Con solvencia y respeto, naturalmente. El mismo respeto y
solvencia con el que desde estas líneas se exige al Islam
como expresión social, es decir: si se siente injuriado, que
acuda con todo derecho (como los demás) a los tribunales de
justicia, pero renunciando expresamente a tomarse la
justicia por su mano en un trasunto coránico del famoso
versículo bíblico: “Mía es la venganza, dijo el Señor”. ¿A
qué me refiero…?: pues a la organización de manifestaciones
como forma de presión, la quema de banderas, amenazas a
escritores y periodistas o asesinando a intelectuales, algo
inadmisible en un Estado de Derecho, algo inaceptable en la
abierta y tolerante Europa. Eso, en Occidente… Porque en los
estados musulmanes la cosa suele ser mucho peor. Y esto
alguien tiene que empezar a decirlo: para nosotros la
libertad de pensamiento y expresión es “sagrada”,
irrenunciable.
No soy culpable de la mala imagen, muchas veces inmerizada
pero otras no, del Islam. Tan musulmana es una inmensa
mayoría de gentes abiertas, pacíficas, laboriosas y amantes
de sus familias, como oscuras sectas fundamentalistas o
grupos adeptos al yihadismo salafista; tan musulmán es el
buen vecino de al lado, como un terrorista islamista. ¿Por
qué esta adjetivación…? Una mera evidencia: esos asesinos,
con los que simpatizaría entre un 10% y un 15% de la
población musulmana radicada en España, mata en nombre de su
idea sobre Alláh/Dios… Creen en un solo Dios y en su
Profeta, Mahoma, rezan cinco veces al día, practican
fervientemente el Ramadán, peregrinan a La Meca y pagan el
zakat, la limosna obligatoria. Así pues son, técnicamente,
musulmanes de primera fila. Mientras esto no sea asumido y
denunciado por el resto de la gran mayoría de fieles de esta
religión (unos 1300 millones en todo el mundo), no será
posible la convivencia sana y sin sospechas ni un fecundo
diálogo intercultural. Es hora ya de llamar a las cosas por
su nombre.
Desde esta columna, de larga proyección en el tiempo, se han
seleccionado cien términos directamente relacionados con la
cultura islámica que iremos abordando todos los lunes del
año. ¿Por qué “ideológico”?. Intentaré desentrañar el
sentido y alcance de palabras y expresiones, pero sin
detenerme en contingencias históricas o biográficas. Así, al
escribir de Mahoma o Al-Andalus pasaré por encima de su
historicidad centrándome, fundamentalmente, en lo que
significan para el musulmán de a pie hoy día: Mahoma, ¿es un
santo y debe ser venerado?; ¿qué sentido tiene el “Moulud” o
fiesta del nacimiento, es “halal” (permitida) o no?. En
cuanto a Al-Andalus, ¿es una realidad histórica pasada o
representa algún compromiso de enganche en la actualidad?;
¿por qué?. Señalaría también la utilidad de este proyecto en
ciudades como Ceuta o Melilla que caminan, a grandes
zancadas, hacia una mayoría poblacional de confesión
musulmana, realidad que aun no ha sido asumida por los
medios de comunicación y, para los cuales, el presente
“Diccionario Ideológico del Islam” puede y debe representar
un punto de referencia. Tampoco es ocioso advertir que, una
vez finalizado y corregido (para lo cual invito al versado
lector), mi idea es darle una versión final para publicar.
Advierto finalmente que los términos seleccionados no están
ordenados alfabéticamente, sirviendo de orientación la
numeración… arábiga.
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