Se lo digo ustedes, desde mi
Málaga la Cantaóra, donde acabamos de finiquitar una feria
que ha sido una especie de inmenso botellón. Pero llevándose
las criaturas las botellas de Cartojal y los cartones de
sangría de sus casas, en bolsas del Supersol, para
emborracharse sin demasiado dispendio. Pero agarrarla (me
refiero a la melopea). Sublime, broncosa, fiestera y al son
de las pandas de verdiales. Las calores y los colores.
Pero mirando el euro. Porque, aquí, la gente, tiene cada vez
más conciencia de que vamos directos a la ruina y los
politicastros, ni son catedráticos de Economía, ni tienen
puta idea. Ni los unos ni los otros. Ni los izquierdosos, ni
esos que ahora se dicen “centristas”. Y como, oficialmente,
no existe una derecha neoconservadora como en el resto de
Occidente, lo que opine la derecha no cuenta. Oigan ¿A quien
votaremos los que nos consideramos neoconservadores en la
línea de Sarkozy? ¿Quién o quienes demandarán nuestro
despreciable y ninguneado voto? De seguro (esto es pura
habla andaluza) que algún ventajista vendrá en plan
chupóptero con la sobada oferta de “no somos de derechas,
pero, si nos votas, votarás a la no-izquierda”. Vale. Como
si se vota a Porrina de Badajoz. Y, los andaluces,
iluminados por los espíritus evanescentes de los genios
descansados del cante grande, vamos teniendo muy claro que,
en Rumanía, están ofertando veinticinco mil puestos de
trabajo para ir a arrimar cemento en las obras. Boom
inmobiliario rumano. Natural. A nosotros nos han mandado a
sus mendigos y exportar pobreza siempre ha sido un
maravilloso invento. Eso sí, importarla es menos maravilloso
para el importador.
Y no existen medidas claras para frenar el empobrecimiento
al que nos enfrentamos. ¿Qué están gruñendo ustedes con
caras de vicuñas, osease, cabras salvajes del Perú? ¿Qué soy
una ruinera y tengo más mal vagío que el Pepiño Blanco?
Vale. Pero con mal fario y todo el Pepiño se ha pillado un
pedazo de ático a veinte metros del mar, allá por la costa
Gallega, para vacacionar ¡Lo que son las recalificaciones!
Si pasa en Marbella seguro que, la culpa de todo, la tiene
Juan Antonio Roca, que construye prevaricando y corrompiendo
a pie de rompeolas y para rizar el rizo del tráfico de
influencias, arroja directamente las aguas fecales de los
apartamentos al mar para cargarse a los percebes y a los
mejillones. ¿Qué están murmurando ahora con expresión de
popes ortodoxos tras una empachera de kéfir? ¿Qué añoran el
programa “Aquí hay tomate” portavoz de la justicia y de la
policía en el tema Malayo?. Pues se joden y se apuntan a los
autobuses que van a fletar para Rumanía y para Polonia, para
que, los españoles y las españolas con pensiones de
trescientos euros para abajo, se larguen a dar el callo y a
poner ladrillos y dejen de porculear.
Y con instrucciones claras de, cuando lleguen, reclamar a la
abuela, que tiene una paguilla de ciento ochenta euros y se
está consumiendo de miseria en un agujero de diez metros. De
hecho, para que se nos mueran los jubilados de hambre en
España, mejor que se mueran en Bucarest y así nos ahorramos
la mala imagen de ver a los ancianos mendigando para comer.
¡Por favor! No consuman mi paciencia, que yo no soy Pedro
Román, salmantino y caballero, que es el hombre que, con más
señorío, encaja las injusticias y las persecuciones de “los
de arriba”, que ya saben como son de puercos. Yo no soy,
como Román, cristiana vieja de pura cepa, ni tengo la serena
templanza que da el tener la conciencia tranquila y la
consciencia, de que hubo un tipo de treinta y tres años que
habló de otros tipos que, como Pedro Román, pueden
considerarse bienaventurados.
Pero yo nada tengo que ver con las Bienaventuranzas, sino
que palpo y contemplo la realidad de que, los españoles,
necesitamos urgentemente ayuda humanitaria de los
gobernantes de los países más ricos o de los gobernantes que
son los más ricos de sus países. Comprendo, comprendo que,
desde los despachos de moquetas mullidas y cristales
tintados para no ver la verdadera miseria, es muy fácil
arrimar los cientos de miles y los millones de euros a los
países exóticos. Nosotros, como somos más bien vulgares y
corrientes pero en absoluto exóticos, quedamos relegados en
cuanto a prioridades. ¿Pensión de invalidez? Trescientos
eurillos. Me digan, me cuenten si no es para apoyar mi
iniciativa de dirigirme al Rey de Marruecos que aparece en
la lista de los hombres más ricos del planeta, para
mendigarle que haga caridad con nuestros ancianos, que nos
construya asilos y residencias, que nos monte esos comedores
sociales donde se arriman familias enteras, de rodillas por
la feroz hipoteca, para comer por dos euros el cubierto. Mi
voz clama en el desierto del pasotismo y la crueldad de
nuestros políticos ¡Mohamed VI, Mohamed VI, dé de comer a
nuestros ocho millones de pobres!.
Y si el jeque del petróleo Jamalí-Jamalajá se lía a
mandarnos leche en polvo, latas de comida, buena carne
congelada como otrora Evita Perón y toneladas de trigo y
cereales para repartir gratis entre la población no vamos a
alzar la nariz ni a poner gesto de asco. Porque se está
pasando hambre. Hambruna silenciosa. Pobreza vergonzante de
no poder pagar la luz y poner un puchero sin avíos para
comer toda la semana.
De corazón. Necesitamos la ayuda humanitaria y la
cooperación internacional. Y a los Poderosos, me consta, no
se les va a caer la cara de vergüenza. Porque vergüenza no
tienen.
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