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OPINIÓN - JUEVES, 7 DE AGOSTO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

7. Fenicios y cartagineses (II). Reinos bereberes


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

El tráfico comercial de Cartago con sus asentamientos en las costas del actual Marruecos, abarcaría la importación de ganado, lanas, pieles, marfil y productos agrícolas (cultivo del olivo y extracción de su aceite), transfiriendo tejidos, cerámica y armas. Tanto los fenicios como sus herederos cartagineses descollaron en el negocio de la púrpura, muy valiosa en la Antigüedad. Destacaba la variedad de “púrpura gétula”, siendo el centro de su industria la isla de Essauira (Mogador), cuyo comercios fenicios y cartagineses monopolizaron. Sobre su valor en el mercado escribieron autores romanos como Horacio, Ovidio y Plinio.

Con la emergencia de Roma, ambas potencias firman varios tratados de paz entre el 510 y el 306, lo que no es óbice para que posteriormente se libren tres durísimas guerras púnicas (264-241, 218-201 y 149-146): en la primera, conocida como “Guerra sin tregua”, Cartago se vio obligado a reprimir con dureza en el norte de África de levantamiento locales de sus tropas auxiliares, bereberes y libias; en la segunda, se mantiene fiel a Cartago el rey Sifax (confederación de los maslillos), quien es derrotado por el rey bereber Masinisa (pasado con armas y bagajes a Roma) con capital en Cirta (actual Constantina, Argelia), quien impone en su lugar como rey-vasallo a Bocco. En la tercera y tras debelar y arrasar a sangre y fuego Cartago (“delenda est”), Roma deja como rey a Micipsa (hijo de su aliado Masinisa), gobernando un territorio que iría desde Túnez hasta el río Muluya, tradicional límite de Marruecos por el nordeste. Posteriormente y como reacción, Yugurta rey de Numidia (Argelia) se alía con Bocco (rey vasallo de Micipsa), alzándose contra Roma. Las guerras púnicas enseñan que solo ha habido paz en el Mediterráneo cuando ha habido una potencia suficientemente hegemónica capaz de imponer un equilibrio, incluso “manu militari”; la ascendencia de otra deriva, más tarde o temprano, en el enfrentamiento.

Coincidiendo con la derrota final cartaginesa (146) y hasta el 44 de la Era Común, ocupa la mitad norte de lo que hoy es Marruecos el reino bereber de Mauritania (de los “mauros” o moros), aliado al reino de Numidia, que se había extendido desde Libia hasta Túnez y Argelia. Ambos acaban cayendo en la órbita romana bajo Augusto quien, inicialmente, crea un “Protectorado” confiado al rey bereber Juba II (24 a.d.Era Común), educado en Roma y casado Cleopatra-Selene, la única descendiente de Cleopatra y Marco Antonio, quien instala su capital en Volúbilis (a unos 20 kms. del actual Mekinés) y acuña moneda en Lixus (Larache). Bajo su reino se exploran las Canarias. La economía, basada en la exportación de trigo, aceite y venta de fieras para el circo, impulsa dos importantes industrias: la púrpura de Mogador y el “garum”, producto alimenticio a base de pescado muy cotizado en Roma. Su hijo Ptolomeo, el último rey bereber, fue asesinado por Calígula en la misma Roma. En el 42 de la Era Común, las legiones romanas conquistan la región dividiéndola en dos provincias, separadas por una constante histórica: el río Muluya. Al este, la Mauritania Cesariana (Túnez y norte de Argelia, con capital en la actual Cherchell) y, al oeste, la Mauritania Tingitana, cuya capital fue Tingis (Tánger).
 

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