Abd Abu Allah Muhammad al-Idrisi fue el cartógrago autor de
la Tabula Rogerina, un mapamundi donde África aparecía al
norte y Europa al sur, tal y como entendía su lógica
almohade. Al-Idrisi nació en Ceuta hacia el año 1.100 y, por
muy audaz que pudiera ser, nunca imaginó que su cabeza
viajaría en el maletero de un taxi.
Después de 908 años tras su nacimiento pero en la misma
ciudad, el artista ceutí Ginés Serrán Pagán fue a la galería
de arte que el escultor tiene en el Hotel-Parador La
Muralla. Serrán Pagán ha donado a la barriada El Príncipe
uno de los bustos del cartógrafo forjados en bronce y plata
que descansan junto a las cristaleras de la galería. Es una
réplica de la cabeza de la escultura completa que se ubica
en la plaza situada junto al desdoblamiento de las Palmeras.
Con un golpe de riñones Serrán levantó el busto, de unos 30
o 40 kilos, y lo depositó en uno de los carritos para
transportar maletas del hotel. El escultor iba a elegir
junto al arquitecto municipal, Javier Arnaiz, el lugar más
adecuado para su obra en la barriada.
El taxi que tomó Serrán iba en dirección de la Oficina
Técnica de Obras de la Ciudad de El Príncipe. Al-Idrisi iba
atrás, en el maletero, sus viajes en el siglo XII no
debieron ser mucho más amenos. En la oficina estaba Arnaiz
esperando, “es preciosa” dijo con sinceridad en un primer
vistazo. Hubo un traslado de coche y de maletero. “¿De qué
está hecha?” preguntó Arnaiz una vez instalados en el coche,
“Un 95 por ciento es de cobre y tiene también algo de zinc y
estaño. Esta aleación le da mucha dureza, te asegura una
durabilidad de entre 8.000 y 10.000 años. Esta es la que
prefieren los chinos, hay bronces en Shangai con unos 8.000
años de antigüedad y ellos continúan haciéndolas igual”
explicó Serrán Pagán. “Los romanos preferían darle plomo
¿no?-replicó Arnaiz- eso las hacían más maleables”.
La conversación terminó con el frenazo del coche. En frente
una obra amplía y polvorienta situada en el vértice entre el
cementerio de Sidim Embarek, la calle Capitán Claudio
Vázquez y el acuartelamiento de El Serrallo. El cielo,
abolutamente abotellado, detacaba los verdes vidriosos del
rostro de Al-Idrisi.
Trasladaron la estatua a una de las incipientes
construcciones de roca del espacio. La ciudad tiene
proyectada crear allí una plaza, en suelo militar cedido
gracias a un acuerdo con la Ciudad por el que se encargarán
de construir una tapia y facilitar la salida de vehículos ge
El Serrallo.
Arnaiz comienza la explicación de como será el proyecto: “La
idea es situarla en un elemento triangular que iría en una
de las esquinas de la plaza. Primero iría una mastaba, donde
podría sentarse los vecinos y después un pedestal formado
por elementos circulares donde iría la propia estatua”. “¿Y
colocarla en el centro de la plaza?” inquirió Pagán. “Creo
que no, creo que algo así sería para un lugar muy urbanizado
y este espacio es demasiado libre, algo en medio de la
ciudad como las plazas de Florencia”. Serrán miró al frente
y pudía ver las zonas arboladas, el extenso cementerio de
Sidi Embarek y el mar confundiéndose al fondo con el cielo
nuboso. Parecía convencido con las explicaciones del
arquitecto.
“A lo ‘Acorazado Potemkin’”
“Debajo del espacio de la estatua, iría una escalinata así,
larga, a lo Acorazado Potemkin -bromeó Arnaiz con la
película del director ruso Serguéi Eisenstein- y se vería
desde abajo. La pieza, con la mastaba y el pedestal podría
alcanzar los seis metros de altura”. La idea de la altura le
gustaba a Serrán Pagan, la estatua de Al-Idrisi del
desdoblamiento de las Palmeras alcanza los cuatro metros.
Ambas estarían a una altura parecida. “Tengo una estatua
hecha con un semicírculo, una pieza redonda en el centro y
atada mediante cobres que rodean la pieza. Es muy Chillida.
¿No te parece que podría ir bien aquí, la cultura árabe da
mucha importancia a lo geométrico?”. El arquitecto se ajustó
las gafas y manejó la nueva idea. A Arnaiz le parecía mejor
la pieza de Al-Idrisi, se le notaba entusiamado con el
proyecto de la mastaba coranada con la cabeza del filósofo.
“Durante el día va a tener una luz magnífica. Mira hoy como
se reflejan los brillos en el bronce, por la noche había
pensado poner una luz tenebrista que esté bañado por un foco
de luz”. Arnaiz tenía la imagen final cada vez más clara y
el entusiamo del arquitecto parecía convencer al escultor.
“La idea sería que la cabeza mirara hacia La Meca y además
que en una plaquita debajo venga la fecha de nacimiento y
muerte tanto en la cronología cristiana como árabe” indicó
Serrán Pagán. El proyecto va tomando forma y los dos hombres
parecen embebidos en la idea. “Una encina podría acompañar
en este sitio a la escultura. Después las piezas de apoyo
estarían hechas con azulejos- Arnaiz le enseñó a Serrán
Pagán un álbaum con varias gamas de colores- Mira estos
azules, pasaría azul prusia al azul turquesa y después al
azul ultramar. Sería como poner la cabeza sobre las aguas,
simulando los brillos de una cascada”.
La cabeza de Al-Idrisi asistió imperturbable a la discusión
sobre su futura ubicación. La idea estba completa y ni
siquiera se dirigieron a las otras plazas candidatas a
realzar el bronce.
La solera de El Príncipe
La pieza es el primer bronce que se instala fuera del centro
de la ciudad, en la periferia. “Es un paso grande hacia la
integración urbanística del barrio en la ciudad. El Príncipe
es un barrio con solera, con mucha historia y una de las
barriada que ya se pueden considerar como pioneras”- explicó
el presidente de la barriada, Laarbi Mohamed- “por eso
queremos agradecer a Serrán Pagán el gesto que ha tenido con
nosotros donando sus piezas”.
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