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OPINIÓN - LUNES, 1 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Aclarar primero y resolver después

El presidente de la Ciudad Autónoma, Juan Vivas, se encontró ayer con el malestar de toda una barriada, la de San Antonio, cuando asistió a comprobar la situación de los hechos en la zona después de que se declarase un incendio en las inmediaciones del Parque de San Amaro que, a lomos del fuerte viento de Poniente, trepó ladera arriba hasta sacar de sus casillas a los residentes en la zona. En momentos de desesperación es conveniente no perder la razón. Se puede disculpar, y seguro que tanto el presidente Vivas como los consejeros y otros compañeros de la Asamblea que le acompañaban sabrán disculpar algún exceso verbal que pudo escucharse en San Antonio cuando aún no se sabía si los bomberos, que dieron un ejemplo más de capacidad de respuesta, valor y saber estar, podrían controlar las llamas antes de que llegasen a las viviendas de los vecinos. Por lo que estaba en juego, en muchos casos el resultado del sudor de toda una vida, todos los implicados deben comprender el desasosiego de los afectados. En este caso es a los responsables institucionales a los que cabe exigirles más paciencia y atención porque, aunque con su simple desplazamiento hasta el lugar de los hechos para padecer juntos el humo y la tensión ya demuestran capacidad para el cargo que desempeñan, uno no puede saber cómo camina quien tiene delante si no está en sus zapatos. Y como ninguno de ellos lo estaba es de agradecer que supieran no perder los nervios y dialogar con los vecinos. Con todo, los momentos de discusión vividos en San Antonio ayer no fueron ni mucho menos lo más importante. Lo que hay que aclarar primero y resolver después en estos momentos es si el Monte Hacho en general y esa vaguada en particular tenían la atención y la vigilancia que merecen. A simple vista parece que no. El delegado del Gobierno, que también acudió al lugar de los hechos y no paró de hacer gestiones para contribuir a la mejor solución del problema, no puede permitir que ante una situación de emergencia el apoyo peninsular pueda tardar tres horas en llegar. En ese tiempo hubiera ardido toda la barriada. Para llamar a la razón hay que dar pasos para eliminar el temor.
 

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