Como estamos viendo, hacia finales
del siglo X el contexto estratégico en el Maghreb vuelve a
cambiar sobreviviendo, aislados, pequeños emiratos idrisíes
después de que Fez fuera debelada por los fatimíes (dinastía
shiíta, al igual que la idrisi). Autores como Azzuz Hakim
sostienen que estos emiratos “sólo tenían sobre sus
habitantes una influencia sobre todo religiosa”. En ésta
dirección (islamización forzada) todavía otro movimiento
beréber, el de los Laghmara, se rebelaba contra “el
esclavismo de los Idrisíes”, advertía en un excelente y
valiente monográfico (“Historia de Marruecos: las fábulas y
la verdad”) el semanario “Tel Quel” (nº 152,
noviembre-diciembre 2004), concluyendo que “después de la
muerte de Idris II en 829, sus sucesores son largo tiempo
combatidos”. Ciertamente. A la vez y siguiendo a Touhami,
“Desde el fin del reino de los Idrisíes hasta el
advenimiento de los Almorávides en 1038 (430 de la Hégira),
deviene en Marruecos un juego de luchas que oponen el
Califato Omeya de Córdoba a los Fatimíes instalados en
Ifrikia, el actual Túnez”.
El más conocido de los últimos emiratos idrisíes fue el de
Hayar Al-Nasr. Tras ser derrotados, los últimos idrisíes
organizan la resistencia en torno a la fortaleza de Al-Nasr,
sobre cuya ubicación ha habido diferentes hipótesis,
ubicándola bien en la zona de Alhucemas, Asilah, el “yebel”
Habit o en la cabila de Sumata, (montañas homónimas en las
inmediaciones de Alcazarquivir), donde unas ruinas parecen
avalar su existencia. Desde este castillo gobernaron los
tres últimos príncipe de ascendencia Idrisi: Al-Kasim I
también conocido como Guennun (926-948); Ahmed I (muerto en
954) y Al-Hassan II, fallecido en el 984 como adelantamos
ayer.
Al Kasim I logró controlar gran parte del norte del Maghreb,
aunque no pudo recuperar la histórica capital idrisi, Fez.
Tras morir le sucede su hijo, Ahmed I, quien reconoce a
Abderrahmán como Califa Omeya de Al-Andalus ordenando la
plegaria religiosa de los viernes en su nombre, pactando con
él y reconociendo su soberanía sobre las ciudades de Tánger
y Ceuta; tras morir en combate (954) contra la España
cristiana en tierras de Al-Andalus (la España mora o
musulmana), es sucedido por su hermano Al-Hasan II,
recrudeciéndose los enfrentamientos en el Maghreb que es
usado como tierra interpuesta entre dos de los tres
califatos entre los que se repartía el mundo islámico: el
shiíta Fatimí (primero en Kairuán) de El Cairo y el sunní
Omeya de Córdoba (Al-Andalus); el Abasida de Bagdad quedaba
fuera de juego por la distancia.
El general Al-Rumi es enviado desde Kairuán para tomar Fez
(entonces bajo control omeya), que es conquistada por asalto
(959) así como gran parte del Maghreb; Al-Hasan II le rinde
pleitesía; desde Córdoba, Abderrahmán III contraataca
recuperando por un tiempo todo el país, hasta que en 966
vuelve a caer en manos fatimíes, Otra vez el emir idrisi
(971) decide depender de los fatimíes, tras lo que Al-Hacam
II de Córdoba consigue -no sin reveses- sitiarle en 973 en
la vieja fortaleza de Hayar Al-Nasr. Tras varios vaivenes,
logra recuperar con ayuda fatimí sus tierras en el Maghreb
(984), falleciendo un año más tarde (¿muerte natural,
ejecutado?) tras ser vencido por las tropas omeyas de
Almanzor
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