Quería pasar el día en el Parque.
Comer tranquilamente en uno de los restaurantes ubi-cados en
el recinto y dormir la siesta en la tumbona de plástico
blanco, con una colchoneta encima, de la tumbona no de mí, y
soñar con ser millonario y propietario de un yate de trein-ta
metros de eslora.
Solo pude cumplir la mitad de mi deseo. Acudí a comer, dormí
una cuarta parte de la siesta en la tumbona de plástico
blanco pero sin colchoneta. No pude completarla porque unos
tiernos infantes me la aguaron. Exacta palabra esa: aguaron,
porque cuando estaba soñando con un pie en la pasarela del
flamante yate recién botado en los “astilleros” del Va-radero
ceutí, dispuesto a dar la vuelta al mundo con cuatro o cinco
huríes un cubo de plásti-co, decorado con esos simpáticos
coches parlanchines que llevan las letras “Cars” impresas
por todos lados, vino a soltar su líquida carga en mi
estómago. Un susto parecido al que se sufre cuando el yate
de mis sueños explota de improviso y nos manda al fondo de
las frías aguas del Estrecho.
Desagradable interrupción de una siesta que mantenía mis
labios en una sonrisa ilusa. El autor de tal desaguisado
aguado podía haberse llevado una bronca de aúpa. Solo con
ver al tierno infante con tan angelical sonrisa bailando en
su boquita se me quitaron las ganas mal-humoradas de
abroncarlo. No es más que un niño de dos años, uno de esos
niños que jue-gan en el agua de escasa profundidad de esa
parte del Parque dedicada a ellos precisamen-te.
Ello significa que he sacado el talante de la tolerancia
ante un hecho intrascendente pero que tiene su miga.
Transpolando este hecho con lo ocurrido en la Europa
“moderna” del Es-te, invasión por cojones de Rusia en
Georgia, la siesta veraniega de los líderes europeos ha
tenido tal sobresalto que se han quedado con la boca
congelada. Es fácil comprender que el miedo sigue presente
en sus ánimos. No se atreven a condenar enérgicamente esa
inter-vención en la soberanía de un Estado y resulta a todas
luces un malísimo ejemplo.
Es fácil de comprender que Rusia no ha digerido
tranquilamente el aniquilamiento de su poderío con la
independencia de tantas repúblicas que estaban sometidas a
su yugo y las in-tenciones de una región autónoma del país
invadido les han venido como anillo al dedo.
La retirada inmediata de su ejército significaría un revés
para sus aspiraciones y ello re-dunda en el remolón intento
de hacer ver al mundo que están muy lejos, los rusos, de
acatar los ordenamientos de los demás países.
Supongamos que Georgia está dentro de la UE… ¿se atreverá
ésta a hacerle frente a los rusos? ¿Enfrentará el hipotético
ejército europeo a las divisiones rusas?, mucho me temo que
no. SI hubiera ocurrido como en la hipótesis se estaría
gestando una tercera guerra mundial demasiado caliente.
Es fácil comprender que los rusos carecen de tolerancia.
Carecen de legalidad para hacer lo que les salgan de los
huevos en países soberanos. No son más que un atajo de
mafiosos encabezados por un putanero de donde sale el
apellido.
Todo esto viene ahora en un momento difícil en el concierto
mundial: por un lado los is-lamistas, por otro lado los
soviéticos disfrazados de demócratas porque no tienen más
re-medio y por otro lado la verdadera mafia, la de las
drogas, las financieras abusivas y el cártel del petróleo
que son los aspersores de las simientes del mal.
Imagínense Vds. si estos ataques territoriales ocurrieran en
el país. Que un país extranje-ro nos invadiera a causa de
que nosotros defendiéramos nuestro territorio de las manos
de los separatistas y/o anexionistas… no quiero ni pensarlo.
La OTAN, entre tanto muy en su papel decorativo cuando se
refiere a Rusia. ¿No te jode?
|