Tras el desembarco, Tarik decide
atrincherarse a lo largo de dos meses en una isla de la
cercana bahía: “Al Yazira” (Algeciras). Pero no adelantemos
acontecimientos. Aunque todo este proceso está envuelto en
la leyenda, la heurística (investigación de documentos o
fuentes históricas) nos acerca la realidad de forma bastante
verosímil, pues aunque bastante posteriores existen
suficientes referencias en obras cristianas y musulmanas.
En cuanto a las últimas, autores como Marrakusí refieren
hasta cuatro diferentes versiones, siendo quizás la más
completa la “Ajbar Machmúa” (Colección de Tradiciones),
escrita entre el 940 y el 1025. Claro es que los autores
musulmanes no comparten criterios historiográficos
empíricamente evaluables: para éstos no existe el concepto
de “conquista”, se trataría siempre de una “fatiha”
(apertura), término con sentido religioso ampliable a todo
la expansión islámica. Hay más problemas conceptuales, como
el de “tolerancia”, pues para Occidente y el Islam no
significa lo mismo como advierte Álvarez Palenzuela: “La
idea de la tolerancia musulmana debe de ser revisada: en
todo caso se tolera a aquellos que sería perjudicial
extirpar con demasiada brusquedad”. Si el abrupto y
sangriento final de las tribus judías de Medina son un
inquietante referente histórico recogido en el mismo Corán,
debe reconocerse no obstante que, en líneas generales, la
“tolerancia islámica” para con los pueblos del Libro (La
Biblia) fue un notable avance para la época en la relación
conquistador-conquistado. Por parte cristiana existe un
alegórico folklore, del que son buena muestra la leyenda de
la bella hija de Don Julián (noble con poder en la región de
Gomara y Ceuta), Florinda “La Cava” (La Prostituída), la del
rey visigodo Rodrigo y el Palacio Encantado de Toledo.
También por parte árabe nos encontraríamos con el mito de la
estrella “Suhail”, que presuntamente marcaría el límite de
la expansión y el colonialismo del Islam: en el siglo VII
era visible hasta la región del Ebro, mientras que en 1492
apenas lucía sobre los cielos de Europa y, hoy día, solo es
percibida al sur de Tarifa, allende el Estrecho… En
cualquier caso, matiza W.M. Watt, si “Para los habitantes de
España la conquista árabe, entre los años 711 y 716 fue
fulminante como un rayo, para los árabes la invasión de
España representó simplemente (sic) una fase más de un largo
proceso de expansión”.
¿Cuál era la situación en la Península?. Como advierte el
polígrafo Menéndez Pidal, “Las grandes invasiones han
coincidido siempre con una descomposición política y social
de las naciones sobre las cuales se desencadenaron. Y así es
que pasó también en la España visigótica”. Para Sánchez
Albornoz el panorama era el siguiente: “Intrigas,
zancadillas, odios. Ambiente de discordia civil. Y
entretanto, al otro lado de la frontera del Estrecho, avanza
un pueblo de guerreros, recién convertidos a una fe
novísima; a una fe que es a la par una religión y una
organización estatal; un pueblo que ama la lucha y la
rapiña; un pueblo ebrio de entusiasmo y de pasión y que
aspira al dominio del mundo”. ¿La historia es cíclica, hay
un eterno retorno?. En todo caso, parece que hay una serie
de fuerzas profundas que marcan el declive de pueblos y
sociedades.
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