Agosto se ha ido. Se presentó
atiborrado de fuego y hecho un Caín. Y, claro, antes
de irse quiso recordarnos, por si acaso lo habíamos
olvidado, que nadie es tan joven que no pueda morir ni tan
viejo que no pueda vivir. Y es que ya lo señaló muy bien
Montaigne: no morimos porque estemos enfermos sino
porque estamos vivos.
Los gaditanos, ya talluditos, solemos tocar madera todos los
agostos. Y razones tenemos para ello: porque fue un 18 de
ese mes, en 1947, cuando se produjo una explosión en Cádiz y
mientras el cielo se teñía de rojo las calles de la capital
se convertían en campos de amapolas. Hubo 152 muertos y
5.000 heridos.
Tal tragedia se me vino a la memoria en cuanto conocí la
ocurrida en el aeropuerto de Barajas. Pues aquella noche
agosteña, siendo yo un niño, pensé en la muerte por primera
vez. Y bien pronto comprendí que ésta se halla siempre al
acecho de manera perpetua e inminentemente. Produciendo,
cuando se presenta, dolor y miedo a partes iguales.
Mas como estoy vivo y concienciado de que soy finito, no me
queda otra que seguir luchando. Y ello pasa por escribir de
cuanto acontece en esta ciudad. La cual se dispone a
celebrar la fiesta grande de cada año en el Patio de Armas
de las Murallas Reales. Escenario espléndido, sin duda; pero
que me hace sufrir de agorafobia. Y ello, con gran pesar, me
impide asistir a un acontecimiento donde el presidente de la
Ciudad, Juan Vivas, acostumbra a discursear, a medida que
van pasando los años, con la misma tranquilidad que si lo
hiciera en el patio de su casa. De modo que la gente, que
acude a la cita, queda arrobada ante el pico de oro de quien
lleva trazas de convertirse en mito local. Si no lo es ya.
Ante la desesperación de Pedro Gordillo.
Las desavenencias entre el presidente y el vicepresidente
del Gobierno han sido la comidilla de los últimos meses.
Comentarios y murmuraciones que han ido aumentando durante
el mes que ha finalizado y que nos ha vuelto a recordar que
vivimos de manera tan precaria que bien nos valdría ser más
razonable a la hora de competir aunque sea con los propios.
Puesto que el problema entre Vivas y Gordillo, se me antoja
a mí, se viene suscitando porque ambos se disputan parcelas
de poder. Y, sobre todo, se está poniendo de manifiesto que
los diferencia una forma de ser tan opuesta que no cesa de
generar antipatía entre ambos.
Desecho, eso sí, como dicen algunas lenguas afiladas y
prontas en la acusación sin pruebas, que haya una lucha por
cuestiones crematísticas... Pues ni por asomo veo yo a Vivas
capaz de caer en tentaciones de esa índole. Lo tiene casi
todo. Mucho más, y no hace falta que se lo pregunte, de lo
que pudo haber soñado nunca jamás. Y quienes hablan de
corrupción deberían abstenerse si no cuentan con las pruebas
adecuadas.
La realidad es que Vivas y Gordillo son antagónicos en todo.
Y lo que no entiendo es cómo se las han apañado para
conllevarse durante el tiempo que han dejado entrever que
formaban un tándem perfecto. Si bien me atrevo a dar una
pista: pudieron aguantarse mientras el segundo era senador y
pasaba más horas en Madrid que en Ceuta. Pero cometieron el
error de jurarse fidelidad compartiendo el mando de un
Ayuntamiento donde está demostrado que ambos se repelen.
Triste y penosa situación.
|