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OPINIÓN - JUEVES, 14 DE AGOSTO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

14. El Maghreb preislámico
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Bizancio establece en sus dominios africanos tres provincias consulares y cuatro circunscripciones militares, que son reorganizadas administrativamente en el siglo VI, quedando el ejército imperial de la zona del Estrecho encerrado en sus bases militares de Septom (Ceuta), Rusadir (Melilla), Tingis (Tánger) y Lixus (Larache). Justiniano prestó especial atención a Ceuta como plaza fuerte, dotándola de una guarnición mínima de 300 soldados y una flota de cobertura de dromones. Se levantan defensas y una iglesia, sirviendo la plaza en el 552 como punta de lanza (otra constante histórica) para ocupar el sur de la Península.

Con todo, la influencia de Bizancio fue muy débil y problemática: ruinas, despoblamientos, creciente berberización del territorio muy desunido en tribus y religiones: bereberes puros que adoraban a las fuerzas de la naturaleza (el fuego, las montañas…), cristianismo católico y arriano fuertemente enfrentados y bajo los cuales se desarrollaron numerosas herejías (donatismo, monofisismo…), más la presencia poco estudiada de tribus judías. Debilidad política interna, insumisión bereber y enfrentamientos religiosos que abrieron, no sin cruenta y larga lucha, la senda victoriosa a los encendidos seguidores de Mahoma.

Ya a finales del siglo XIX autores como Mercien citan la tribu de R´omara (Gomara), que “ocupaba la región litoral del Rif, desde la desembocadura del Muluya a Tánger”. Procopio cita la revuelta del desertor Stozas (primavera del 536) mientras que, a la muerte de Justiniano, un tal Gasmul derrotó entre el 568 al 570 a varios prefectos, estableciendo un pequeño reino “mauro” en el 574 que es finalmente derrotado por el general y prefecto bizantino Gennadius, en el 580; otros levantamientos bereberes en el 588 y 597 llegan a asediar Cartago. Durante el último, el hábil y cauto Gennadius les entrega abundantes víveres y embriagador vino…; borracho, el contingente bereber festeja su pronta victoria, momento en el que es sorprendido y masacrado por las disciplinadas tropas bizantinas. Algunos investigadores describen el reino mauro de Altaza, en la frontera de las dos Mauritanias. Procopio escribe de un reino mauro en la zona del Estrecho, que bien pudiera ser el de Masuna (580), autoproclamado “rey de mauros y romanos”. También se conoce la existencia de un tal Mastinas (535-539), quien llegó a acuñar moneda. En el interior del siempre inestable Maghreb se detecta cierto brote nacionalista mauro-bereber, al que sin duda se suman elementos descontentos de la antigua población romanizada y supervivientes del pueblo vándalo (¿de esta estirpe germánica vendrían los famosos “rubios” del Rif?). El río Muluya y el Estrecho siguen siendo dos constantes históricas, fraccionando el primero la unidad de la población norteña bereber; Volúbilis sigue brillando con luz propia hasta bien finales del siglo VI. Expulsado Bizancio del Mediterráneo Occidental, acantonados los visigodos en las plazas litorales norteafricanas y dispersa la población bereber en minúsculos reinos, el Maghreb aparece maduro para la irrupción de un pueblo joven, vigoroso, imbuido de una ardiente fe y hambriento de historia: el árabe. Había sonado, como veremos, la hora del Islam.
 

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