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					El calendario islámico es de carácter lunar, computando el 
					principio y fin de los meses según la primera percepción 
					visual del creciente lunar en el cielo, componiéndose de 354 
					días y 8 horas, dando un cambio anual completo cada 36 años 
					por lo que sus fechas cambian anualmente en relación al 
					calendario gregoriano, adoptado por Occidente y reconocido 
					en el mundo entero. Ramadán, el “mes santo” por excelencia 
					para la “Umma” o comunidad musulmana, cae el noveno mes del 
					calendario y en él las dos ramas del Islam (sunnís y shiítas) 
					festejan memorables acontecimientos: la muerte de Khadiya, 
					primera esposa del Profeta, la muerte de su yerno Alí, el 
					nacimiento de Al-Husayn (nieto de Mahoma), la batalla de 
					Badr y la conquista de La Meca. También se conmemora en este 
					mes la revelación coránica en la “Noche del Destino” (laylat 
					al-Qadr), en la que según la tradición el Corán “descendió” 
					sobre el Profeta (suele celebrarse entre diez o cinco días 
					antes de acabar el mes).  
					 
					Ramadán es principalmente el mes del ayuno (sawm) por 
					excelencia, uno de los cinco Pilares del Islam. Durante el 
					día (desde la salida a la puesta del sol) está absolutamente 
					prohibido comer, beber y tener relaciones sexuales, así como 
					fumar o escuchar música profana. Están exentos de ello los 
					niños (suelen asumir esta disciplina espiritual 
					progresivamente y según la edad, primero ½ día, luego un día 
					entero…), las mujeres embarazadas o lactantes, las personas 
					viejas y los enfermos; también si fuera necesario los 
					viajeros. Eso sí, salvo los ancianos y los muy pequeños, el 
					resto deben “recuperar” los días perdidos de ayuno a lo 
					largo del año. Se celebra con gran regocijo, tanto la 
					llegada diaria de la noche como la ruptura final con la que 
					se clausura el obligatorio ayuno del Ramadán, en la que 
					tiene lugar la “Pequeña Fiesta” (`ïd al-Segher) en 
					contraposición a la “Fiesta del Cordero” o Fiesta Grande, 
					que tiene lugar dos meses después de Ramadán. 
					 
					¿Es el Ramadán un mes “de paz”, como suele proclamarse?, 
					¿tan solo de ayuno, caridad y oración…?. Desde luego, en la 
					tradición árabe preislámica sí era un mes sagrado de tregua, 
					pero curiosamente en el mundo islámico están firmemente 
					arraigados notables acontecimientos bélicos que empujan, a 
					ciertas corrientes extremistas, a declarar precisamente este 
					periodo el “mes de la yihad” o de la guerra santa, sirviendo 
					de paradigma la batalla de Badr, comandada por el Profeta, 
					así como la toma (pactada) de La Meca (618 de la Era Común) 
					durante este mismo mes sagrado; el kurdo Saladino derrotó 
					también durante un ramadán a los Cruzados en la batalla de 
					los Cuernos de Hittim (4 julio 1187), junto al mar de 
					Galilea; en otro ramadán, los mamelucos de Egipto lograron 
					rechazar y quebrar el poder del Imperio Mongol en la batalla 
					de Ayn Jalut (3 de septiembre de 1260). Más recientemente, 
					marcó un hito la ofensiva lanzada por Egipto y Siria contra 
					Israel en una fecha doblemente sagrada, el 6 de octubre de 
					1973: “Yom Kippur” (Día del Perdón), festividad de las más 
					importantes para el Judaísmo y en pleno Ramadán (mes santo 
					para el Islam); el nombre en clave del ataque árabe era 
					simbólico y significativo: “Operación Badr”. Así mismo y en 
					otro plano, solo durante el Ramadán de 2007 el terrorismo de 
					matriz islamista golpeó en veinte países con 282 atentados 
					(sinagogas de Estambul, Riad…), causando 1327 muertos; en 
					Irak, el ejército norteamericano sufrió 80 bajas (Nota: 
					véanse “Pilares del Islam” y “Noche del Destino”). 
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