Así es como han comenzado las
olimpiadas para el deporte español, cuando el ciclista
Samuel Sánchez lograba imponerse en la meta al pequeño grupo
que iba con él.
No era Samuel Sánchez el que más contaba para los que dicen
saber de ciclismo, pero en este deporte, tan denigrado los
últimos meses, cualquiera que aguante el tremendo sacrificio
que hay que soportar, puede conseguir lo máximo en una
prueba de un día.
Atrás quedaron los Valverde, Freire, Sastre y compañía.
Todos habían logrado algo grande, o lo habían intentado ya
en las altas competiciones ciclistas: Freire ha sido varias
veces Campeón del Mundo, Sastre acaba de ganar el Tour ...,
y Valverde, de nuevo, la gran esperanza que no termina de
imponerse en pruebas de primera magnitud.
Estoy escribiendo esta columna bastante antes de cuando
tiene que salir a la luz del sol, cuando no han hecho más
que comenzar las olimpiadas y es posible que cuando estas
líneas lleguen a nuestros lectores ya hayan logrado nuestros
deportistas alguna medalla más, no sé de qué metal, pero eso
de empezar con oro nos lleva a lo que ya, en el último mes,
he comentado más veces:” somos una primera potencia
deportiva”.
Atrás, pues, quedaban aquellos tiempos en los que ya era un
éxito para los nadadores, por ejemplo, con haber vuelto de
unas olimpiadas sin haberse ahogado ninguno. Atrás quedaba
también la época en la que Mariano Haro estuvo a punto de
ganar el bronce, pero al final se tuvo que conformar con
quedar cuarto. Aquello se tildaba como un éxito “sin
precedentes”, ahora ya se pide más, y se pide más porque se
aspira a todo como se acaba de demostrar en ciclismo, en
cuya prueba se apostó por el oro, aunque los nombres del
ganador, para los entendidos, eran otros en vez de Samuel
Sánchez.
Con esto queda claro que además de primeros espadas hay
buenos subalternos, o dicho en el argot futbolístico, hay
titulares y hay un buen banquillo de suplentes.
Y todo esto tiene su base en aquella olimpiada de 1992 en
Barcelona. Hubo “voces altaneras” que gritaron y criticaron
a los cuatro vientos que organizar unos Juegos Olímpicos,
con lo que eso conllevaba, suponía un gasto tremendo.
El gasto fue grande, es cierto, pero la obra quedó ahí, y
además se pusieron unas bases sólidas para el deporte, cuyos
resultados se vienen recogiendo todavía, cuando estamos
metidos en una generación diferente a la que actuó entonces.
La Olimpiada de Barcelona ya queda lejos, los frutos siguen
madurando y aumentando, con lo que será labor de todos,
seamos del grupo que seamos, empujar y apoyar con todas las
fuerzas posibles a las olimpiadas que Madrid solicita y que
no fueron logradas para 2012, pero pueden conseguirse para
el 2016.
En unos momentos en los que el país está metido en una gran
crisis económica, hay que agradecer al deporte y a los
deportistas que con sus actuaciones palien esa congoja que
afecta a muchos millones de personas.
Y es que, mientras se disfruta de las medallas o los trofeos
logrados, el personal se olvida, momentáneamente, de que va
a llegar la letra del piso o del coche, o que la factura del
teléfono es más alta de lo que se esperaba, o que de aquí a
pocos días habrá que comprar los libros de los nenes, para
el nuevo curso.
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