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OPINIÓN - VIERNES, 15 DE AGOSTO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

15. El Islam a la conquista del Maghreb (I)
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Hasta la dinastía Idrisi y la fundación de Fez, que actualmente el Reino de Marruecos celebra con gran boato, daremos un contenido regional a ésta exposición pues, como advierte el historiador Azzuz Hakim, “se hace preciso tratar de la conquista musulmana de Berbería en su totalidad, precisamente porque la historia de Marruecos durante más de cuatro siglos es o debe ser reemplazada por la de otros territorios, Túnez y Argelia”. Pero, ¿cómo se desarrolló éste proceso, qué “driving forces” lo movieron?.

Pese a los últimos descubrimientos, siguen siendo válidas las tesis de Levy Provenzal y sobre todo del arabista J. Vernet: “La historia de la conquista de África por los árabes nos es muy mal conocida, como mal conocidas son las condiciones en que se encontraba Marruecos en el momento de la llegada de los musulmanes”. La historiografía árabe tradicional aporta, no obstante, información valiosa en líneas generales a través de autores como Ibn Abd al-Hakam, Ibn al-Athir, Al-Baladhuri, Ibn Idhari, al-Malikí, al-Dabbagh, Abdul al Arab Tamín, al-Nuwary y, sobre todo, Ibn Khaldún, teniendo siempre en cuenta como advierte M. Fasi, que sus obras “contienen alguna que otra inconsistencia, fechas erróneas y contradicciones, atribuibles al intervalo de más de dos siglos transcurrido desde la conquista hasta el primer trabajo de estos historiadores”, que además al ser árabes --añade- “su punto de vista es el de los conquistadores. El punto de vista de la resistencia bereber sigue siendo desconocido, aunque algunos vestigios de sus tradiciones hayan sido preservados en las crónicas árabes”.

A la muerte de Mahoma (632 EC) la naciente religión sufre una crisis que podríamos definir de “institucional”, salvada durante algunos años por los cuatro Califas Bien Guiados, “Rasîdun” (Abu Bakr, Omar, Otmán y Alí), que han de enfrentarse a fuertes tensiones internas. Tras la deposición de Alí en una cruel guerra civil, el mundo islámico se escinde en tres grandes corrientes ideológicas (sunní, shií y jariyí), cuya oposición doctrinal y política llega hasta la actualidad (sunnismo versus shiísmo). Con todo la expansión del Islam es fulgurante, debido a una suma de causas que interactúan con sinergia: 1) Los imperios que flanqueaban la Península Ibérica, Persia y Bizancio, habían librado su última guerra entre el 602 y el 628, encontrándose “exhaustos y débiles ante el insospechado peligro que se cernía sobre ellos, procedente del desierto arábigo” (Lewis); 2) La ideología religiosa dominante, el Cristianismo, sobrevivía entre una sucesión de cismas y herejías enfrentadas a la religión oficial del Imperio Bizantino: el catolicismo; 3) La mejor forma de cerrar la crisis abierta por la sucesión de Mahoma era un “salto hacia delante”, acorde además con el celo misionero y expansionista del Islam; 4) Como matiza Lewis, “Al principio, las grandes conquistas constituyeron una expansión no del Islam, sino de la nación árabe, impulsada por la presión que ejercía la superpoblación en su península nativa para buscar una salida en los países vecinos. M. El Fasi reconoce conciso: “Las conquistas durante el siglo I de la Hégira no se hicieron para convertir, sino en realidad para ampliar la dominación islámica”. Aspecto revelador de la naciente religión y de suma actualidad.
 

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