Una mañana en la que Helios
descarga con tanta fuerza su materia sobre la ciudad.
Escasos peatones en la Gran Vía. Los pocos que osan salir a
la calle, cuando no están en las orillas del Mediterráneo,
suelen resguardarse de los rayos solares en los bares que
abren cuando no están de vacaciones.
Un hombre sale del palacio municipal, dejaré de llamarlo de
la Asamblea porque eso ya me parece de chiste, y se cruza en
mi camino. Es el presidente de la Asociación de Vecinos del
Sarchal. Anda un poco enfadado porque su barriada sigue como
hace veinticinco años. Le recuerdo que escribí un reportaje
sobre la misma, sobre la suciedad que impera en los
acantilados y en varias zonas de la barriada.
Hace exactamente cuarenta y tres años que yo solía acercarme
al Sarchal, con mis primos de la calle Sevilla solíamos
descender, a trancas y barrancas, por imaginarios senderos
que recorrían en zig-zag el precipicio hasta alcanzar la
cala que daba sobre la vertical de la mencionada calle.
Acantilados limpios de aquellos tiempos. Aguas cristalinas
cuando el levante se calma de los nervios. Rocas del fondo
perfectamente visibles a ojo descubierto y muchos pulpos
cambiando de color en intentos de pasar desapercibidos entre
las rocas.
Chiquillos jugando con la pelota dentro y fuera del agua,
haciendo verdaderos equilibrios para no patinar sobre los
cantos rodados húmedos y cubiertos de musgo… tiempos
maravillosos que no vuelven por la desidia del ser humano.
Está claro.
El problema que tienen las barriadas que no sean las del
centro es peliagudo. Dejadas de la mano del
Alcalde-Presidente (iba a escribir de Dios, pero se que éste
no tiene culpa alguna, ahora se dedica a meter goles)
obsesionado con la tercera jardinera de la Gran Vía y los
dos kilómetros que la siguen dirección monte Hacho. Los
doscientos metros anteriores a la mencionada jardinera
siempre están limpios de polvo y paja. No es para menos si
en esa zona siempre tienen un equipo compuesto de jardinero,
regante, basurero, etc. que limpian la misma baldosa tres
horas alternativas.
Bueno, la política de nuestras autoridades sobre la limpieza
de la ciudad tiene un solo nombre: el Centro. Las demás
barriadas parecen no existir en las carpetas de estudios
medioambientales del Ayuntamiento. Para efectuar intentos de
calmar a los vecinos hacen simulacros que no duran más de
tres horas…
¡Cuánta gratitud recabarían de los vecinos afectados si
dedicaran el presupuesto para construir embellecedores en la
mediana de la Avenida de España a limpiezas extremas de las
barriadas! Mucha pompa y boato para una simple mediana, con
artículos en los medios de comunicación profusamente
ilustrados cuando la verdad no es más que una pifia
tremenda.
No me digan que en la carretera a la frontera han realizado
una obra de arte, en la bifurcación de Loma Colmenar, que me
da un ataque de risa. Se nota que esas cosas tienen
preferencia a limpiar el resto de la ciudad, por donde,
seguro, no llevarán jamás a los visitantes ilustres. ¿Por
qué no realizaron el protocolo de la visita real con paseos
por las demás barriadas? Al menos tendría, nuestro Rey,
referencias medioambientales con las que discutir en sus
próximas reuniones con el presidente del Gobierno ¿No?
Parecía que venía a Ceuta con venda en los ojos y guiado por
el lazarillo de turno. Me sigue extrañando sobremanera esa
“Escoba de Plata”.
Si tuviera el espacio que precisara el artículo que
escribiría, con profusión de fotos, daría tanta vergüenza a
quienes otorgaron esa escoba, que no a “quienes están en el
ajo”. Pero como es un artículo que ocuparía ocho páginas… ya
me dirán Vds. cómo convenzo al editor.
En fin, como no tengo poder para tomar decisiones que lleven
a una limpieza general de todas las barriadas, sólo tengo el
derecho al pataleo y a escribir, es bueno que los vecinos
tomen carta en el asunto –empezando por ellos mismos, no
ensuciando tanto las calles- y a través de las respectivas
Asociaciones insistir sobre la materia. Ceuta no es
solamente el centro. También son Ceuta todas las barriadas
¿verdad?
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