Un día, de forma inesperada, hizo
la maleta y se marchó a Barcelona. Nuestro entrañable
compañero y amigo, nos dejó. El hecho ocurrió en el año
1962. Jesús había salido de aquella Escuela de Formación
Profesional del Parque de Artillería. Se había especializado
en la modalidad de tornero, llegando a ocupar, en el momento
de tomar la decisión de dejarnos, una gran responsabilidad
en el Taller. Todos los trabajos que se presentaban con
alguna dificultad, caían en sus manos.
Fui compañero de escuela, no coincidiendo con él en ningún
curso. Él estaba, por razón de edad, un curso por encima del
mío. Al finalizar nuestros estudios, por haber obtenido un
premio especial, el “Elorza”, otorgado al mejor alumno al
finalizar su escolarización, consiguió su plaza. Era
optativa la incorporación al campo laboral, que te
garantizaba un puesto de trabajo. En general, se aceptaba.
Hasta su marcha estuvimos compartiendo responsabilidades
laborales, en distintas especialidades: él como tornero y yo
como fresador, ostentando la más modesta de las categorías:
oficial de tercera.
Jesús asistió como alumno, antes de incorporarse a la
Escuela de Formación, en el Instituto Hispano-Marroquí de
Enseñanza Media de nuestra ciudad, donde realizó los
primeros cursos. Después, coincidimos en el Instituto “Siete
Colinas” donde terminamos nuestro Bachillerato Elemental,
por el recientemente establecido Bachillerato Nocturno en
nuestra ciudad. Nos incorporamos muchos trabajadores.
Jesús Arango, arribó a Barcelona y, desde un principio
encontró un puesto de trabajo. Me comentó que las
posibilidades de trabajar, en aquellos momentos, eran
abundantes. Así que eligió uno al azar, donde empezó
realizando “trabajos en series”. Pasando unos meses, le
planteó al dueño del Taller la posibilidad de realizar otros
tipos de trabajos más creativos. Él se consideraba un
tornero más especializado. En la negociación, Jesús,
consiguió su propósito. El empresario reconoció las
cualidades profesionales de Jesús y la garantía de su
discreción y buen tono, dentro de sus condiciones humanas y
personales.
Ahora, Jesús, ha vuelto a su tierra natal, con motivo de
nuestras fiestas patronales. Nada más llegar a Ceuta me
llamó. Teníamos que vernos. Aún sabiendo cosas de él, yo no
lo veía desde que se marchó de Ceuta. Acordamos una
entrevista, en una cafetería popular.
Jesús forma parte, junto a su señora, del grupo de ceutíes
residentes en Barcelona, que pertenecen a la Casa de Ceuta
en esta ciudad, una de esas casas regionales, que tan
maravillosa labor llevan a cabo, intentando que la conexión
con nuestra ciudad permanezca viva.
Una vez en la Cafetería, nos acompañó otro gran compañero y
amigo, Genaro González, que sí compartió pupitre con Jesús.
Genaro, una vez finalizado sus estudios profesionales,
también como mecánico tornero, eligió el camino de las
armas, ingresando voluntario en el Ejército, y obteniendo,
al finalizar su carrera, el grado de capitán.
Iniciada la conversación, Genaro nos comentó, en síntesis,
parte de su historia, así como las dificultades encontradas,
en particular al jubilarse, que al parecer, se cometieron
algunos errores que todavía no se lo ha resuelto la
administración militar.
Genaro nos cuenta una simpática historia: “Él y Jesús,
vivían cerca uno del otro. Cuando tenían que realizar un
examen, se reunían para su preparación en casa de Jesús. Él,
Genaro, no recuerda como le salían los exámenes, porque lo
único que le interesaba era una de las hermanas de Jesús,
una chica muy guapa, de la que él estaba enamorado. Jesús
sonreía”.
Llegado el momento de Jesús, éste nos contó las grandes
dificultades que encontró para conseguir una estabilidad
profesional. Después de conseguir demostrar su valía, se le
presentó la oportunidad de ejercer como profesor en una
escuela de Formación Profesional, para jóvenes, en
Venezuela. Para ello tuvo que realizar unos cursos
intensivos en Vigo, con objeto de conseguir una buena
preparación didáctica.
Ya con su título, que le habilitaba para impartir las clases
de torno y fresa, Jesús se trasladó a la citada república,
donde, en principio, pasó serias dificultades. Primero se
trasladó sólo; después se hizo acompañar de su familia. Para
conseguir el mayor rendimiento con sus alumnos, se enfrentó
a la Administración, al considerar que las máquinas
existentes, no eran adecuadas para llevar a cabo sus
programas, consiguiendo que, de nuestro país, le llegara la
sustitución por maquinaria nueva. Desarrolló, como no podía
ser de otra manera, una labor muy meritoria, pero cumplido
el período de cinco años, decidió su vuelta a Barcelona.
De nuevo en la Ciudad Condal, a Jesús no le faltaron ofertas
de trabajos, consiguiendo puestos de grandes
responsabilidades, llegando a realizar estudios de Maestría
Industrial, que en la práctica no lo necesitaba. Con el
reconocimiento y gratitud de aquellos a los que les prestó
sus valiosos servicios, Jesús pasó a la situación de
jubilado, dedicándose por completo a los suyos.
He querido hacer una semblanza de un antiguo alumno, de
nuestra desaparecida Escuela de Formación Profesional. Pero
con Jesús y Genaro pasamos por sus aulas muchos alumnos, que
conseguimos una buena formación, y nos dedicamos a otras
actividades.
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