es para poner los
pelos de punta, así como el de Abdelkebir El Bahi, “arrojado
por la policía desde lo alto de un tercer piso y condenado
para el resto de sus días a la silla de ruedas por fractura
de la columna vertebral”, o el de los dieciocho estudiantes
“marrakchíes” compañeros de Zahra Budkur, en huelga de
hambre desde el 11 de junio en la prisión de Bulmharez:
“Algunos ya no se pueden poner en pie, varios vomitan
sangre, otros están perdiendo la vista y unos cuantos, en
estado comatoso, han debido ser hospitalizados”. ¿Qué hay de
verdad en ello…? “In situ” y con tiempo ya les contaré. Sí
coincido plenamente con Ramonet en las siguientes líneas:
“Sin embargo, desde hace un año, por todo Marruecos se
multiplican las protestas”, en un contexto en el que
“Tampoco ha cambiado, en lo esencial, la estructura de la
propiedad. Marruecos sigue siendo un país feudal en el que
unas docenas de familias, casi todas cercanas al trono,
controlan -merced a la herencia, el nepotismo, la
corrupción, la cleptocracia y la represión- las principales
riquezas”. Para el director de la publicación, el citado
Ramonet, “Las esperanzas nacidas hace nueve años con la
subida al trono del joven rey Mohamed VI se han ido
desvaneciendo”. Aquí, permítanme dos matizaciones: pese a
todos los posibles excesos, el Marruecos de Mohamed VI no es
ni por asomo la autocracia de hierro de su padre, el
fallecido Hassán II, además de que -insisto, con todas las
críticas que quieran-, en la actualidad sin Mohamed VI el
país se deslizaría hacia una guerra civil, con tan solo dos
“alternativas”: dictadura militar o república islamista.
Referente al islamismo (político, alegal e insurgente),
Ramonet escribe: “Es como si las cancillerías occidentales
le dijesen a Rabat: a cambio de vuestra lucha contra el
islamismo, se os perdona todo, incluida vuestra lucha contra
la democracia”. Sinceramente me parece excesivo, pero sin
comentarios. Para acabar, me temo coincidir con el autor en
que “Las desigualdades nunca han sido tan grandes, el clima
de frustración tan palpable. Y la explosión de nuevas
revueltas sociales tan inminente”. En Marruecos,
ciertamente, hay muchas, muchísimas cosas por hacer… y lo
que, me temo, le falta precisamente al joven soberano alauí…
es tiempo.
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