Hijo póstumo de una de sus
concubinas, la bella beréber Kenza, Idris II fue aupado al
trono tras la regencia del fiel liberto Raxid y un notable
árabe, Abou Khaled Yazid, reinando más de veinte años (murió
en 828) no sin inicialmente asesinar (hacia 808) al jefe de
la tribu de las Awraba, Ishaq, que había acogido a su padre
a fin de consolidarse en el poder; curiosamente, el Maghreb
entroniza a una dinastía descendiente de Mahoma que había
sido apartada del poder, en Oriente Medio, por Omeyas y
Abasidas. Destacan en el largo reinado de Idris II tres
acontecimientos: la arabización e islamización del reino
(muchas veces en contra del substrato étnico beréber), las
contínuas guerras de expansión y la fundación de Fez.
A fin de reforzar su trono, aglutina alrededor del mismo
contingentes árabes (solo su guardia personal era de
quinientos hombres), poniendo al frente de su reino un visir
(árabe también) y acogiendo refuerzos llegados de Ifrikiya
(Túnez) y Al-Andalus (España). Militarmente, organizó en 812
una expedición parcialmente exitosa contra las tribus
Masmuda del sur de Marruecos (hacia el Sous) y, en 814,
logró la sumisión del jefe Zenata; desde Ifrikia fue
hostilizado por la Dinastía Aglabí, vasalla del Califato
Abasida de Damasco, mientras que hacia el oeste Idris II se
abstuvo de atacar al reino de los Barwata. La extensión de
su reino fue poco más que la de su padre, pero la obra por
la que pasó a la historia fue la fundación de la ciudad de
Fez. Hagiógrafos como Jawad Touhami escriben exultantes:
“Deja tras él un Estado pujante donde reina la seguridad, la
paz social, la expansión económica, un Estado respetado por
el mundo entero”. En todo caso sus relaciones con los
beréberes son, en líneas generales, difíciles (Lugan).
Tras mandar ejecutar (808) al jefe de los Awraba, la tribu
beréber de los alrededores del Yebel Zerhum, abandona
prudentemente Oualili (Volúbilis) para fundar a no más de 30
kms. la ciudad de Fez, en un sugerente entorno: cruce de
caminos en las rutas este-oeste y norte-sur, clima templado,
tierra feraz y agua abundante. Terrase no duda en afirmar:
“Que su emplazamiento haya sido fijado por Idris I o por su
hijo, el lugar de la nueva ciudad estaba admirablemente
escogido”. Parece que Idris I establece inicialmente, en
789, un pequeño enclave militar (Medinat Fas)”; en 809, su
hijo Idris II funda sobre la ribera opuesta el barrio de los
Karauin, “Al-Alia” (La Alta), en la que estableció su
palacio acuñando monedas. En la primera se concentraba en
principio la población beréber, mientras que la segunda era
mayoritariamente árabe; sobre “Medinat Fas” se asientan en
814 unas ochocientas familias “andalusíes” exiliadas de
Córdoba, amurallándola y dándole su carácter actual. Acogió
también Idris II a una numerosa población judía, permitiendo
su establecimiento en Fez a cambio de un tributo anual de
treinta mil dinares; también parece que pudo haber un
pequeño barrio cristiano en la zona andalusí, según podría
deducirse de una de las puertas de acceso: “Bab Al-Canisa”.
Al-Kirtas sentencia: “No ha dejado la ciudad de Fez, desde
que fue fundada, de ser el asiento de la jurisprudencia, del
saber, de la paz y de la religión. Es la capital del Maghreb,
su eje, su centro y su polo”. Sin duda, Fez es el logro
imperecedero más notable de la Dinastía Idrisi.
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