La insurgencia khariyí seguía
dando coletazos. Alí II ha de pelear contra un “andalusí”
(¿árabe, bereber, de familia hispano-visigoda conversa…?),
Abdelrazak Al-Fihri, originario de Huesca, quien llego a
levantar una poderosa fortaleza en las montañas próximas a
Salé a la que llamó “Uaska”; llegó a tomar uno de los
barrios de Fez, precisamente el de “Al Andalus” poniendo en
fuga al mismo Alí II. Posteriormente otro príncipe Idrisi,
el futuro Yahya III, auxiliado por el resto de la población
de Fez restablece la situación.
Yahya III (890-904, aproximadamente) reina en Fez hasta que
muere combatiendo, según Levi-Provencal, “contra las tropas
de un pretendiente de su propia familia” (su primo Yahya Ben
Idris), tras lo que éste accede al trono con el nombre de
Yahya IV (904-921). Rey enérgico, logra extender el
territorio bajo soberanía Idrisi haciendo que se invoque su
nombre en todas las mezquitas durante la plegaria de los
viernes. Para Touhami, “Yahya IV es, de todos los reyes de
la dinastía Idrisi, uno de los más justos, más cultivados y
de más coraje. Muy piadoso y erudito en teología”. Se ve
incapaz, no obstante, de poder detener un fuerte ejército
que penetra por el este, con efectivos combinados del
antiguo emirato khariyí de Tahart (sometido en 908 por
tropas del Califato Fatimí de El Cairo) y de los imames
shiís de Kairuán (precisamente este ejército es el que asola
el emirato sunní del Nekor en 917), mandado por el beréber
Mesala Ben Habbus Al-Macnasi (citado por Azzuz Hakim); en
una segunda expedición en 920, Yahya IV es derrotado
recluyéndose en Fez mientras el resto del reino es tomado,
no sin antes reconocer la soberanía de los nuevos
conquistadores shiís (recordemos la original ascendencia
shiíta de la dinastía Idrisi) al menos hasta 922, año en el
que se retira a Asilah (al sur de Tánger), de donde años más
tarde sale para intentar alcanzar Ifrikia (la actual Túnez)
“para intentar justificarse ante el Imám shií” (Azzuz Hakim),
muriendo en Mahdia el año 943 durante el sitio de la ciudad
por tropas khariyís”. Para Terrasse, “así terminó por una
decisión del shií Ubaid-Al-lah la dinastía de los Idrisíes
de Fez”, mientras que los últimos príncipes idrisíes junto a
algunos seguidores, abandonan la ciudad tras caer ésta en
manos del Califato Fatimí dispersándose (algunos se refugian
en las montañas del Rif) por todo el país; los últimos
idrisíes que sobreviven en el norte (región de Tánger), son
sometidos finalmente en 974 por un cuerpo expedicionario de
tropas procedentes de Al-Andalus (España islámica), enviado
desde Córdoba, señala B. Lugan.
Como veremos mañana, Al-Hassan II (el último rey de
ascendencia Idrisi) acaba sus días en el Maghreb el año 984
(tras una estancia en Córdoba) peleando a las órdenes del
Califato Fatimí shií (¿una vuelta a los orígenes
ideológicos…?) intentando recuperar su trono, capitulando
finalmente ante un poderoso ejército enviado desde el
Califato de Córdoba (Al-Andalus) por el propio Almanzor. Es
interesante la estimación de Laroui, para quien “los
descendientes de los idrisíes serán claramente shiítas”,
“islamizando el oeste del Maghreb de una manera casi
autónoma pero menos particularista que la intentada por los
Barwuata”, antes de ser completamente berberizados tras la
caída del Califato de Córdoba.
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