Cuando presentó por última su
propuesta de Presupuestos Generales para la Ciudad Autónoma,
en diciembre del año pasado, el presidente del Ejecutivo
local enumeró todos los objetivos a los que debían servir
las cuentas públicas diseñadas para este año: a atender las
demandas de los más necesitados, dando prioridad a las áreas
de Acción Social, Vivienda, Empleo y Educación, am antener,
incluso aumentar, el esfuerzo inversor, tanto en
infraestructuras< como en equipamientos; a consolidar los
avances logrados en la calidad y cobertura de los servicios
básicos, ya sean de índole medioambiental o comunitaria; a
moderar el crecimiento de la carga financiera y del
endeudamiento, propiciando, al mismo tiempo, el ahorro neto;
a apoyar, hasta el límite de nuestras capacidades legales y
posibilidades financieras, el desenvolvimiento de la
actividad económica; a proteger el patrimonio cultural de
nuestra ciudad en sus distintas manifestaciones y a fomentar
el comportamiento cívico y los valores democráticos.
Los últimos Presupuestos de la Ciudad se diseñaron el la
última parte del ciclo económico del denominado ‘milagro
español’, días de vino y rosas, por llamarlos de alguna
manera, que parecen temporalmente finiquitados.
Ahora, en la escasez, es donde el Gobierno del Partido
Popular deberá demostrar la capacidad y la cintura necesaria
para gestionar la nueva coyuntura económica sin que los
ceutíes, pero muy especialmente los más necesitados, se vean
gravemente afectados en su vida cotidiana por ello.
Las primeras declaraciones públicas de los diferentes
responsables institucionales al respecto han ido en la mejor
línea: el Gobierno ceutí se ha comprometido a perseverar en
su vocación social y a trasladarla de forma directa a sus
previsiones presupuestarias para el año próximo. Además, ha
garantizado que no jugará con el futuro económico de la
Ciudad en forma de endeudamiento excesivo. Su trayectoria es
un aval de confianza incomparable.
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