Si por fuera esta bella ciudad,
estratégicamente situada en un marco geográfico incomparable
que nada envidia al “Paraíso Natural” asturiano se engalana,
un año más, para festejar su “Día”, por dentro el Presidente
de la Ciudad Autónoma, Juan Vivas Lara, se apresta a
encarrilar su futuro en un marco más amplio que el puramente
local, de la mano de la Junta de Andalucía.
Ceuta se adentra en el siglo XXI con cambios de calado en su
tejido social; reducida sensiblemente su guarnición militar
pero manteniendo, en lo sustancial, una amplia base
funcionarial a doble banda (Estado y Ciudad Autónoma) que
conforma, en la actualidad, su mayor base “empresarial”,
Ceuta se perfila como una dinámica ciudad de servicios
flanqueada por una gran competidora que va tomando velocidad
al otro lado del Estrecho, Tánger, con la que sería
saludable establecer algún tipo de relaciones. Tampoco debe
desdeñarse el vuelco demográfico, étnico-religioso para ser
exactos, en ciernes, pues en pocos años la población
musulmana será mayoría en la ciudad por lo que, en puridad,
caben esperarse cambios en la representación ante la
Asamblea y, seguramente, en la dinámica social. Ceuta (y
Melilla) serán en breve dos ciudades españolas con clara
mayoría de población musulmana; ¿estamos, unos y otros,
preparados para ello…?. Aunque España es constitucionalmente
aconfesional, reconociéndose obviamente religiones de
“histórico arraigo” (la cristiana y la musulmana van aquí
parejas), la simbología del Estado sigue cargada
externamente de unos signos católicos que, por respetables
que fueren, ya no representan a la inmensa mayoría de la
ciudadanía (las estadísticas administrativas no son más que
un alucinógeno de masas, a la praxis me remito). Hoy, la
Vírgen de África es la Patrona de Ceuta; ¿podrá -y deberá-
seguir siéndolo en el inmediato mañana…?. Entiendo, con sumo
respeto pero con la necesaria firmeza, que la estabilidad y
paz social de esta ciudad pasa, sin prisas pero sin pausas,
por ir devolviendo las formas externas de fenomenología
religiosa a las comunidades respectivas. Ceuta es España y,
por tanto, no es una ciudad ni cristiana, ni musulmana, ni
judía, ni hindú. Ahora lucen y brillan, en instituciones
oficiales, símbolos cristianos de todo tipo puestos ahí por
la mayoría dominante; en pura lógica, ¿encontraremos mañana
el Corán o la Mano de Fátima en las mismas?. Deben buscarse
soluciones imaginativas, con inteligencia política y
sensibilidad social, Constitución en mano. Ceuta, la ciudad
de las cinco culturas (los religiosamente no alineados,
agnósticos y librepensadores también existimos), se lo
merece.
Aunque susceptible de otras lecturas, debiera verse con
simpatía la apuesta del “Club de Inversores Marroquíes”
(junto al “Consejo Mundial de Marroquíes Residentes en el
Extranjero”) por abrir una sede en Ceuta, como anunciaba
ayer G. Testa en “El Pueblo”. No es paso fácil para una
institución marroquí, que solo lo daría previo el visto
bueno del Gobierno del vecino país. Pese a ciertos discursos
algo está cambiando y, como ya escribí, el futuro de Ceuta
pasa por mirar a la Bahía Sur, sin complejos, hablando con
el Reino de Marruecos (“amigo estratégico” pese a sus
veleidades anexionistas) de casi todo pero manteniendo
gallarda, en las Murallas Reales, la bandera con los colores
rojo y guarda.
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