Convertir o dominar?; ¿Cuál fue el
paradigma de la expansión islámica?. Conquista no
significaba islamización, no solo por causa de la relativa
“tolerancia coránica” (por cierto, un gran avance para la
época) hacia los pueblos del Libro, judíos y cristianos,
sino por razones más prosaicas y muy de éste mundo: el pago
de impuestos, cuyo principal ingreso procedía de las
poblaciones no musulmanas sometidas. Azzuz Hakim es, una vez
más, esclarecedor: “… este estado de estancamiento no estaba
acorde con el espíritu belicoso del Islam primitivo, cuya
difusión y extensión dependían en sumo grado de sus
conquistas armadas”. Como concluye Bousquet, el hecho
resultante es que “Después de un largo proceso, la Berbería
va a ser totalmente islamizada y muy profundamente
arabizada”. Un punto de inflexión es la fundación por Okba
de la ciudad-campamento de Kairuán (alrededor del 670), en
la actual Túnez. A semejanza de las posteriores bases
coloniales europeas Kairuán era, además de un importante
centro logístico de agrupamiento de efectivos, un importante
foco de propagación del Islam. Llama la atención el hecho de
que los árabes, en su rapidísima expansión, ubicaran en cada
región conquistada su principal fortaleza al borde del
desierto. Y es que el desierto fue -y es- para este pueblo
algo más que su tierra de origen: es el lugar desde el que
saltar sobre otros imperios, proteger sus flancos y el
escondite ideal donde poder replegarse en caso de fracaso o
acoso.
En cualquier caso y como apunta B. Rosemberg, “La conquista
de África del Norte es muy diferente de otras conquistas
árabes”: 1) La duración y dureza de la campaña, ¡setenta y
tres años!, cuando Egipto y la España visigoda fueron
sometidos en tres años, Irán (Imperio persa) en cuatro y
Siria en seis…; B) Por otro lado y como señala W. Marcais,
“En el siglo VII el país bereber rompe con occidente para
acercarse a Oriente”, determinando con ello y hasta la fecha
su futuro. C) Además, la conquista del Maghreb (y del resto
del mundo) bajo la bandera del Islam, introduce una novedosa
motivación para el futuro desconocida hasta la fecha: las
guerras en nombre de la religión, algo inconcebible para una
mentalidad “romana”; D) Finalmente y siguiendo a reputados
historiadores como Pirenne, fue en última instancia la
conquista árabe y no las invasiones bárbaras la que rompió y
desgajó la unidad socioeconómica y cultural del mundo
mediterráneo, hundiendo con ello el laborioso proceso
unificador de la romanización. El Norte de África es
apartado de la esfera europea y países profundamente
romanizados, como España, se debaten en una lucha de siglos
entre sus dos almas: la autóctona profundamente romanizada y
la nueva, al-Andalus, encarada en gran parte hacia Oriente.
Saltando del pasado al futuro y cruzando por el presente,
tras la breve historia que estamos narrando cobran
significado las elegantes y sutiles palabras, cargadas de
significado, del rey Hassan II: “Marruecos es como un árbol
cuyas raíces se hunden en la tierra de África y que respira
gracias a su follaje, que susurra movido por los vientos de
Europa”. Hasta ahora el Maghreb había marchado al paso, no
sin resistencia por parte de la etnia bereber, de Roma y sus
herederos; con el Islam, penetra en otra órbita.
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