Sigo en la ciudad, tras tres días
de “vacaciones” recorriendo el entorno con alguna que otra
escapada al país vecino.
El Parque sigue ahí. No se ha movido por lo que me
tranquiliza. En ocasiones acudo para estar con mi familia,
que permanentemente ocupa el mejor lugar. Entro y salgo del
Parque con esa facilidad pasmosa que da el carné de abonado.
Estamos en Ceuta, en el norte de África. Ciudad gobernada
por el PP que mira siempre a su propio ombligo antes que al
de los demás. Ciudad donde las convocatorias de los Planes
de Empleo se realizan de una manera superflua con líos en
las relaciones con el INEM.
Estamos en una ciudad en la que los minusválidos tienen más
problemas que en otras ciudades. Casi el 80% de la ciudad es
zona vedada a los mismos.
No digamos de la barriada de San José, llamada también Hadú
en intentos de darle ti-pismo moruno. Es una barriada
totalmente imposible para los minusválidos físicos. Sobre to-do
la zona comprendida entre Coronel Gautier y Miramar. Calles
con escaleras imposibles, totalmente inaccesibles hasta para
los más ancianos. El corazón de estos ya no tiene aque-llos
resortes de fuelles que tuvieron en su larga vida. Ahora
resoplan con bramidos de ñus desmandados que cualquier
sobresalto los parará definitivamente.
Estamos en una ciudad cuyas autoridades miran con malísimos
ojos la Ley que obliga a reservar plazas laborales a los
minusválidos. Autoridades del PP se entienden. Autoridades
de ese partido que cambian, con cinismo, sus directivas.
Como ejemplo de lo que escribo está ese episodio de las
denuncias del PP ante el Tribunal Constitucional sobre el
Estatut de Catalunya y su insistencia sobre la ilegalidad
del mismo, en cuanto al tema de financiación, para cuando
descubre que los catalanes no le votan… cambiar de opinión y
criticar al Go-bierno porque no cumple el mismo. ¿No te jode
este cinismo?
Es el único partido, el PP, que se opuso a que se aprobara
el reconocimiento de la len-gua de signos aunque después
cambiara de signo. Es el único partido, el PP, que sigue po-niendo
peras en el olmo de la ambición y del cinismo.
Si no fuera porque tengo serias dificultades para permanecer
en mi propia ciudad, seguro que me dedicaría en cuerpo y
alma para intentar deshacer esos entuertos que nuestras au-toridades
fomentan contra los minusválidos. Sí, he dicho que fomentan
contra los minusváli-dos porque dispongo de bastantes
documentos y he comprobado “in situ” la nefasta gestión de
las autoridades locales, que no las representativas del
Estado, por hacer cumplir las leyes que favorecen a este
colectivo.
No puedo, en serio, confiar en quienes dicen representar a
determinados colectivos de minusválidos porque están para
beneficio propio que para otra cosa. Todo ello con el bene-plácito
de nuestras autoridades que solo los ven como un recolector
de votos para sus fines antes que para otra cosa. No todos
los representantes de minusválidos, desde luego, son
culpables. Algunos lo son más que otros.
Lo siento, pero desde que asumí la presidencia de una
Federación española me di cuen-ta de ese problema inherente
al PP: su poca dedicación al ámbito social de los españoles
y su acérrima codicia. Esta opinión no cambiará en mí aunque
cambien los del PP.
Esto no es óbice para que tenga amigos en ese partido. Una
cosa es la persona humana y otra cosa es el político en sí.
¿Está claro?
Si consideramos que es un deporte favorito de la Ciudad
designar con el dedo a cuantos quieren tenerlos en el
talego, los minusválidos lo tienen peliagudo, excepto
aquellos que son familiares de los más mandamases… ¿Qué
podemos hacer?
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