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OPINIÓN - SÁBADO, 6 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN

¿Leones o corderos?

Por Álvaro Durán Domínguez


La Fiesta del Cordero será jornada festiva para 2010 si la previsión de los partidos políticos no cambia hasta la fecha. En principio, según adelantaba ayer El Pueblo en portada, existe consenso entre el conjunto de fuerzas políticas de la Ciudad para instaurar la festividad musulmana al calendario laboral local. Queda por acordar cuál será finalmente la fecha fijada para su celebración, decisión que dependerá a buen seguro de una junta islámica de expertos.

Si establecer una fecha definitiva para la celebración de la Pascua musulmana supondrá un contratiempo ya se verá, por el momento en lo que a festividades católicas se refiere muchas de ellas no se corresponden cronológicamente con el momento histórico que conmemoran y sin embargo forman parte de nuestro acervo cultural y sentimental más cercano. Un concilio decide por una comunidad entera y luego nadie recuerda el origen de la celebración excepto los más eruditos. Tan sólo perdura un poso, una intuición, una idea de por qué seguimos las tradiciones, a fin de cuentas nos acostumbramos a ellas, a los motivos gozosos de su disfrute y a su esencia fundamental. Lo que las fiestas religiosas rememoran son actos honorables de hombres insignes o parábolas de las que extraer una enseñanza; por eso las cuidamos a pesar de que los aspectos lúdicos empañen a veces el fondo primigenio.

La Fiesta del Cordero trae a colación un pasaje del Antiguo Testamento, el que se refiere a Abraham y su hijo. En definitiva una historia familiar a otras tantas religiones. Ceuta es tierra de religiones conviviendo en armonía, en este sentido el Día de Ceuta constituye la verdadera fiesta grande de todos los ceutíes porque a todos nos honra.

Probablemente la medida desencadene una serie de opiniones divergentes, incluso las comunidades hebrea o hindú podrían erigirse, estando en su perfecto derecho y reivindicar sus fiestas. Porque de eso se trata, de que todos albergamos los mismos deberes y derechos y la Asamblea nos representa a todos. Indudablemente estas son las cuatro comunidades mayores de Ceuta. Claro que si a ellas le añadimos las que por temas migratorios se suman, enriqueciendo y diversificando la sociedad caballa posiblemente concluyésemos que habitamos una de las ciudades más cosmopolitas o al menos, igual de cosmopolita que cualquier otra ciudad conocida. Es decir, una ciudad caracterizada por su sociedad abierta, justa, tolerante...

En un estado laico la medida, a mi entender, no guarda tanto relación con el asunto religioso como con el aun candente asunto de la convivencia intercultural en la Perla del Mediterráneo. El hecho sugiere otra reflexión, la posibilidad de erigirse en un símbolo a favor del mutuo entendimiento y la normalidad más absoluta que predica la democracia en Occidente.

No sería aconsejable desaprovechar al respecto la ocasión para analizar la situación actual. En un panorama político donde periódicamente se recrudecen los enfrentamientos amparados en conflictos religiosos sin resolver, Ceuta debería constituir la salvedad que demuestre hasta donde están dispuestos a llegar la ciudadanía y su representación electoral.
 

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