Los lamentos de los comerciantes
del Paseo de las Palmeras se oyen en buena parte de la
ciudad desde hace meses, por no decir años. La aparente
agonía de un espacio tan bien situado es una verdadera pena
para la que los distintos departamentos de la Ciudad deben
preparar una acción coordinada que sirva para revitalizar,
animar y reflotar una vía que tiene todas las
características para prosperar.
Uno de los primeros pasos lo ha dado la Consejería de
Fomento al anunciar que el año que viene esa fachada de la
ciudad, una de las primeras con las que se encuentran
quienes nos visitan, será objeto de importantes inversiones
para la rehabilitación de los extraordinarios edificios que
en ella se encuentran. Ahora es momento de escuchar a
quienes viven y trabajan en ese espacio para encontrar la
fórmula idónea para hacerla atractiva para pasear, sentarse
y comprar.
Los comerciantes parecen dudar ahora mismo del beneficio de
la calle peatonalizada o semi-peatonalizada, como se
encuentra actualmente. Es, en realidad, un debate que ya se
oyó cuando la Ciudad emprendió una actuación similar en el
Paseo del Revellín. Seguramente a día de hoy ninguno de los
negocios que se encuentran en esta vía aceptarían que se
planteara siquiera una vuelta atrás. El Paseo de las
Palmeras es, si cabe, un espacio aún más propicio para una
peatonalización íntegra, si es que los departamentos
competentes se inclinan por ella. En primer lugar, por las
magníficas vistas de que goza sobre el puerto deportivo, un
espacio llamado también a crecer y tomar nuevos bríos a
corto y medio plazo. En segundo, porque podría convertirse
en un espacio de paso casi obligado para todos los pasajeros
de los ferrys y cruceros que llegan a la ciudad. Ese paseo
tiene al alcance de la mano buena parte de los atractivos
turísticos del centro de la ciudad, un horizonte inigualable
y unas posibilidades de expansión difícilmente igualables.
Hay que ponerse a pensar cómo aprovechar todas sus
potencialidades.
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