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OPINIÓN - MARTES, 2 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN

Manuel Chaves

Por Manuel de la Torre


Felipe González dijo de él: “Es un hombre bueno que tiene la suerte de que se le note en la cara”. La frase de González es de premio grande. Se la sacó de la manga un día de 1986 y todavía no ha perdido un ápice de vigencia.

Ser bueno es una cualidad que ofrece muchas dificultades para ser mensurada. Pero lo que nadie podrá negar es que FG acertó de pleno cuando destacó que la bondad estaba calcada en el semblante de Manuel Chaves.

Verdad es que sólo con cara de bueno no se ganan elecciones ni se consiguen logros continuados. Si bien en el caso que nos ocupa, ese elemento perceptible y no medible puede haber influido bastante en el devenir como político del presidente de la Junta de Andalucía.

Con cara de bueno fue Chaves elegido presidente el 27 de julio de 1990. Y eso que aceptó la candidatura a regañadientes. Porque se lo rogó encarecidamente el hombre que adivinó que con sus rasgos faciales estaba predestinado a ser presidente de Andalucía hasta que se aburriera.

Parece mentira que hayan transcurridos ya 18 años desde aquel día, que, a la chita callando, consiguió éste ceutí ganarse la voluntad de los andaluces. Sin apenas levantar la voz y huyendo durante la campaña de todo tipo de enfrentamientos. Y, sobre todo, dando la impresión de no ser ninguna lumbrera. Es decir, tratando de que se le viera menos inteligencia que la que pudiera tener. ¡Qué arte! Y cuánta sobriedad a la hora de competir.

Su primer obstáculo fue Gabino Puche: un rico jiennense, que sabía trajinarse la calle y cuyo lema era el siguiente: “Le voy a ganar a Chaves porque es un desecho que han enviado desde Madrid”. El tal Gabino tuvo, al parecer, los mismos éxitos políticos que Hernández Mancha.

El efecto Teófila Martínez, en su momento, según aireaba Javier Arenas, se quedó en nada y menos ante el estilo laigth y de escaso compromiso con Andalucia, que le achacaban sus adversarios al hombre perteneciente al “clan de la tortilla”. Y qué decir del ya mencionado Arenas. Quien con su aire de riquito de provincias, su desparpajo, su fama de niño prodigio y su enorme parecido al mejor Charles Boyer de la época, tampoco fue capaz de tumbar al político socialista. Y no sería por falta de medios.

Cierto es que el presidente de la Junta de Andalucía ha tenido que enfrentarse a graves situaciones. Cómo no acordarse de la de los trabajadores de Astilleros y la de los paros biológicos de los pescadores; y las ocasionadas por el desastre medioambiental de Doñana y el cierre de Delphi, etcétera. Mas siempre supo salir airoso de tales circunstancias tan negativas como capaces de llevarse por delante a cualquier presidente. Por más que éste gozara de fama de bueno y tuviera la suerte de que se le notara en la cara.

Aunque lo que más me sigue llamando la atención, acerca de quien está siendo agasajado donde le parieron, aprovechando el día de la Ciudad, es que sus enemigos llevan toda una vida buscándole las cosquillas de la corrupción. Y, dado que no han conseguido aún dar con la veta que conduzca al filón, sólo pueden echarle en cara que sus hermanos disfruten de empleos. La suerte de Chaves se llama honradez.
 

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