Mientras le doy al acelerador
respetando los límites de velocidad, excepto cuando mi pie
se va por su cuenta que es la mayoría de las veces, veo
pasar el paisaje de cuatro Comunidades Autónomas (AndalucÌa,
Murcia, Valencia y Catalunya) con anécdotas para todos los
gustos.
En Andalucía descubro que la autovía está totalmente ocupada
por vehículos con “jorobas”, de tan cargados como van, y en
casi todos los coches se nota demasiado la cargada
“atmósfera” enlatada en los mismos y enturbiada por lo que
parece ser cientos de alientos de otros tantos ocupantes.
Caras somnolientas, párpados que pesan como si fueran
cortinas de plomo, niños lloriqueantes y madres ramplonas
echadas de cualquier manera en el asiento del copiloto.
En cualquier estación de servicio, zona de restaurantes,
etc. Las imágenes parecen calcadas de las anteriores con
exactitud milimétrica. Gente durmiendo al raso sobre mantas
o alfombras. Niños correteando por aquí y por allá
levantando las iras de algunos conductores no musulmanes que
no están para sustos. Lavabos llenos de gente y mierda con
los suelos super mojados por meadas que fallan el blanco a
conciencia. Alfombras de trozos de papel provinentes de los
rollo del culo, con la marca marrón del correspondiente
ojete. Desperdicios que algún día fueron envoltorios de
cosas comestibles y cascos de plástico de botellas de agua
tragadas haciendo gárgaras ruidosas por bocas de labios
gordezuelos de mujeres que no se dejan ver ni un pelo
mientras sus acompañantes varones se ganan broncas de los
maitres por lavarse los pies en los lavabos de los
restaurantes.
Por Murcia, tanto de lo mismo. En el parking de un
Hipermercado, al que he ido a parar en demanda de alguna
bebida espirituosa (sin alcohol, solo el espíritu), un
Chrysler Voyager de un color indefinido a causa del polvo y
con más años encima de la suma de todos sus ocupantes,
vomita frente a mi visión toda una reata de niños menudos,
en edad y volumen, a causa de un descuido del responsable,
suponemos el padre. La parte trasera del Chrysler es un
auténtico dormitorio. Sus asientos abatidos dan cobijo a un
inmenso colchón donde se sientan y/o tumban esa reata de
niños. Muchos de esos niños estaban apoyados en la puerta
que estaba abriendo el que suponemos padre con el resultado
de que se vinieron abajo en tromba. Algún que otro “coco”
rebotó en el capó de mi vehículo.
Resultado del anterior párrafo: muchos chichones y rasguños,
histeria colectiva de los retoños, madres clamando a Mahoma
y a Alí, no el Mohamed sino el primo del profeta, y padres
encomendándose a Alí con el Ramadán a la vuelta de la
esquina.
En el País Valenciano descubro la picaresca de moros
baqueteados mil veces por los caminos de España. Averían sus
coches para que el seguro les cubra el regreso a casa, a la
casa que tienen ocupada en el país donde trabajan, con lo
que se ahorran cansancio y pasta. ¿por qué nunca se averían
a la ida y sí al retorno? Reflexionemos, señoras y señores,
reflexionemos.
Las áreas de servicios valencianas andan totalmente
invadidas de moros “franceses”, algún moro alemán, otro
italiano y casi ningún español. Cuando las abandonan, los
respectivos aparcamientos quedan convertidos en auténticos
vertederos.
Por fin, en Catalunya me encuentro a un grupo de unos
cincuenta o sesenta rumanos que andan implorando a todo el
mundo que los lleven a ¡Madrid! Resulta que regresaban en
autocar de su país, Rumania, pero los Mossos de Esquadra
catalanes detuvieron al conductor y a su suplente por no se
qué motivos y se lo llevaron en volandas a ComisarÌa.
Dejaron tirados a los pasajeros del autocar en el área de
Servicios de L`Hospitalet de líInfant (Tarragona).
¡¡llevaban ocho horas esperando continuar viaje!!
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