En pleno agosto, cumplir las
tareas laborales implica un sobre esfuerzo extra que aumenta
el índice de sudoración del cuerpo humano.
Los trabajadores, incluyo directores y ejecutivos, que
laboran en este tórrido mes de agosto merecen un extra, a mi
juicio, por aguantar en su puesto. La excepción a ésta
posición es la que incluye a quienes tienen aire
acondicionado en su lugar de trabajo. Lo hacen fresquísimos.
Ser gourmet no es, generalmente, una profesión. Ser gourmet
significa ser un artista en el saber comer y apreciar
profundamente lo que se come.
Esto viene a cuento porque un gourmet suizo, que atiende por
Pascal Henry, y que ha estado comiendo “de gorra” por los
mejores restaurantes indicados en la Guía Michelin, cuyas
facturas las abonaba un mecenas, se ha hecho el desaparecido
al darse cuenta de que el mecenas estaba más que harto de
abonarle buenas comilonas sin beneficio alguno.
Comer en “El Bulli”, restaurante ubicado en la población de
Roses (Girona) y propiedad del popular cocinero Ferran Adriá
(aclaro para quienes desconocen el catalán y para quienes lo
odian que Ferran es Fernando y Adrià puede ser Adrián o tal
como se escribe como apellido) implica comer a precios
astronómicos. Un menú simple cuesta 125 euros, lo que no
está al alcance de todos.
Además ese restaurante gironés tiene una lista de espera,
pese a esos precios astronómicos, que te caes de espaldas,
por lo que no es fácil para cualquiera entrar a degustar los
platos del mejor cocinero del mundo.
El tal Pascal Henry, después de conseguir mesa y saborear
los mejores platos, desapareció del mismo… por vergüenza se
supone. En realidad salió por piernas al no poder satisfacer
la abultada factura que le presentaron dentro de una
riquísima cartera de auténtica piel, no como esas que uno se
encuentra en Castillejos. Ni tarjeta de crédito portaba el
gourmet.
No había sido secuestrado por banda alguna ni se había caído
a uno de los muchos canales marinos de que dispone la
costera población ginonina, ahogándose debido al peso de lo
que comió. Se había largado a Ginebra (Suiza) en perfecto
estado de salud.
El bajo golpe dado a Ferran Adrià implica que los guionistas
del programa de la Televisión de Catalunya “Polònia” tengan
guión para rato. El cocinero es uno de los personajes que
más aparecen en el programa y la ironía que destila el
personaje en cuestión se vuelve, ahora, contra él. Menudo
choteo sufrirá.
Lo risible del caso, no la estafa en sí misma, está en que
la policía catalana, los mossos d’esquadra, ya sabían desde
el pasado martes que el gourmet suizo había sido localizado.
Lo que pasa es que la canalización de las comunicaciones
internacionales de la Interpol pasa por Madrid y el
funcionario responsable de enviar los avisos a la policía
catalana estaba indispuesto ese día, por lo que el aviso
llegó tres días más tarde. Esos días los mossos d’esquadra
estuvieron buscándolo, lo que significa una pérdida de
tiempo.
Desconocemos por qué no se sustituyó al funcionario
indispuesto.
Para el popular cocinero Ferran Adrià todo esto no implica
más que una anécdota. Pero que se ande con ojo porque en el
mundo existen más pícaros de lo que se cree. Cualquier día
se encontrará con más de un cliente que con el pretexto de
ir a orinar se esfuman sin abonar la cuenta.
Una tentación para estos tiempos de crisis. Figúrense Vds.
lo que es entrar en un restaurante, de esos llamados de
lujo, pedir lo mejor de lo mejor que salga de la cocina del
mismo y beber el mejor líquido espirituoso de su bodega,
llenar un poquito el exclusivo inodoro y lavarse
tranquilamente las manos en el lujoso lavabo, para salir
disparado hacia la puerta de salida sin ni siquiera saber a
ciencia cierta el monto total de la comida. ¿Existirá algún
artículo en el Código Penal que pene éste hecho? Lo ignoro.
Mira que tocarle, precisamente, al mejor cocinero del mundo.
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