Quien iba a decirme la tarde del
pasado 24 de agosto en Lugo que, perreando por la milenaria
ciudad (“Patrimonio de la Humanidad” por su soberbio
conjunto de murallas romanas), iba a encontrarme en un
céntrico kiosco el último número de la revista “Geo” con un
sugerente título en portada, “Marruecos. El largo viaje de
la memoria”, coordinado por la periodista Carla Fibla y con
un excelente reportaje gráfico (y fotos de archivo) de
Alfredo Cáliz. “¿Cómo y por qué ejerció España una acción
protectora en el norte de Marruecos; ¿qué queda hoy de
aquellos años?; ¿cómo nos recuerdan?”, se pregunta la
autora, una joven y prestigiosa profesional quien, no
obstante, sigue hablando de “ejército colonial” confundiendo
como tantos, unas veces por ignorancia y otras por interés
ideológico, la figura jurídica de un “Protectorado” (con
fecha, aunque incierta, de caducidad) de la de una vulgar
“colonia”.
Ricardo Barceló, presidente de la asociación de antiguos
residentes “La Medina”, pone un punto de color en el
reportaje, pero es sin duda la figura del tetuaní doctor Ibn
Azzuz Hakim, decano de los historiadores de Marruecos y el
marroquí que ocupó un puesto más elevado en la
administración civil del Protectorado español además de, más
tarde, notorias responsabilidades en la Administración del
Reino de Marruecos tras la Independencia (1956), quien una
vez más pone el punto sobre las íes con “Los logros de la
labor ‘civilizadora’ (entrecomillada en el texto, ¿qué
quieres decir Carla?) de España en Marruecos”, que “siguen
aún hoy en entredicho”.
Azzuz Hakim sale al paso de unas serie de errores -son sus
palabras- “sobre las múltiples circunstancias por las que ha
atravesado el Protectorado español”. “Unos lo han hecho a la
ligera” y, otros, “con la premeditada intención de denigrar
la acción protectora de España”. Advierte mi viejo amigo
Benazuz que España “no tuvo más remedio que adherirse” al
Protectorado impuesto a Marruecos por el convenio secreto
anglo-inglés de 8 de abril de 1904, cuando por cierto
“durante el siglo XIX España fue la única nación europea que
defendía la independencia y la integridad de Marruecos y la
soberanía del Sultán, aferrándose a la política del
mantenimiento del statu quo en el Mediterráneo occidental”.
Después de señalar que España solo pudo ejercer su acción
protectora “en un periodo de 28 años de duración”, vuelve a
matizar lo obvio: el “Marruecos no útil”, la llamada
“chuleta marroquí” como zona adjudicada a nuestro país en el
convenio franco-español del 27 de noviembre de 1912”.
Finalmente y después de una abundancia de datos, positivos a
esa labor “civilizadora” de España que la coordinadora del
reportaje parece poner en evidencia, Azzuz Hakim destaca
-pese la diferencia de las relaciones materiales- “Que en el
orden moral no existe comparación alguna entre la obra
española y la francesa”, realizando España una encomiable
labor “que los detractores de esa obra silencian o lo más
minimizan”; por si fuera poco, “En lo religioso España
respetó escrupulosamente la religión islámica y sus
instituciones”. Algunos, en Ceuta, deberían leer y releer
bien estas líneas de un prestigioso historiador marroquí
antes de lanzar aviesas críticas. Yo, una vez más y pese a
cierta diferencia, estoy orgulloso de mi viejo y entrañable
amigo Benazuz. ¡Gracias, maestro, por tu honestidad y coraje
para con España!.
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