Suena el teléfono cuando he
finalizado la Miscelánea semanal y me dispongo a enviarla a
la redacción. Quien llama es persona que está al cabo de la
calle de lo que sucede en la ciudad. Y, aunque me queda
tarea por delante, me cuesta mucho trabajo mostrar indicios
de querer dar por finalizada la charla en un santiamén.
Es la manera de obrar que tengo con cualquiera. Sin pararme
a pensar si es o no de interés lo que me vaya a contar. En
este caso, reconozco que mi interlocutor sabe lo suyo y
siempre me ha demostrado que, además de ser fiable, es un
lince.
-Ya te vi metido en conversación con José María Campos
en el cóctel del Tryp.
Con José María Campos y con muchas más personas que estaban
allí. Con éste, en todo caso, me limité a intercambiar los
saludos de rigor y poco más.
-Por supuesto. Te diré algo al respecto. En el grupo en el
cual yo me encontraba, y que ni siquiera te dignaste a
prestarle la menor atención, se habló de lo bien que
parecías sentirte entre los socialistas.
Hubo un tiempo en que los miembros de ese grupo decían todo
lo contrario. Y hasta hubo uno que gustaba de ensañarse
conmigo porque según él parecía que yo vivía sólo y
exclusivamente para cantar las excelencias de Juan Vivas.
Mientras que de él no me acordaba nunca.
-¿Así que nos viste?
Como para no veros... Pero si disteis la impresión de estar
reñidos con el mundo entero. O quizá es que os habían
prohibido abandonar el rincón de seguridad que alguien había
elegido para convertirlo en atalaya como símbolo del poder
local.
-¡Alto!... Tú me conoces muy bien como para creer que la
jindama es lo que me hacía permanecer amarrado a ese sitio.
Precisamente por conocerte es por lo que me extrañó que
tanto tú como otros, tan dados a pasear el escenario, para
intercambiar impresiones, donde se celebran las reuniones de
ese tipo, estuvieseis encorsetados e incapaces, por lo
tanto, de mostraros con la naturalidad que el acto requería.
-Me estás pegando la bronca. Si lo sé no te llamo...
No mientas. Tú me llamas porque sabes sobradamente lo que
sabes: que mirar por encima del hombro a quien no está
dispuesto a decir a mandar... que para eso estamos, reporta
pocos beneficios. No en vano eres lo suficiente sagaz para
comprenderlo.
-De acuerdo. Pero tampoco tu careces de astucia como para
ignorar que uno se la juega a cada paso. Ay, si de mí
dependiera, seguro que los socialistas, por más que el
delegado del Gobierno esté ganando adeptos para la causa de
manera prudente y silenciosa, no avanzaban ni un metro.
¿Qué insinúas...? ¿Acaso la forma de ser de José
Fernández Chacón os está empezando a meter las cabras en
el corral?
-Bueno, tampoco es eso. Pero siempre es mejor contar con un
enemigo a quien poder echarle las culpas de todo lo malo que
ocurre en Ceuta, cuando pintan bastos. Y Fernández Chacón,
la verdad sea dicha, está obrando como si llevara toda la
vida en esta tierra. Y así, como tú comprenderás, no tenemos
más remedio que reconocer su valía. Y seguir tragando.
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