He dejado la libreta de anotar
cosas de la feria, guardada en un cajón hasta el próximo
año. Pero antes, quiero dejar constancia de que me tomaré el
café con el delgado del gobierno. Hablaremos, durante el
transcurso de ese café, de lo que tengamos que hablar. El
menda no tiene problema alguno de hablar de lo que se
encarte.
Lo que si quiero dejar claro, que el mencionado café
deberemos tomárnoslo cuando regrese de vacaciones, porque
dentro de unos días pongo rumbo a Maracaibo. Además,
pensándolo bien, es mucho mejor, cuando venga descansado de
haber estado todo un año, pegándole al ordenador.
Aclarado esto, quiero decir y digo que, con el permiso de
todos ustedes, vamos a seguir nuestro camino, contándoles
cosas de la actualidad. Cosas de la actualidad que, como
siempre, aún con el paso del tiempo, me viene a dar la razón
de cuanto escribo. Lo siento pero en esta ocasión, aunque me
deje el cuello como los pavos de Manolo, me tengo que besar.
Resulta que el concurso de sevillanas, esas que han brillado
por su ausencia, porque a la feria, la de ahora me refiero,
sólo se va a comer y a beber y las sevillanas o las rumbas
que la bailen en el concurso de la tele “Mira quien baila”.
¡Cosas pasan, Juan Manuel!.
Pues como les decía, el concurso de sevillanas la gana una
pareja que ha venido de Valencia ¡Toma del frasco,
Carrasco!. Está visto y comprobado que todo lo que nos llega
de fuera es lo mejor. Nada más que hay que echar un vistazo
a cargos de importancia en esta tierra, mayormente no son de
aquí, nos han llegado de fuera. Y que conste, para los que
siempre dicen algo, que esto no es nacionalismo sino que
creo, con toda sinceridad que, en esta tierra, hay muchos
valores desaprovechados que se han tenido que ir fuera a
buscar un puesto de trabajo. Los caciques siguen existiendo.
Todo está atado y bien atado. ¿O no?.
Primer beso que me pego, que me dejo la cara echa un asco.
Corro a lavármela para estar un poco presentable. Oiga,
causa una mala impresión una cara llena de besos.
Y como con las sevillanas, vamos por la segunda. He escrito,
por activa y por pasiva, que la mayoría de las cosas que
pasan en Cataluña no se deben a los catalanes, sino a todos
aquellos que un día llegamos a Cataluña, sálvese quien
pueda, y que en la mayoría de los casos, todos estos
charnegos, se creen más catalán que los propios catalanes. A
algunos de ellos, hay que escucharlos hablar en catalán.
Bueno, mas que hablar, a intentarlo porque dan pena oírlos.
Cómo será la cosa que, algunos de esos charnegos, han
decidido ir a clase para aprender hablar catalán.
Conseguirán, que duda cabe, acercarse mucho a la
pronunciación, pero su acento del lugar de donde provienen
le jugará una mala pasada y, cada vez que hablen en catalán,
servirán de cachondeo a los catalanes. Lo digo con el
suficiente conocimientote causa. He vivido en Barcelona.
Cómo serán los charnegos que quieren ser más catalán que los
catalanes que anteponen ese catalanismo a sus propias ideas,
enfrentándose a su propio partido, al que le debe el lugar
que ocupa. ¡Ay, Montilla, Montilla.!.
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