Tradicionalmente (también ahora),
el Maghreb ha sido tierra de acogida para desplazados y
exiliados de todo tipo que, en el caso de contar con algún
tipo de ascendencia noble (árabe, familia del Profeta…) eran
rápidamente acogidos. Al-Nafs Al-Zaquía, Imám descendiente
de Mahoma por su hija Fátima fue derrotado y muerto en el
786 en Arabia, durante el transcurso de una rebelión, por un
poderoso ejército abasida; su hermano Idris logró huir,
alcanzando Fustat (la capital del Egipto musulmán) para
continuar hasta el Maghreb después de atravesar Kairuán y
Tremecén acompañado de algunos seguidores, recalando en
Tánger dos años antes de afincarse en Oualili (la antigua
Volúbilis romana), a los pies del Yebel Zerhum, donde fue
proclamado Imám (789, 172 de la Hégira) por la tribu beréber
local de los Awraba (originaria de Argelia) que, pasando por
alto su adscripción al shiísmo (la segunda corriente del
Islam después de la ortodoxa sunní) veían en él, sobre todo,
un “xerif” descendiente del Profeta. Al-Bacri e Ibn Khaldún
reseñan su pertenencia al “mutazilismo” (doctrina
filosófica).
Antes de morir envenenado (julio de 793) por orden del
Califa Abasida, Idris I aglutina y lidera una coalición
beréber embarcándola en un proceso de expansión territorial
por el actual Marruecos, sin alcanzar las planicies
atlánticas al sur de Chellah (reino Barwata) o el Rif
(emirato del Nekor, reino de Ceuta…) pero sí tomando la
región de Taza y la ciudad de Maisena; “tenemos que admitir
(señala Azzuz Hakim) que las guerras de Idris iban dirigidas
no contra los barwuata -a quienes no parece que se haya
atrevido a atacar- sino contra las tribus judías y paganas
del este del Maghreb”, añadiendo: “En lo que si están de
acuerdo todos los historiadores es en que Idris obligaba a
todas las tribus que sometía a abrazar el Islam”.
Efectivamente, Al-Kirtas reconoce que esas regiones estaban
insuficientemente islamizadas, habiendo numerosas tribus
judías y cristianas así como “una masa de población beréber
que no había renunciado por completo a la idolatría y al
culto del fuego” (…); “Más no cesó el Imám Idris de
combatirlos y desalojarlos hasta que abrazaron el Islam de
grado o por fuerza…; castigó con la muerte o la esclavitud a
los que rechazaban el Islam, asoló su territorio y destruyó
sus fortalezas”. Tras la dura conquista emprendida, su reino
(embrión del actual Marruecos según la historiografía
oficial) según Terrasse “Parece haber comprendido todo el
norte marroquí, sin las regiones costeras, la región de
Taza, las llanuras atlánticas hasta el Buregreg, el país al
sur de Mequinez hasta Tadla; al sur de Fez, la región del
Alto Sebú; en fin, una zona de influencia indirecta
alrededor de T´lamsan”. Recordemos que al norte, en la
costa, permanecieron independientes el emirato del Nekor
(junto a Alhucemas) y el pequeño reino de los Beni Isäm de
Ceuta.
La legitimidad de Idris I era fundamentalmente religiosa,.
De ahí infiere correctamente V. Morales que “aun cuando
berberizada étnica y culturalmente, la Monarquía en
Marruecos poseerá desde un principio una aureola, un perfil
‘santón’, chorfa, de entronque próximo al profeta. La
legitimación religiosa del futuro sultán estuvo servida
desde un principio”. Ciertamente.
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