La dinámica de la feria ha ido
reduciendo su velocidad hasta dejar la Ciudad como estaba y
el domingo amanecía con algunos trasnochadores caminando
hacia sus respectivos hogares.
Una única caseta se mantiene abierta toda la madrugada y
todo el domingo. Es la primera ubicada al principio de la
larga avenida de la Marina, mientras Helios se esfuerza por
asomarse a través de la espesa niebla que cubre la ciudad.
Tempraneros trabajadores de la empresa de limpieza barren
con sus mangueras el paseo, fuentes sucias y cargadas de
basura comienzan a surtir a través de sus grifos… entretanto
las fuentes de Georgia y Osetia del Sur son destruidas y el
flujo de sus aguas cortadas por los bombardeos “soviéticos”,
digo rusos, interrumpiendo su sonora e idílica función de
embellecer el entorno con sus cristalinas aguas.
Ciudadanos civiles inocentes encuentran la muerte sin
comerlo ni beberlo. Ciudadanos casi recién salidos del
horror que representaba el dominio soviético, para caer en
otro horror de una guerra recién parida por culpa de las
decisiones políticas separatistas o anexionistas –según el
punto de vista de los protagonistas- y sufrir en sus carnes
la dureza y crueldad de las balas y las bombas.
El gigante ruso no quiere perder sus dominios, aunque lo
disfracen como intenciones de independencia de ciertas
regiones.
Por estas latitudes, las nuestras, parece que los nervios
comienzan a tensarse. Las intenciones de sociedades civiles
marroquíes no dan lugar a las dudas. La experiencia es a
veces tan buena como mala consejera y aquella marcha verde
hacía el Sahara no debe ser borrada de los archivos de la
memoria.
Puede que el Perejil no signifique más que una roca grande;
puede que muchos queramos desprendernos de esa “china”
incómoda e inservible… pero no podemos ni debemos tolerar
las subidas a la barba. No podemos ni debemos tolerar que
nos mancillen así, ni por las buenas ni por las malas. Mano
dura y dejarse de pamplinas diplomáticas.
Estamos más que harto de actuaciones conducentes a romper la
paz, pero no tenemos más remedio que defender nuestros
intereses, ¿verdad? Pero intereses de todos los españoles y
no de unos cuantos.
Ya va siendo hora de que la “singularidad” de las ciudades
norteafricanas sea pasada a mejor vida y hacernos con la
realidad de los tiempos actuales. Nada de concesiones al
temor, nada de concesiones a la galería.
La única “singularidad” que tiene cabida en ambas ciudades
norteafricanas es la de que son fronteras europeas y punto.
Ya está bien de abrir la mano en plan samaritano. Ya está
bien de portarnos como los antiguos y corteses caballeros.
Ya está bien de sufragar con nuestros dineros, de los
impuestos, la sanación de las enfermedades de gente
extranjera. Ya está bien de acoger a menores que sus propios
progenitores colocan a las puertas de la Asamblea. Ya está
bien de concederles tantas atenciones, en su paso por el
país de ida o vuelta de sus vacaciones, que ni siquiera
dispensan a sus propios ciudadanos, nosotros, con tantas
concesiones para que se puedan bañar, comer, dormir, etc. y
a los españoles nos multan por acampar. Ya está bien de
permitir la entrada de extranjeros con un simple
salvoconducto, aunque vayan a portear mercancías cuya venta
no beneficia en absoluto al país…
Sobre todo, ya está bien de permitir a mendigos marroquíes
que vengan a mancharnos con sus mocos. Aquí no vale lástima
alguna.
La tolerancia que demostramos hacía nuestros vecinos del
otro lado de la frontera no tiene la justa correspondencia:
si un cristiano se pusiera a pedir en cualquier ciudad
marroquí, aparte de ser perseguido a palos, acaba con sus
huesos en cualquier inmundo cuartucho carcelero. Esto como
ejemplo.
La paz está alterada desde siempre. Desde que los
occidentales acaparamos el petróleo.
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