Nada más entrar cualquiera podría imaginar que se trata de
un paraíso terrenal. Gigantes palmeras que casi alcanzan el
inmenso cielo, impresionantes lagunas que desprenden olor a
sal, exóticas plantas que dan color al verde prado y una
hilera frondosa de hamacas blancas que se despliegan a lo
largo y ancho de todo el recinto.
Con estas descripciones se podría presentar el legado que
dejó César Manrique en la ciudad autónoma de Ceuta y que hoy
ceutíes y visitantes conocen como el Parque Marítimo del
Mediterráneo. Una atracción que se presenta como alternativa
a las playas y que acoge a un altísimo número de visitantes
cada día. ¿Motivos? Variados. Comodidad, tranquilidad,
diversión, relax. Innumerables adjetivos que califican al
Parque como uno de los lugares más exuberantes de Ceuta.
Pero, ¿qué o quienes hacen posible este paraíso en la tierra
ceutí? Un total de 60 trabajadores dedicados al
mantenimiento, la jardinería, la electromecánica y la
seguridad. Pilares que constituyen el esqueleto del Parque.
“Aunque dentro de estas áreas existen muchas variantes de
actividad como son los socorristas, vigilantes, limpiadores,
taquilleros, fontaneros, albañiles y un largo etcétera de
maniobras que mantienen el recinto impecable para que nada,
o muy poco, pueda fallar”, explicaba Ernesto Sánchez, jefe
de personal y servicios del Parque.
Uno de los primeros colectivos que aparecen a tempranas
horas de la mañana son los jardineros que se encargan de que
este similar parque botánico reluzca ante los brillos del
sol, ya que en él se pueden catalogar más de 200 especies
vegetales procedentes de diversos puntos del globo
terráqueo. Causa que puede justificar el distinto
tratamiento químico que recibe cada planta.
“Las funciones que realizamos son la de corte y
mantenimiento de césped, riego, todo con mucho cariño y
estar pendiente de los más de 12.000 metros cuadrados que
tenemos. Utilizamos abonos naturales y fertilizantes y se
consumen unos 600 kilos de nitrofosca, componentes que
necesitan las plantas, además de nitrógeno, sales, potasio,
magnesio. Todo según las necesidades que yo vea que tiene
cada planta”, explicaba José Luis de Miguel, jefe de
jardines del Parque.
Luego, los responsables de mantenimiento inician su dura
jornada. Unos se encargan, mañana, tarde y casi noche, de
limpiar los vestuarios; otros de revisar y adecuar los aseos
cada quince minutos; riego de suelos, revisión de hamacas y
sombrillas, los comerciantes en sus establecimientos, los
restaurantes a su gastronomía. Cada persona, realizando su
función. Y minutos antes de que el público llegue, los
socorristas velan por la seguridad de niños y adultos. “Se
llega por la mañana y acudimos a un cuarto que tenemos con
nuestras cosas: el flotador de rescate y eso. Se pasa por
los lagos, se revisan; escaleras por si ha caído algo de la
noche anterior, se hace una revisión completa del lago y
cada uno a su puesto para vigilar durante el día a todos los
clientes. Además, la satisfacción de dar este servicio, el
de socorrismo es gratificante, ayudando a las personas en
todo lo que necesiten”, argumentaba Yamal Dris, coordinador
de los socorristas del Parque. Y no podían faltar los
taquilleros; esas personas que amablemente, con una sonrisa
en el gesto, reciben a todos los visitantes que acceden a
las instalaciones.
La jornada transcurre con normalidad, como casi todos los
días, porque pocos han sido los altercados acaecidos dentro
del recinto. Pero al caer la noche, el enigma y el misterio
se apoderan del Parque, ya que éste va adquiriendo vida
propia en las noches del lunes y el jueves, cuando se
produce el vaciado y la limpieza de los tres lagos.
Todo comienza en la sala de bombas, el corazón del Parque.
“Aquí está el control donde se manejan las tres bombas, la
de vacío, impulsión y el geiser, que es el que manda el
chorro hacia arriba de 50 metros en las piscinas. Primero
actúa la bomba de vacío, luego las otras bombas, la válvula
general de impulsión y ya abrir todas las cataratas y
empezar a caer agua sobre ella”, explicaba Antonio García,
jefe de mantenimiento del Parque, en relación al proceso de
vaciado y relleno de las piscinas. Aunque no todo es coser y
cantar. Los lagos se vacían en una hora, aproximadamente, y
se llenan en cuatro. ¿Y por qué la diferencia? “El agua la
extraemos directamente del mar, a unos 18 metros de
profundidad. Pasa por una depuradora, para eliminar las
algas y residuos, porque no reciclamos el líquido de las
piscinas”, confesaba García.
Unas seis personas son las encargadas, las noches de los
lunes y los jueves, de sanear las piscinas del Parque, eso
sí, provistos de mascarillas, guantes y vestuario para
evitar intoxicaciones de hipoclorito: un desengrasante
vertido sobre la superficie de los lagos parecido a la
lejía. Producto estrella la limpieza de esta. A lo que se
añade otra fase, la de fumigación. “Se suele hacer cada
veinte días en cada lago, aproximadamente, para desinfectar
y evitar el verdín y los hongos en el suelo. Se tarda una
hora y media, o dos horas, y se realiza a través de una
tolva de uso manual, que lleva unos 350 litros de
hipoclorito. Va fumigado a través de una bomba. Con ello
hacemos los suelos, acceso de escaleras y piedras. Partimos
desde playa, luego cocoteros y lotes, acceso de escaleras,
suelo y ya pasamos al lago central. Así tenemos las piscinas
al día“, contaba Miguel Sánchez, coordinador de la limpieza
en los lagos del Parque.
Mientras se realizan todas estas operaciones, sonidos de
mangueras, bombas y fumigaciones inundan el Parque, de ahí
que pueda decirse que este adquiera vida propia, ya que los
pulsos de las bombas se semejan a los latidos de un corazón.
El corazón del Parque Marítimo del Mediterráneo, disfrutado
por todos los enamorados de la exuberancia y los placeres
que el aroma a sal y el olor a hierba fresca se desprenden
del recinto. Y a lo que se añade el cariño y la constancia
de los 60 trabajadores que se preocupan porque el Parque se
encuentre sano y nunca enferme.
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