El tráfico comercial de Cartago
con sus asentamientos en las costas del actual Marruecos,
abarcaría la importación de ganado, lanas, pieles, marfil y
productos agrícolas (cultivo del olivo y extracción de su
aceite), transfiriendo tejidos, cerámica y armas. Tanto los
fenicios como sus herederos cartagineses descollaron en el
negocio de la púrpura, muy valiosa en la Antigüedad.
Destacaba la variedad de “púrpura gétula”, siendo el centro
de su industria la isla de Essauira (Mogador), cuyo
comercios fenicios y cartagineses monopolizaron. Sobre su
valor en el mercado escribieron autores romanos como
Horacio, Ovidio y Plinio.
Con la emergencia de Roma, ambas potencias firman varios
tratados de paz entre el 510 y el 306, lo que no es óbice
para que posteriormente se libren tres durísimas guerras
púnicas (264-241, 218-201 y 149-146): en la primera,
conocida como “Guerra sin tregua”, Cartago se vio obligado a
reprimir con dureza en el norte de África de levantamiento
locales de sus tropas auxiliares, bereberes y libias; en la
segunda, se mantiene fiel a Cartago el rey Sifax
(confederación de los maslillos), quien es derrotado por el
rey bereber Masinisa (pasado con armas y bagajes a Roma) con
capital en Cirta (actual Constantina, Argelia), quien impone
en su lugar como rey-vasallo a Bocco. En la tercera y tras
debelar y arrasar a sangre y fuego Cartago (“delenda est”),
Roma deja como rey a Micipsa (hijo de su aliado Masinisa),
gobernando un territorio que iría desde Túnez hasta el río
Muluya, tradicional límite de Marruecos por el nordeste.
Posteriormente y como reacción, Yugurta rey de Numidia
(Argelia) se alía con Bocco (rey vasallo de Micipsa),
alzándose contra Roma. Las guerras púnicas enseñan que solo
ha habido paz en el Mediterráneo cuando ha habido una
potencia suficientemente hegemónica capaz de imponer un
equilibrio, incluso “manu militari”; la ascendencia de otra
deriva, más tarde o temprano, en el enfrentamiento.
Coincidiendo con la derrota final cartaginesa (146) y hasta
el 44 de la Era Común, ocupa la mitad norte de lo que hoy es
Marruecos el reino bereber de Mauritania (de los “mauros” o
moros), aliado al reino de Numidia, que se había extendido
desde Libia hasta Túnez y Argelia. Ambos acaban cayendo en
la órbita romana bajo Augusto quien, inicialmente, crea un
“Protectorado” confiado al rey bereber Juba II (24 a.d.Era
Común), educado en Roma y casado Cleopatra-Selene, la única
descendiente de Cleopatra y Marco Antonio, quien instala su
capital en Volúbilis (a unos 20 kms. del actual Mekinés) y
acuña moneda en Lixus (Larache). Bajo su reino se exploran
las Canarias. La economía, basada en la exportación de
trigo, aceite y venta de fieras para el circo, impulsa dos
importantes industrias: la púrpura de Mogador y el “garum”,
producto alimenticio a base de pescado muy cotizado en Roma.
Su hijo Ptolomeo, el último rey bereber, fue asesinado por
Calígula en la misma Roma. En el 42 de la Era Común, las
legiones romanas conquistan la región dividiéndola en dos
provincias, separadas por una constante histórica: el río
Muluya. Al este, la Mauritania Cesariana (Túnez y norte de
Argelia, con capital en la actual Cherchell) y, al oeste, la
Mauritania Tingitana, cuya capital fue Tingis (Tánger).
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