El pasado 13 de julio se produjo un accidente en la
carretera de San Amaro en la que dos automóviles
colisionaron a la altura del tanatorio por lo que dos
jóvenes tuvieron que ser trasladados al hospital de la Cruz
Roja. Tres días más tarde en una reflexión sobre la
velocidad, la juventud y la conducción el periodista de
opinión de este diario, Jesús Carretero, explicó que los dos
ocupantes habían sido asistidos por los Bomberos, mal
informado por el redactor que cubrió(í) el suceso.
Hace unos días llegó una carata al periódico dirigida a
Carretero de un lector que “compartía” las disquisiciones
del columnista pero que narraba la escena de rescate de los
jóvenes tal y como había sucedido: “Estuve a punto de
colisionar, por unos segundos, con el coche rojo (Golf),
gracias a mi lenta marcha, al ABS y quién sabe si a San
Cristóbal y/o Ángel de la Guarda, no colisione”. El sujeto,
que desea guardar el anonimato, se encontró entonces con la
silenciosa escena del accidente: un coche volcado sobre la
carretera y otro estrellado contra uno de los postes del
cableado telefónico: “El conductor ya había salido del
vehículo y la puerta estaba abierta, sólo un chico joven
estaba dentro del vehículo, ubicado en el asiento del
acompañante cuyo estado, nada más verle me preocupó”. El
individuo al ver que el muchacho emitía un profundo “ruido
de ronquera” procedió a tomarle el pulso en la zona de la
yugular “a falta de un objeto que hiciera las veces de un
depresor, utilicé mi dedo meñique para evitar que se tragase
la lengua”. Un joven que habían presenciado el accidente se
acercó para colaborar, el conductor del otro automóvil fue
esa mañana igualmente asistido por gentes del barrio de San
Amaro: “Le di instrucciones de como debía sujetarle la
cabeza en la posición adecuada. A modo de protección con un
pañuelo en la nariz del accidentado empecé a insuflar
fuertemente aire, en el momento en el que el muchacho
terminaba de exhalar. Creo que a la octava o décima vez, el
joven entró ya en estado de relajación y abrió los ojos”.
El benefactor empezó a hacerle preguntas para ver el estado
de conciencia en el que se encontraba el muchacho. Una tía
del accidentado que se encontraba en el lugar le hizo saber
que las respuestas eran las correctas y el chico no
divagaba. Llegó algo más tarde el servicio de urgencias del
061 y de Bomberos. Dos sanitarios que tomaron posición en el
asiento trasero y colocaron al joven un collarín. El
asistente del siniestrado informó de las condiciones en las
que había encontrado al muchacho y las maniobras que había
realizado. El hombre salió del otro automóvil, subió al suyo
y se fue: “El sentido anónimo de la presente, es que no
quiero se protagonista de nada. Sólo socorrí al alguien como
me hubiera gustado a mí”.
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