El salazón es una de las enseñas
de la Ceuta más tradicional. Un producto típico ligado a las
esencias marineras de esta tierra que ahora, al principio un
poco solos y cada vez parece que más respaldados, se está
intentando promocionar como atractivo alimenticio y
turístico de la ciudad autónoma.
En una época en la que la actividad pesquera local está
pasando por grandísimas dificultades, en la que el sector
turístico despega lenta pero parece que firmemente y en la
que la conciencia colectiva sobre la necesidad de dar
oportunidades a sectores como el de las personas con algún
tipo de discapacidad, el proyecto de mini-fábrica de
salazones que está desarrollando FEAPS con el apoyo de Los
Verdes-Grupo Verde, la Ciudad Autónoma, el Hotel Parador La
Muralla y empresas privadas como Grúas Hacho es digno de ser
seguido con atención.
Primero porque lo que se envasa en esos paquetes es
genuinamente ceutí: el salazón es un producto elaborado
artesanalmente, al que no se le añaden ningún tipo de
componente extra. Es, dicen los expertos, pescado natural
que únicamente lleva sal, aire y calor, sin ningún tipo de
mezcla.
De su tipismo caballa puede salir, precisamente, su
atractivo comercial, especialmente dirigido al exterior, ya
que es de suponer que quienes degusten de este tipo de
alimentos en la ciudad no dejarán de probarlos. Esta es una
ciudad con escaso ‘merchandising’, por lo que a precios
módicos y con una presentación como la que se está probando
podría convertirse sin problemas en un recuerdo idóneo para
llevar a familiares y amigos. Si prospera, además, con
optimismo, el proyecto podría dar lugar a plazas de trabajo,
de las que Ceuta también anda muy escasa. Se trata de una
idea aparentemente muy simple que demuestra el valor del
espíritu emprendedor que tan acertadamente está impulsando
la Cámara de Comercio y la propia Ciudad Autónoma, que
deberían mimar a los ejemplos que puedan prosperar.
|