El teniente Nicolás Sánchez Illescas ha bebido de los
manuales y ha ensayado en sus ratos libres para alcanzar una
precisión que le permita romper un plato de 10 centímetros
de diámetro a 300 metros de distancia con un fusil de
calibre grueso (más de 6 milímetros) y de un peso superior a
los 3,5 kilogramos. Es decir, que sería capaz de marcar un
gol por la escuadra desde una portería a otra en un campo de
fútbol que midiera tres veces el Alfonso Murube. Esto le
permite formar parte del equipo nacional de tiro, compuesto
por cuatro personas, él y otros militares cuyos destinos son
Algeciras, Valencia y Zaragoza.
Durante el día trabaja con rango de teniente en una oficina
de la cuarta sección del tábor de Regulares, pero en su
cabeza tiene metido el blanco entre ceja y ceja. Por las
tardes, en sus ratos libres, pide permiso para acceder al
campo de tiro del Serrallo, donde vive La Legión, y allí
invierte un par de horas.
El equipo español de tiro no es ni el mejor ni el peor en
las participaciones internacionales militares, donde una de
las pruebas es el tiro de precisión. “Nosotros consideramos
un resultado exitoso quedar entre el decimoquinto y
decimoséptimo puesto de 40 equipos” indica Illescas. Y
existe una razón fundamental. “Los americanos, finlandeses o
noruegos están casi profesionalizados. Sus horas de trabajo
las destinan a esto, mientras que nosotros lo hacemos como
algo voluntario. De todas maneras, una cosa es el tiro de
competición y otra, el tiro militar. En el primero no
estamos en las posiciones delanteras, pero en el segundo
aspecto somos de los mejores”.
Por las tardes encuentra la soledad y se reúne con su fusil
y su blanco para entrenar. Antiguamente encontraba la
compañía en su maestro, el comandante Delgado y,
posteriormente, en el coronel Pérez Blanca. Por una u otra
razón éstos ya no están y ahora mantiene la forma gracias a
la concentración que da la soledad.
Las olimpiadas militares se celebran una vez cada cuatro
años, mientras que los mundiales se celebran con carácter
anual. España no suele conseguir medallas en esta
disciplina, pero sus soldados poseen la cualidad de la
abnegación. En septiembre se desarrollará en Suecia el
campeonato del mundo, donde acudirá Illescas. La temporada
comienza en enero. “Cuando terminan las vacaciones de
Navidad, me preparo a conciencia para iniciar la temporada a
mediados de ese mes”. El entrenamiento requiere un cuidado
especial, similar al del tenista, ya que hay que compensar
la otra parte del cuerpo, la que no se utiliza para evitar
las lesiones. A partir de ahí, el tirador necesita estudiar
cómo fijar la posición y conseguir un tiro eficaz. El
equilibrio, la relajación del sistema nervioso, el correcto
posicionamiento de cada una de las partes del cuerpo
influyen o el viento influyen, entre otros aspectos, en la
calidad del disparo.
En la modalidad de precisión, se permite que el tirador
lance 60 disparos oficiales en 2 horas y 15 minutos. En
frente de él se coloca un blanco de un metro por un metro.
Justo en el centro se coloca una diana de diez centímetros y
otras sucesivas que se van separando del centro a una
distancia de cinco centímetros progresivamente. Illescas es
capaz de atinar en el blanco y, por eso, la Comandancia le
ha requerido para que ofrezca un curso de prácticas de tiro
a los encargados de instruir a su vez a una línea de tiro,
es decir, suboficiales y jefes de pelotón. Estas jornadas
han durado tres días y, en ella, los alumnos han podido
hacer prácticas en un simulador comprado por la Comandancia
y cuyo margen de error es ínfimo. La Comandancia se ahorra
dinero en munición a cambio de pagar 1.800 euros por el
aparato.
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