No tomo vacaciones este año.
Bastantes viajes he realizado durante los meses anteriores
al ferragosto para que me entren ganas de coger las maletas,
subirme al barco y llegar a la península.
Ello significa que me quedo en la ciudad y… ¿qué hago?
¿pelar la pava? No estoy como para salir de juerga cada día
y matar el tiempo entre caña y caña, aunque lo mío es el
tinto de verano.
Como estamos en una época en que los líquidos corren que dan
gusto verlo. Los cerveceros españoles han soltado, por
primera vez, un informe-estudio sobre el aperitivo favorito
de los españoles.
Según ese estudio, los españoles toman como aperitivo, yo
diría que más que un aperitivo, una caña con aceitunas. Yo
no me conformo con eso. Prefiero una buena tapa bien
racionada. Aunque no desdeño esos frutos redondos con un
hueso durísimo de roer que suelen tener un rabo picudo.
Aunque no creo que en Asturias prefieran la caña a la sidra.
Entretanto, entre cañas y paseos, la vida en la ciudad
transcurre con esa mansedumbre conformista sólo alterada por
las serpientes de verano.
Los 109 inmigrantes detenidos en la llamada “Operación
Feria” significan un hito menor en la historia de la ciudad
si los comparamos con la totalidad de inmigrantes que
lograron su objetivo. Pese al dispositivo de seguridad,
estoy seguro de que algún que otro “conquistador de
alpargata” se habrá colado entre los coches de choque,
carruseles desmontados, hierros y alambres del complicado
alambique que todas las ferias portan consigo. Su premio ha
sido tocar suelo peninsular que le llevará a resolver su
vida o meterlo en la lista de previos a la expulsión.
Bueno, algunas horas las dedico a leer la prensa. No se rían
Vds. pero a las cinco líneas leídas de cualquier artículo me
caigo dormido allá donde me encuentre.
Sólo me salvan del muermo que corroe la ciudad, las
reuniones con amigos y conocidos. Precisamente anoche
celebramos una cena. Cena que pasó sin pena ni gloria. Con
más pena que gloria, con la digestión a marchas forzadas
entre plato y plato… una cena a largo plazo para disgusto de
los estómagos. El termómetro de la adrenalina iba subiendo
lentamente. Menos mal que no acabó como el rosario de la
aurora merced al talante de los comensales. Como premio, nos
quedamos sin postre.
En estas reuniones de amigos y conocidos se hablan de temas
tan sencillos como complejos y que dan cuerda para rato a
quienes se dedican al nunca bien ponderado arte de la
escritura reporteril. Mientras los escritores de libros,
autores, se llevan premios de caerse de espaldas, aparte de
llenar las espuertas a granel, los articulistas y reporteros
sufren el acoso de miradas asesinas de mentes que sueltan
pensamientos tenebrosos, cuando no una bomba u obús
disparado desde un carro de combate con las siglas USA
rotuladas pomposamente en el chasis. El país donde la prensa
es sagrada la vida de un reportero no lo es. Sobre todo
cuando actúan fuera de su territorio. Pido un recuerdo para
aquellos reporteros asesinados, que no muertos, en combate.
Me quedan por delante unos días de meditación trascendental.
Tan trascendental que antes de que acabe agosto he de tomar
una decisión, consensuada con mi mujer y mi hijo pequeño,
que puede marcar definitivamente el corto futuro que me
queda.
Meditación que transcurre entre los vericuetos de tumbonas
esparcidas anárquicamente alrededor de esos lagos
artificiales de agua salada que conforman el Parque.
Trascendental sin el misticismo de los monjes tibetanos
luchadores por su libertad ominosamente perdida.
De la decisión final que tomemos dependen muchísimas cosas.
Unas podrían alegrar, tal vez, a algunas personas que
dejaran de mirarme con miradas a lo Rasputín y otras que
podrían quedarse con la boca conformando la “a” al ver que
sus sueños se esfuman.
Uno ya ha llegado a la cúspide de su vida y el consiguiente
descenso está dedicado íntegramente a la descendencia… por
ello, el velar por los intereses de mis hijos depende la
decisión que tome.
Ignoro si Vds. entenderán estos últimos párrafos pero, no se
preocupen, irán desgranándose a cuentagotas. Cada día es un
mundo distinto, así que no esperen que mencione eso de que
de esta agua no beberé.
Lo malo es que durante esta meditación trascendental todo el
mundo está de vacaciones. Por tanto tengo meditación para
rato, acompañándola con el gesto de girar los dedos
pulgares, de ambas manos entrelazadas, en sensación de
puñetas.
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