Felipe González dijo de él: “Es un hombre bueno que tiene la
suerte de que se le note en la cara”. La frase de González
es de premio grande. Se la sacó de la manga un día de 1986 y
todavía no ha perdido un ápice de vigencia.
Ser bueno es una cualidad que ofrece muchas dificultades
para ser mensurada. Pero lo que nadie podrá negar es que FG
acertó de pleno cuando destacó que la bondad estaba calcada
en el semblante de Manuel Chaves.
Verdad es que sólo con cara de bueno no se ganan elecciones
ni se consiguen logros continuados. Si bien en el caso que
nos ocupa, ese elemento perceptible y no medible puede haber
influido bastante en el devenir como político del presidente
de la Junta de Andalucía.
Con cara de bueno fue Chaves elegido presidente el 27 de
julio de 1990. Y eso que aceptó la candidatura a
regañadientes. Porque se lo rogó encarecidamente el hombre
que adivinó que con sus rasgos faciales estaba predestinado
a ser presidente de Andalucía hasta que se aburriera.
Parece mentira que hayan transcurridos ya 18 años desde
aquel día, que, a la chita callando, consiguió éste ceutí
ganarse la voluntad de los andaluces. Sin apenas levantar la
voz y huyendo durante la campaña de todo tipo de
enfrentamientos. Y, sobre todo, dando la impresión de no ser
ninguna lumbrera. Es decir, tratando de que se le viera
menos inteligencia que la que pudiera tener. ¡Qué arte! Y
cuánta sobriedad a la hora de competir.
Su primer obstáculo fue Gabino Puche: un rico jiennense, que
sabía trajinarse la calle y cuyo lema era el siguiente: “Le
voy a ganar a Chaves porque es un desecho que han enviado
desde Madrid”. El tal Gabino tuvo, al parecer, los mismos
éxitos políticos que Hernández Mancha.
El efecto Teófila Martínez, en su momento, según aireaba
Javier Arenas, se quedó en nada y menos ante el estilo laigth y de escaso compromiso con Andalucia, que le
achacaban sus adversarios al hombre perteneciente al “clan
de la tortilla”. Y qué decir del ya mencionado Arenas. Quien
con su aire de riquito de provincias, su desparpajo, su fama
de niño prodigio y su enorme parecido al mejor Charles Boyer
de la época, tampoco fue capaz de tumbar al político
socialista. Y no sería por falta de medios.
Cierto es que el presidente de la Junta de Andalucía ha
tenido que enfrentarse a graves situaciones. Cómo no
acordarse de la de los trabajadores de Astilleros y la de
los paros biológicos de los pescadores; y las ocasionadas
por el desastre medioambiental de Doñana y el cierre de
Delphi, etcétera. Mas siempre supo salir airoso de tales
circunstancias tan negativas como capaces de llevarse por
delante a cualquier presidente. Por más que éste gozara de
fama de bueno y tuviera la suerte de que se le notara en la
cara.
Aunque lo que más me sigue llamando la atención, acerca de
quien está siendo agasajado donde le parieron, aprovechando
el día de la Ciudad, es que sus enemigos llevan toda una
vida buscándole las cosquillas de la corrupción. Y, dado que
no han conseguido aún dar con la veta que conduzca al filón,
sólo pueden echarle en cara que sus hermanos disfruten de
empleos. La suerte de Chaves se llama honradez.
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