¿Qué están murmurando? ¿Qué plagio
el título del articulejo de Carmen Rigalt aparecido el
sábado 16 de agosto en la contraportada de El Mundo?
Natural, todo se pega menos la hermosura y a lo mejor me
adentro, a estas alturas de mi evolución espiritual y
humana, en ese tipo de periodismo pedorro y ventajista,
carroñero y pretendidamente “gracioso” que practican tipas
como la Rigalt para levantarse un jornal y poder comer todos
los meses. Sin grandes pretensiones, eso si, porque de (como
dicen en mi barriada) el Güachinton Pó no la van a llamar,
mayormente porque echa más embustes que el almanaque
zaragozano y encima, tras tantos años escribiendo los mismos
chistes manidos e idénticas gracietas sobadas, la Rigalt
anda más quemada periodísticamente, que el cenicero de un
bingo.
¿Qué musitan con lenguas sibilinas, imitando a la sinhueso
de la cabeza de la segur que significaba el extremo poder
punitivo en la época en la que Roma era gobernada por un
dictator? ¿Qué si merece la pena pararme a reflexionar sobre
las paridas mentales de una individua que tiene más años que
un saco de gnomos y que se suda, verano tras verano, unos
euros, alojada de gorra en Marbella con la obligación de
cagar “sarcásticas ocurrencias” que provoquen una tibia
sonrisa en su Amo, Pedrojota, cuando la Carmen Rigalt tiene
más malaje y da más mal vagío que recibir una citación de
los Juzgados? Pues sí me merece la pena, porque repatea los
cojones el que, polvorientas “azotadoras” del gilismo, se
eternicen en los diarios, sin más méritos que recurrir a la
difamación ramplona, a la injuria fácil y a rozar la
calumnia, con el valor y las pelotas, no de quien se sabe
que escribe a pecho descubierto, como servidora, sino de
quien se cree respaldada por los abogados y los dineros del
todopoderoso El Mundo.
Así es muy fácil ensañarse con personas como Pedro Román y
su mujer Maripi, personas amables y educadas. Y atreverse a
llamar a un señor como Pedro Román que ha mamado la clase
intelectual de cinco generaciones de médicos y de
castellanos de bien “chulángano”. ¡Más quisiera el gato
lamer el plato! ¡Y más quisiera la Rigalt haber tenido en su
vida la oportunidad de que le hubiera dicho al menos “ahí te
pudras” un caballero como mi padre espiritual Pedro Román ¡
Pero Román no es de los que se ajuntan con pelanduscas ni
indocumentadas, sino que siempre le han tirado las señoras
funcionarias por oposición, currantas, con nivelón cultural,
buenísimas personas y con cojones para, ante una puta
eventualidad, ponerse en una fila de entrega de paquetes en
una cárcel y charlotear con las mujeres de otros presos y
quedar con ellas para tomarse un cafelito en la barra del
barecillo de Alhaurín de la Torre, sin tonterías ni dengues,
ahora consolando, ahora dejándose consolar. ¿Maripi con
joyones y haciéndose la pijotera? Para dedicarse a la labor
de la prensa en plan casquería inmunda, no es que hagan
falta grandes atributos intelectuales, pero sí al menos un
mínimo de información. Aunque la información que necesita la
momificada Rigalt, que se aferra con tenacidad a su espacio
sin dar oportunidades a nuevas generaciones de
profesionales, seguramente más brillantes y más veraces, es
más que suficiente :sabe perfectamente que, tanto Pedro
Román como Maripi son personas educadas y no corre el riesgo
de que vayan en su busca a arrastarla por los pelos ni a
meterle una capujana. Una querella si le pueden interponer,
por aquello de “el trinque” que es llamar ladrón a un señor
que jamás ha sido condenado por ningún robo y que “entra y
sale de la cárcel como si fuera un atracador de fin de
semana”, calumnias puras y duras, contra Román y contra
Instituciones Penitenciarias e injurias por lo de
“chulángano” y difamación por todo el artículo de marras.
Aunque la culpa de todo la tiene mi hermano Antonio Rubio,
el subdirector del invento, que no tiene disculpas porque es
de Melilla, es amigo mío del alma desde hace veinticinco
años, de los tiempos dorados de Interviú donde tantos casos
de clientes míos siguió y contó, junto a mi otro hermano
Manolo Cerdán, ambos, Rubio y Cerdán prohijados
espiritualmente por mi esposo, el anciano Erik el Belga con
quien compartieron en los noventa curro en telecinco.
Antonio Rubio tiene que echar a esa burda chupóptera de
cenas y canapés, aduladora de quienes le rinden vasallaje y
tentona con quien sabe que no se va a llenar de mierda
respondiendo a su basura dialéctica.
Y a la mierda no la mando por no hacerle el favor de
enviarla a un ecosistema donde se encuentra a sus anchas.
Pero, donde me la eche a la cara, a partir de ahora, le
prometo un pregón, a lo corralonera, en plan rifeña calorra,
eso sí, sin mentar a los muertos que son sagrados ¿Qué la
Rigalt “se siente” demasiado encumbrada como para
engancharse conmigo que soy una gentuza? Pues tiene un
problema. Tiene un problema.
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