Después de más de treinta años
comprando un medicamento para el asunto de la tiroides, me
dice el farmacéutico que no me lo puede vender, que tiene
que ser con receta. Asunto solucionado, hay que buscar a mí
médico de cabecera para que me dé la correspondiente receta.
Que, por cierto, tengo que decir y digo, en honor a la
verdad, que fui atendido con toda amabilidad.
Receta en mano, no entré en España, que eso seria sombrero
en mano, según la canción O sea, para aclararnos, que receta
en mano entré en la farmacia y el farmacéutico no tuvo
inconveniente alguno en darme el medicamento. Asunto
solucionado y a esperar par de meses para ir, de nuevo, por
otra receta.
Llevado por mí curiosidad, ¡Dios por qué me has hecho tan
curioso!, le pregunté al farmacéutico cuál era el motivo
para que, después de treinta años, se tuviese que pedir una
receta para poder acceder al medicamento.
El farmacéutico, amigo mío todo hay que decirlo, me dijo que
además de esta clase de medicamentos, eran otros muchos los
que no se podían expender a los clientes sin la
correspondiente receta médica. Entre otros, por irnos a los
más utilizados, los antibióticos y los anti – inflamatorios.
Según sus palabras para evitar el abuso de los mismos, por
la fea costumbre que tenemos de automedicarnos. Eso, que
duda cabe, es una falta de cultura en la utilización de los
medicamentos y esa costumbre de automedicarnos.
Lo que no entiendo muy bien, uno es profano en la materia,
por eso pregunto cuando ignoro algo, no como algunos
políticos que no preguntan y siguen sin enterarse de nada.
Naturalmente que preguntar sobre algo que ignoran unos
ignorantes, es como decía la sabia de mí abuela: “pan con
pan, es comida de tontos. Pues eso.
Teniendo en cuenta, el asunto de las necesarias recetas para
determinados medicamentos, pienso que puedo aportar algo,
para mejorar la crisis económica que estamos atravesando.
Con mi idea, que como todas las que tengo son
extraordinarias, nos podríamos ahorrar anualmente, miles de
millones de las antiguas pesetas. M explico
Cando uno va al médico y este cree que con tres inyecciones
tiene bastante para curarse, pues le manda sólo las tres
inyecciones y no una caja con doce, porque nueve no le van a
valer para nada. Igual método se seguiría con las pastillas,
los supositorios o los jarabes. Qué, usted, necesita seis
pastillas, por qué recetarle una caja de veintiocho, se le
recetan seis y el farmacéutico echa esa cantidad en un tarro
apropiado para ello.
La idea no es mía, por supuesto, ya que se práctica en otros
países de la UE, pero la recuerdo por si podemos tomar nota
de ella y ponerla en práctica en nuestro país.
Con ello evitaríamos que cada españolito tenga en su casa
dos cajones o más de medicamentos que no le valen para nada
y que, además, no saben que hacer con ello. Al mismo tiempo
ahorraríamos miles de millones de las antiguas pesetas y le
hacíamos un gran favor a todos los hogares españoles
evitándoles tener en casa par de cajones de medicamentos que
no le valen para nada. ¿A qué es buena la idea?.
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