Hasta la dinastía Idrisi y la
fundación de Fez, que actualmente el Reino de Marruecos
celebra con gran boato, daremos un contenido regional a ésta
exposición pues, como advierte el historiador Azzuz Hakim,
“se hace preciso tratar de la conquista musulmana de
Berbería en su totalidad, precisamente porque la historia de
Marruecos durante más de cuatro siglos es o debe ser
reemplazada por la de otros territorios, Túnez y Argelia”.
Pero, ¿cómo se desarrolló éste proceso, qué “driving forces”
lo movieron?.
Pese a los últimos descubrimientos, siguen siendo válidas
las tesis de Levy Provenzal y sobre todo del arabista J.
Vernet: “La historia de la conquista de África por los
árabes nos es muy mal conocida, como mal conocidas son las
condiciones en que se encontraba Marruecos en el momento de
la llegada de los musulmanes”. La historiografía árabe
tradicional aporta, no obstante, información valiosa en
líneas generales a través de autores como Ibn Abd al-Hakam,
Ibn al-Athir, Al-Baladhuri, Ibn Idhari, al-Malikí, al-Dabbagh,
Abdul al Arab Tamín, al-Nuwary y, sobre todo, Ibn Khaldún,
teniendo siempre en cuenta como advierte M. Fasi, que sus
obras “contienen alguna que otra inconsistencia, fechas
erróneas y contradicciones, atribuibles al intervalo de más
de dos siglos transcurrido desde la conquista hasta el
primer trabajo de estos historiadores”, que además al ser
árabes --añade- “su punto de vista es el de los
conquistadores. El punto de vista de la resistencia bereber
sigue siendo desconocido, aunque algunos vestigios de sus
tradiciones hayan sido preservados en las crónicas árabes”.
A la muerte de Mahoma (632 EC) la naciente religión sufre
una crisis que podríamos definir de “institucional”, salvada
durante algunos años por los cuatro Califas Bien Guiados,
“Rasîdun” (Abu Bakr, Omar, Otmán y Alí), que han de
enfrentarse a fuertes tensiones internas. Tras la deposición
de Alí en una cruel guerra civil, el mundo islámico se
escinde en tres grandes corrientes ideológicas (sunní, shií
y jariyí), cuya oposición doctrinal y política llega hasta
la actualidad (sunnismo versus shiísmo). Con todo la
expansión del Islam es fulgurante, debido a una suma de
causas que interactúan con sinergia: 1) Los imperios que
flanqueaban la Península Ibérica, Persia y Bizancio, habían
librado su última guerra entre el 602 y el 628,
encontrándose “exhaustos y débiles ante el insospechado
peligro que se cernía sobre ellos, procedente del desierto
arábigo” (Lewis); 2) La ideología religiosa dominante, el
Cristianismo, sobrevivía entre una sucesión de cismas y
herejías enfrentadas a la religión oficial del Imperio
Bizantino: el catolicismo; 3) La mejor forma de cerrar la
crisis abierta por la sucesión de Mahoma era un “salto hacia
delante”, acorde además con el celo misionero y
expansionista del Islam; 4) Como matiza Lewis, “Al
principio, las grandes conquistas constituyeron una
expansión no del Islam, sino de la nación árabe, impulsada
por la presión que ejercía la superpoblación en su península
nativa para buscar una salida en los países vecinos. M. El
Fasi reconoce conciso: “Las conquistas durante el siglo I de
la Hégira no se hicieron para convertir, sino en realidad
para ampliar la dominación islámica”. Aspecto revelador de
la naciente religión y de suma actualidad.
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