La presencia romana en Marruecos
se desarrolla en dos fases: en un primer momento y tras la
aniquilación de Cartago (146 a.EC), la República romana
proyecta su influencia amparando agrupaciones tribales
bereberes reconvertidas en reinos-vasallos; en una segunda
fase y bajo fútiles pretextos políticos, bajo el Imperio se
anexiona directamente la región. Como vimos ayer, Claudio
crea las dos provincias Mauritanas comunicadas,
fundamentalmente, por vía marítima debido a la inseguridad
crónica del corredor de Taza. Dos calzadas que partían de
Tingis enlazaban los principales núcleos urbanos, además de
los ramales locales: uno enlazaba con Ad Mercuri, Zilis (Asilah),
Tabernis, Lixus (Larache), Frigidis, Banasa (a orillas del
Sebú), Thamusida y Sala, la actual Rabat terminado pocos kms.
después; la otra después de cruzar Ad Mercuri, se desviaba
hacia Ad Novas, Oppidum Novum (Alcazarquivir), Trémulis,
Volúbilis (a la sombra del yebel Zerhum) y Tocolosindra.
También había un enlace entre el eje Septem Fratres (Ceuta),
Tamuda (Tetuán) y Tingis (Tánger).
Sometido el territorio, Roma inicia una segunda fase de
dominación directa con una presencia continua que se
extiende hasta el año 253 de la Era Común. Un cúmulo de
razones estratégicas (geográficas y demográficas) hacen que
la penetración no fuera muy profunda, centrándose en el
triángulo Tánger-Salé-Taza y en el litoral, en un proceso
civilizador común en ambas orillas del Estrecho, que
desembocaría en el 297 bajo Diocleciano con la incorporación
de la provincia Tingitana a Hispania. La Mauritania
Tingitana estaba guarnecida por unos efectivos estimados
entre 8 y 10.000 hombres, la mayoría de ascendencia hispana,
repartidos en cerca de veinte unidades militares que, caso
de crisis, eran reforzados desde el exterior. Así, astures
encuadrados en cohortes sirvieron en Tamuda y al menos un
ala legionaria astur cabalgó hasta la fértil llanura de
Volúbilis. La línea romana de defensa se articuló a lo largo
de la cuenca del río Sebú, el más caudaloso del norte de
África a excepción del Nilo, en dos grandes guarniciones:
Banasa y Thamusida. Como advierte B. Lugan, Mauritania
Tingitana “podría ser considerada por Roma como el limes
(frontera natural) de Hispania”, pues con visión estratégica
el Imperio romano encontró que “El mejor modo de proteger a
esta última de eventuales razzias de los moros, consistía en
instalar a guarniciones encargadas de controlar en África a
las mismas tribus en cuestión”. La presión de la población
autóctona bereber, montañesa y pastoril, sería la principal
amenaza para las poblaciones sedentarias (y urbanizadas)
romanizadas asentadas en lo que sería un precedente del
“Marruecos útil”, término utilizado tanto por el Makhzén
como por el colonialismo europeo.
En síntesis, podemos agrupar en tres periodos la
conflictividad de los dos polos (mauroromanos e insurgentes
bereberes): la primeriza revuelta del liberto Aedemón es
seguida de razzias mauras con Nerón y Adriano, el
levantamiento del Atlas Medio bajo Claudio y la rebelión
afrontada por Antonino Pío. Finalmente, la reorganización
militar de finales del siglo III, debida a un conjunto de
circunstancias que abordaremos en su momento.
|