Tal vez sea consciente que estaría
fastidiando un poquito a nuestras autoridades en su manía de
mantener limpio el centro de la ciudad, si estuviera
comiendo pipas de girasol y expulsando las cáscaras
directamente de la boca al suelo.
Por suerte para nuestras autoridades, ni la edad ni mi
dentadura permiten que rompa las cáscaras de pipas de
girasol como hacía en mi infancia en aquella inolvidable
terraza de verano del cine Cervantes. Algunas veces, cuando
algunas escenas de las antañosas películas que proyectaban
me mantenían absorbido, soltaba la cáscara de las pipas en
el cogote del vecino de delante de mi silla de tijera.
Llevar un cucurucho “contenedor de basuras” en una mano, con
un saquito de pipas en la otra... ¿cómo me las llevaré a la
boca? Tal ve agarrando los dos con una mano. Corro el
peligro de meterme en la boca la cáscara húmeda y vacía en
la posible confusión de “paquete”.
Sobre contratos, precisamente estuve esta tarde en una
espontánea tertulia en la que se sacó el tema de los tests
para los aspirantes al glorioso cuerpo de policía local.
Ninguno de los contertulios tuvieron dudas acerca de dónde
salieron las copias. Como no sea que exista un fantasma en
la sede de los exámenes y se dedique a copiar los tests para
entregarlos a los que más guapos se presentaban...
La historia de los exámenes para cualquier puesto o lugar es
bastante larga. Pudiéramos decir que todo comenzó con el
válido Godoy. Si no saben quién fue, no estoy en pleno
verano para largar lecciones de historia. Lo siento.
Algunas veces no ocurre nada cuando finalizan unos exámenes
para algo. Los que saben que han ganado se cuidan mucho de
demostrarlo antes de tiempo y, haciendo alardes de
consumados actores, fingen sorprenderse cuando son los
elegidos.
Esta pudiera ser la historia de todos los exámenes a lo
largo de los tiempos. Ha que ser hijo de algo o de alguien
para ganar una plaza en tal o cual organismo, o tener un
gran y buen enchufe que entre perfectamente donde no lo
digo.
Hubo un tiempo en que muchos de los afectísimos a
determinado régimen tuvieron la suerte de que les tocara la
lotería. No el gordo, éste correspondió a otros peces más
gordos aún. Los desafectos se dedicaron a marcar con rayas
ciertas paredes oscuras, cuando no entraron en sus últimas
moradas directamente.
Desde luego que eran otros tiempos, tiempos tenebrosos que
hoy en día no pueden ni deben volver. Pero los exámenes
siguen amañados. No los de estudios... ya me entienden.
Está bien, siendo ceutí como soy no tuve oportunidad de
“colarme” en cuantas convocatorias para cubrir plaza se
realizaban en la ciudad... de seguro que ahora estaría
calentando sillón de jefazo en alguna parte con un sueldo (y
¿por que no con un sobresueldo?) que haría crecer afilados
los colmillos, aún más, a mis antiguos compañeros del
Ayuntamiento barcelonés. Pero mi cabezonería de seguir
jugando al fútbol me hizo perder un café con leche, con
pastas, diario a cuenta de ciertos dinerillos que no constan
en ninguna parte. Qué panorama me perdí.
A fin de cuentas, una ciudad dejada de la mano del Estado,
que no tiene agallas para presentar cara ante supuestas
ridículas reivindicaciones foráneas... habría que inventarse
cada cosa para no morir de aburrimiento.
Buenas las salidas de nuestras autoridades con los
recoge-pelotas, digo recoge-cacas de perro; los cagacanes;
los contenedores de mierda diseminado por zonas céntricas;
las pelitas para recoger la caca del can y que desaparecen,
sin usa y nuevecitas, bajo ropas sospechosas de ocultar más
que un cuerpo humano.
Solo espero que los avispados vendedores de pipas no usen
los cucuruchos para las cáscaras como bolsas de pipas a
granel. Hay capaces de ello y de todo. ¿No creen?
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